Toda mi familia está compuesta por mujeres y poquísimos varones. Casi nadie se preguntaba cuál sería el sexo del próximo niño. Conocida la noticia del embarazo, todos decían: «otra más y van... », agregando a continuación el número total de mujeres de la familia.
Por
lo tanto cuando nací yo, defraudé a todas las adivinas.
La
abuela decretó, cierta vez que se levantó de mal humor, que dentro de la casa
no se usaría más el masculino como género no marcado (1). Dado que predominaban
las mujeres, todo uso genérico se expresaría en femenino mientras que el
masculino quedaría reservado para los casos concretos.
Yo,
por ejemplo, fui uno de esos «casos concretos».
A
nadie llamará la atención cuando diga que mi familia es completamente mística,
religiosa, amante de los misterios, de cualquier cosa que pudiera convertirse
en esotérica.
Para
diferenciarme, yo era un científico, racionalista y positivista.
Sin
embargo esta era pura apariencia. En realidad yo también tengo creencias
irracionales, fantásticas aunque jamás lograron que yo tomara la comunión.
Cuando me dieron la hostia bajo amenaza, la escupí en la mano del cura y eso me
costó días de no poder jugar con mis amigos.
Fui
el único que conoció a Sací (2) [imagen]. Como era imposible que me creyeran,
nunca perdí el tiempo en contar cómo era física y mentalmente.
Era
negro como la noche, le faltaba una pierna, tenía un agujero en cada palma que
a veces usaba para burlarse de los miopes poniéndose ambas manos sobre los ojos
y revoloteándolos graciosamente, sin que el burlado se enterara, pues como
dije, solo yo lo conocía.
Usaba
una boina roja y no paraba de fumar en pipa. Cuando lo veía venir, llegaba el
humo antes que él y toda la casa estaba aromatizada por su delicioso tabaco,
que solo yo podía oler.
Me
convertí en el superdotado de la familia, por dos motivos: porque ninguna de
mis parientas se había interesado por el estudio y porque Sací me prestaba su boina
roja para cada examen.
Me
reí mucho porque era un bromista incorregible. Le encantaba esconderle las
cosas a la gente, sobre todo las llaves; si alguien se sonrojaba por temor al
ridículo, él dejaba un silencio teatral para luego soltar una carcajada
estruendosa; pude ver la cara desconcierto de las gallinas que creían haber
puesto un huevo... que él quitó.
Pero
finalmente se aburrió y se fue con otro travesti.
(Este es el Artículo Nº 1.766)
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10 comentarios:
En el videocomentario usted dice que por suerte, si vamos por la calle, constatamos que está lleno de mujeres. Me resultó significativo que usted hiciera ese comentario vestido con una camisa roja (pasión) y una corbata ancha y larga color celeste; en fin... mensaje subliminal, digo yo.
Me encantó el cuento, Fernando! Aunque no entendí la frase final.
¿entonces el niño era travesti?
Me parece bien que usen el femenino como genérico en una casa donde predominan claramente las mujeres.
Sací era un personaje imaginario del niño. Este niño se sentía en su casa como un travesti porque siendo varón vivía en un mundo femenino y hacía grandes esfuerzos por discriminarse del resto de las mujeres.
¡Si será importante que uno vaya de boina roja a dar los exámenes! Es para que los docentes entiendan que la cabeza de uno arde en conocimientos.
Le advierto a Sací que si me esconde las llaves yo lo voy a buscar hasta encontrarlo y lo voy a agarrar del cogote. En caso de que no me diga dónde las puso, le quitaré su pipa y se la esconderé bien escondida.
Pasaré a traducir lo que dijo Natalia: si Sací no me permite entrar en mi casa, no tendré más remedio que ir a la suya, quitarle la ropa y vengarme escondiéndole mi cosita.
JAJAJA!!!!!!!!!!! Oriente! qué ocurrencias las tuyas!
Si querés lo podemos interpretar de esta otra manera: si Sací no respeta mi lugar le cortaré el pito, se lo esconderé en un sitio bien difícil, cosa que le cueste bastante reencontrarse con él.
Cuando las gallinas ponen un huevo, se sienten muy seguras de que tienen su huevo. Si alguien se lo saca, no quedarán únicamente desconcertadas. Comenzarán a cacarear, a armar un revuelo terrible y se hará muy difícil lograr que se callen.
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