domingo, 31 de octubre de 2010

Un flautista huraño

Un flautista huraño, vivía en las calles, rehusaba ingresar a los albergues, no quería apartarse de sus bolsas de nylon llenas de fotos antiguas y trocitos de madera.

Contra todo lo supuesto, él era donante de dinero a otros mendigos que lo seguían como almas prematuramente abandonadas por sus cuerpos terrenales.

De este extraño personaje, se contaban muchas historias, leyendas urbanas, prontuarios, se le imaginaban países de origen, títulos nobiliarios y universitarios.

Lo importante era que su flauta no sonaba como otras. Él extraía sonidos que los expertos musicólogos, nunca habían escuchado.

Los sonidos tenían un matiz que podría provenir de cómo estaba fabricada, del tipo de madera o de alguna particularidad en la boca o en la técnica del bohemio intérprete.

Cierta vez, un grupo de bandoleros quiso robársela, pero los bien alimentados vagabundos, reaccionaron como un cuerpo de élite y pusieron en fuga a los ladrones.

El poder económico del flautista provenía de las limosnas recibidas en una bolsa de nylon que ponía frente a sí para quienes quisieran dejar alguna moneda.

En dos o tres horas, la bolsa se llenaba, los mendigos se arrimaban silenciosos y mirando las manos dadivosas, recibían su puñado de monedas surtidas.

Cada tanto, el sonido cambiaba tan ligeramente, que sólo dos expertos lo detectaban.

Los asombrosos sonidos de la flauta continuaron cambiando cada poco tiempo y los elegantes musicólogos prácticamente impedían con su presencia, la aproximación de la gente común.

El extraño flautista murió y, previo contrato de sustento vitalicio con el grupo de élite, el instrumento y demás pertenencias pasaron a manos de los musicólogos, quienes dentro del tubo de madera encontraron pequeñísimas estatuillas intercambiables de quienes fueran sus compañeros, amigos, socios, guardaespaldas y beneficiarios.

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sábado, 30 de octubre de 2010

La temeridad de los necios

Todos, desde el más famoso al menos conocido de los seres humanos, tenemos dudas, angustias, necesitamos ser amados, reconocidos.

Padecemos miedo a enfermar, a quedar inválidos, a tener hambre sin comida que la calme.

Estas y otras molestias, las compartimos sin hacer mucha ostentación porque, otra particularidad que nos caracteriza, es la de compensar esas vicisitudes psicológicas imaginando todo lo contrario.

En términos generales, a todos los sentimientos que nos recuerdan qué frágiles, vulnerables e impotentes somos, intentamos contrarrestarlos imaginando exactamente lo opuesto.

Los sentimientos más comúnmente usados como antídotos de la triste realidad, son el orgullo y la omnipotencia. Por esto es difícil encontrar personas humildes y realistas.

A modo de ejemplo, le propongo tres casos significativos.

1º) Si usted fuera a comer a un restorán, ¿destrataría al personal de cocina o tendría en cuenta que para ellos sería muy sencillo escupir su plato?

2º) Si usted estuvieran entrando al quirófano, ¿destrataría al cirujano que en minutos abrirá su cuerpo o tendría en cuenta que en tan delicada tarea, podría cometer algún error técnico involuntariamente?

3º) En todos los países existe alguna institución encargada de administrar el poder de fuego del Estado.

Está compuesta por profesionales entrenados para la guerra, la represión de acciones que pusieran en peligro la institucionalidad del país, y otras acciones cuyos efectos pueden ir desde el encarcelamiento a la muerte de algunos ciudadanos.

Estas instituciones se reportan al poder civil, representados por el poder político y, más específicamente, al presidente de la república.

Sin embargo, cuando la estupidez colectiva está demasiado generalizada, es normal que gran número de ciudadanos hagan alarde de esa subordinación que los portadores oficiales de armas tienen ante las instituciones civiles.

Increíblemente, las manifestaciones despectivas contra militares o policías, también son utilizadas para contrarrestar aquellos sentimientos de vulnerabilidad.

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viernes, 29 de octubre de 2010

Sabemos mucho de gays y poco de lesbianas

El machismo se muestra aún entre la homosexualidad masculina.

Efectivamente, la historia de la homosexualidad humana trata casi exclusivamente de los varones y la referencias a la conducta lésbica, es mínima.

Según creo, existirían ciertas razones importantes:

1) Los más estudiosos somos los varones (porque no podemos procrear como las mujeres, entonces nos conformamos con crear: hipótesis, teorías, historias, ciencias, descubrimientos, inventos);

2) Las mujeres normales son lesbianas (esto tiene que ser así porque ellas aprenden a amar y a conocer el erotismo de su cuerpo, con los cuidados de su mamá. Este y otros fundamentos, ya fueron expuestos en el artículo titulado Si yo fuera mujer.

3) Dado que los varones hacemos mayores aportes a la ciencia, la filosofía, y —en general—, damos más opiniones que las mujeres, y siendo que el lesbianismo es un tema que nos interpela especialmente, porque es lógico que sintamos celos de otro hombre, pero si sentimos celos de otra mujer, ¿dónde quedan nuestros atractivos masculinos? Por tanto, restringimos profundizar en el lesbianismo, para no enfrentarnos a nuestra herida narcisista de que «ellas prefieren a ellas y no tanto a ellos».

4) Tan natural, lógica y razonables es la homosexualidad femenina, que podríamos decir con Jacques Lacan que «heterosexual es cualquiera que desee a las mujeres».

5) Coincidiremos además que los matrimonios gay llaman más la atención que los matrimonios lésbicos. Ellas parecen dos amigas y ellos parecen dos raros. Creo que la sociedad los enrarece porque los tolera menos, pues, en tanto ellas pueden hacerse fecundar por un amigo, alguien contratado, o artificialmente, ellos no pueden gestar, alimentar y criar, sin dar un rodeo mucho mayor (por ejemplo, Ricky Martin - Imagen).

6) Quizá coincidamos en que una y otra homosexualidad no son simétricas (similares, equivalentes). Son bien diferentes.

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jueves, 28 de octubre de 2010

Las empleadas de la especie

Suele denominarse antigüedad calificada, al régimen de ascenso jerárquico, que se basa fundamentalmente en el criterio según el cual, cuantos más años tiene un empleado en la empresa o institución, es más rentable y que, por lo tanto, debe asumir más responsabilidades y recibir un salario mayor.

¿Por qué se habla de calificada? Porque en las empresas donde se usa este criterio, se hacen evaluaciones anuales del desempeño, generalmente a cargo del superior jerárquico del empleado.

En otras palabras, en las empresas o instituciones que se aplica este criterio, se cree (se parte del supuesto) que un empleado es más rentable cuantos más años lleve trabajando a satisfacción de sus jefes.

Sólo para completar la definición, otras formas de ubicación jerárquica dentro de los escalafones, pueden basarse en la realización de concursos de oposición y méritos, o realizarse designaciones directas en las que el jerarca, gerente o propietario, designan a quién le conviene (gusta o prefiere) que asuma mayores responsabilidades y reciba un salario superior.

De más estaría decir que en casi todos los centros laborales, los trabajadores aspiran al mayor salario con las mínimas responsabilidades.

Este modelo de administración de los recursos humanos, es comparable a lo que ocurre con el sexo femenino en la humanidad toda.

Nos guste o no, las mujeres actúan como empleadas de la humanidad, encargadas de varias tareas y responsabilidades en relación de dependencia.

Aún cuando las circunstancias las lleve a ser jefas de hogar, también dependen de alguien, como por ejemplo, de su propia madre o abuela, u otras mujeres mayores que la presionan para que haga o no haga ciertas cosas.

Después de la menopausia, cuando la mujer se jubila biológicamente de su responsabilidad como vientre reproductor, tendrá más derechos y libertades, que podrá usar o no, por ejemplo, para gozar sexualmente.

Artículo vinculado:

Primer premio: una castración psicológica

miércoles, 27 de octubre de 2010

Salud y periodismo

En otro artículo (1) les comentaba que todos trabajamos en beneficio de la industria de la salud, porque directa o indirectamente, en tanto una mayoría piensa que la medicina es tan importante como el aire, consultamos al médico por preocupaciones, precauciones, prevenciones, padecimientos.

Además de pensar que la medicina y el aire son igualmente importantes, pensamos que existen médicos buenos y malos, eficientes e ineficientes, sabios e ignorantes.

Para que un médico cumpla con los más altos requerimientos profesionales y cuente con nuestra confianza, debe escuchar todo lo que le decimos, poner cara de preocupación y rápidamente, cual guardaespaldas dispuesto a todo por la seguridad de su cliente, ordenar la compra e ingestión de varias sustancias que convertirán al consultante, no sólo en alguien poseedor de la salud que tenía antes de enfermar sino que además, nunca volverá a tener esos problemas.

Veamos su relación con el periodismo.

Considerado globalmente, puede describirse de esta forma:

En esta industria, trabajan muchos especialistas en buscar (noticias), redactar, fotografiar, filmar, publicar, etc..

Estas personas tienen gastos permanentes (comida, vestimenta, vivienda) y necesitan tener salarios, honorarios, ganancias (ingresos monetarios) en forma también permanente (ingresos fijos).

Por lo tanto, mes a mes, día a día, deben lograr ingresos económicos para la empresa que los ocupa (editorial, radio, televisión).

Para que los ingresos sean fijos, constantes, infaltables, los trabajadores de la industria informativa deben tener noticias, novedades, algo para decir, también en forma permanente, constante, infaltable.

Una de las consecuencias es que los consumidores (lectores, radioescuchas, televidentes), recibimos demasiada información y defensivamente deja de importarnos lo que pueda ocurrirle a nuestros semejantes.

Esta indiferencia protectora de nuestra sensibilidad, nos provoca una sensación de soledad y vacío, muy angustiantes.

Entonces, consultamos al médico y la industria de la salud nos recibe como clientes.

(1) Sólo da ganancia un cliente vivo

Nota: La imagen corresponde al logo de C.Q.C. (Caiga quien caiga), formato de noticiero argentino, actualmente utilizado en España, Brasil, Israel, etc.

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martes, 26 de octubre de 2010

Las exhibiciones para no ser miradas

Quien usa prendas escotadas, permite la exhibición de una parte sugerente (insinuante) de los senos, atrayendo las miradas de casi la totalidad de quienes se crucen con ella.

Sin embargo este espectáculo puede ser disfrutado tomando la precaución de no fijar la vista con excesiva insistencia, porque de hacerlo, podría molestar a su dueña, habilitándola para que se enoje, llamando la atención sobre la impertinencia de quien mira con demasiado desenfado.

Podemos concluir entonces que las mujeres, cuando muestran sus senos, desean ser miradas con disimulo.

La situación ideal ocurre cuando quienes estén fascinados por su belleza física, demuestren esta atracción de forma indirecta, por ejemplo sonriéndole, dedicándole más atención a lo que dice (sólo para disfrutar de reojo el bello paisaje), o procurando acceder a una visión completa con la suficiente intimidad como para poder besar, acariciar, lamer.

Con estas sencillas (y cotidianas) ideas que comparto con usted, pasemos a otro tema menos evidente, más sutil, pero mucho más frecuente.

Es casi seguro que el inconsciente existe, aunque no siempre lo definimos tan claramente como para saber de qué estamos hablando.

Al expresarnos, decimos más de lo que queremos.

Imaginemos que la chica del escote, dice: «Si muero, quiero que mis cenizas sean tiradas al mar».

Escuchar este enunciado, nos lleva a pensar que la joven está dando una orden que deberá ser cumplida después de su muerte... pero ella dice algo más sin darse cuenta.

Al decir «Si muero …» está mostrando que, en su interior, para sus adentros, admite la hipótesis de que también podría no morir.

Quienes oímos su error conceptual, solemos disimularlo tanto como nuestro embeleso por su senos.

Para su inconsciente, ella es inmortal.

En general, todos decimos más de lo que imaginamos pero el auditorio suele no percatarse o disimula para no molestar.

Nota: en la imagen, el fotógrafo captó el momento en que la actriz italiana Sofía Loren mira disimuladamente el escote de la actriz norteamericana Jayne Mansfield.

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lunes, 25 de octubre de 2010

La inteligencia es optativa

Dos bromistas, burlones o impostores, tejieron una tela visible sólo para las personas de buen corazón.

El emperador para quien construían ese tejido tan especial, se vestiría con él y se pasearía ante su pueblo.

Cuando el desfile ocurrió, los asistentes «vieron» al emperador vestido para demostrar que ellos tenían buen corazón. Sólo un niño atinó a señalar que el emperador estaba desnudo.

Esta historia fue contada por el escritor —nacido en Dinamarca—, Hans Christian Andersen (1805-1875) (imagen) y el relato se titula «El traje nuevo del emperador».

En otro artículo publicado con el título La obediencia debida, les comentaba que

— Existen pensamientos que funcionan de adentro hacia afuera; y

— Existen pensamientos que funcionan de afuera hacia adentro.

Si bien todos tenemos un cerebro, nos diferenciamos en el uso que hacemos de él.

Es costumbre criticar negativamente a quienes no usan (o, al menos, parecen no usar) su cerebro. Sin embargo, puede ser una estrategia de vida tan válida como la de tener genitales y hacer votos de castidad, tener dinero y hacer una vida austera, o tener belleza y no hacer ostentación.

La inteligencia que nos provee el cerebro, es —como toda riqueza— generadora de responsabilidad.

Efectivamente, si vamos por la vida utilizando nuestra inteligencia para opinar, tomar decisiones, cuestionar, combatir, señalar, controlar, exigir, reivindicar, exigir nuestros derechos, defender a los más débiles, rectificar (a las buenas o a las malas) todo acto de injusticia que nos toque presenciar, haremos un enorme gasto de energía.

También parece cierto que todos los extremos son malos.

En suma: Los millones de años que tenemos de evolución, nos han preparado perfectamente para saber qué nos conviene a cada uno, y por lo tanto, la receta consiste en atender las sugerencias propias desestimando las ajenas (inclusive mis sugerencias).

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