lunes, 14 de junio de 2010

Los goles embarazan

En un artículo anterior (1), les decía que el funcionamiento metafórico de nuestro pensamiento, permite suponer que las mujeres son imaginadas como un territorio del varón, en tanto ellas son sembradas-inseminadas-fecundadas por él, luego gestan como también hace la tierra con los vegetales y finalmente entrega «el fruto de su vientre», como un árbol entrega los suyos.

Todos los seres vivos necesitamos un territorio donde establecernos y donde cultivar vegetales y criar animales, que nos servirán de alimento.

A lo largo de la historia, hemos podido constatar que algunos pueblos se han caracterizado por invadir nuevos territorios, mientras que otros han tenido que defenderse de esos ataques con mayor o menor éxito.

Una estrategia utilizada por los pueblos invasores, ha sido la de violar a las mujeres del pueblo invadido para que, a partir de las nuevas generaciones, tanto las madres como los hijos, desarrollen un vínculo con los invasores, hasta que emocionalmente, se fusionen con los conquistadores y la conservación del territorio anexado, deje de ser conflictiva.

Los varones de los pueblos invadidos, mueren en la lucha por defender sus tierras.

El fútbol (actualmente —año 2010—, se juega un mundial en Sudáfrica), es un juego en el que once jugadores de cada equipo y ajustándose a ciertas reglas, intentan meter un balón en el arco del contrario.

Como vemos, la similitud con la técnica invasiva de embarazar las mujeres del territorio invadido, es por demás significativa.

La existencia de reglamentos y de espectadores, convierte a cada evento en un espectáculo que deja de ser bélico —como su antecesor con el cual hago la comparación (la guerra de conquista) —, aunque los hinchas más violentos, agreden, atacan, hieren, matan.

Los jugadores imitan a los guerreros, pero algunos hinchas, siguen siendo guerreros.

(1) La mujer de Juan Pérez

●●●

domingo, 13 de junio de 2010

¡Salud!

Cuando Arístides Paredes conoció la historia de la canción Macarena (1), pasó varios días sin dormir.

Mariana Paredes (su prima y novia desde la infancia), ya no sabía cómo calmarlo.

Sesenta millones de euros, la bailó Bill Clinton en su campaña para la reelección, Los del Río se enriquecieron y quienes la compusieron, siguen esperando que la justicia reconozca sus derechos.

Los domingos de tarde con lluvia, siempre fueron fatales para él. No almorzó, Mariana no sabía dónde meterse y tampoco se animaba a dejarlo solo.

Repentinamente se puso de pie, abrió un cajón y extrajo una partitura de varias hojas. Las leyó como poseído por el demonio y le exigió a Mariana que lograra una entrevista con el padre (y padrino de Arístides).

Dos horas después, estaban en la casa del tío-padrino-suegro, quien vivía sólo porque la esposa no pudo tolerar su decadencia higiénica.

La excesiva inteligencia, le había estropeado el cuerpo, la ropa y el apartamento. Conservaba intactos el piano y la devoción incondicional de varias empresas discográficas.

Arístides se animó a darle la mano, pero Mariana lo saludó desde lejos.

Explicaron el motivo de la visita, el genio terminó el café que bebía, agarró la partitura, la miró superficialmente, estornudó, se limpió la nariz con la manga de la camisa, liberó ruidosamente una flatulencia, se acomodó en el piano y comenzó a ejecutarla.

Sobre el final, Arístides se sobresaltó porque la interpretación no era lo que él había compuesto, sino mucho mejor.

El pianista terminó con gesto complacido, manoteó los papeles y se los dio al muchacho, diciéndole: «Con esto, ya eres rico. Te felicito».

Arístides salió casi corriendo, buscó donde guarecerse de la lluvia y leyó el final de la partitura.

El estornudo, había provocado manchas de café, que parecían notas musicales.

Mariana, recordando el gol que Maradona hizo con la mano, pensó: — El resfrío de Dios.

(1) Versión con audio
Versión con audio-video-coreografía

●●●

sábado, 12 de junio de 2010

La búsqueda de lo maternal

El modelo que intentamos replicar inconscientemente los humanos de ambos sexos, es «la maternidad».

Lo que nos dio las primeras sensaciones gratificantes (alimento, abrigo, caricias), se ganó nuestra eterna devoción.

Conscientemente, dedicamos este amor a nuestra madre de carne y hueso, pero en el fondo, amamos «la maternidad», una idea abstracta que representa el conjunto de objetos y situaciones imprescindibles para seguir vivos y pasar bien.

Amamos a nuestro padre, pero por sus cualidades maternales: proveedor, protector, modelo.

Luego tratamos de ser maternales de diferente forma, según nuestro sexo biológico.

Las niñas tratarán de ser madres y de esa manera satisfarán el anhelo sin grandes rodeos.

Los niños tratarán de ser madres pero con todos los rodeos que hagan falta para compensar la carencia del aparato reproductor femenino.

Por eso, los varones somos más visibles, más famosos, más protagonistas, nos peleamos por figurar como los autores, los creadores, los vanguardistas, queremos ser imprescindibles, ganadores.

Las mujeres no compiten en esta lucha por el protagonismo universal porque teniendo uno o varios hijos, logran sin grandes complicaciones, eso que los varones tanto envidiamos.

El protagonismo de los varones es una consecuencia de amar y envidiar «lo maternal», asociado o no con «lo femenino».

En suma: «lo maternal» es una idea, una referencia, una sensación, un sentimiento que condensa lo más útil para retener la vida, es decir, «aquello que calma el hambre, el frío y la soledad».

No debemos confundir «lo maternal» con «lo femenino», «la mujer», «las madres».

«Lo maternal» es una idea, un modelo, lo que todos amamos y queremos replicar para asegurarnos de que inspiraremos en los demás el mismo sentimiento de apego que nos inspira «lo maternal».

Las mujeres lo consiguen simplemente fecundando y los varones lo intentamos (infructuosamente), con proezas, riesgo, fama, heroísmo, poder.

●●●

viernes, 11 de junio de 2010

La mayoría bipolar

El humorista uruguayo Juan Verdaguer (1915 - 2001), era apreciado por su estilo indirecto, eludiendo el chiste que incluyera vocabulario incorrecto.

Decía por ejemplo: «A mi mujer nunca le dije que era una tonta (silencio teatral) ... no me habría comprendido».

Este fenómeno que se retroalimenta (no entender que uno es tonto precisamente porque es tonto), me parece que está en el núcleo de nuestras dificultades intelectuales.

Más concretamente: la precariedad de nuestro intelecto, nuestra dificultad para entender lo que nos sucede, nos induce a tener creencias de fácil comprensión, a imaginar que todo es simple, o que la mejor estrategia es no pensar.

La mayoría de la gente razona en términos de «blanco o negro», de «bueno o malo», de «me sirve o me perjudica».

De hecho, la informática logra resultados muy útiles, aplicando criterios de ese tipo: «si-no», «prendido-apagado».

Las democracias eligen a sus gobernantes cada cuatro o cinco años.

La propaganda que hace cada candidato, tiene que convencer a esa mayoría de pensadores informáticos (si-no, bueno-malo, etc.), con un discurso que en el fondo diga: «yo soy el mejor-los demás son los peores».

Sin embargo, tienen que hacerlo de tal manera que, en los hechos quede la idea de que «yo soy modesto-los demás son arrogantes».

Al final del proceso electoral, alguien llega al gobierno y luego tiene que hacer maniobras para no contradecirse groseramente.

Quien llegó al poder prometiendo bondad, reparto de riqueza y sensibilidad social, no podrá utilizar medidas represivas muy drásticas contra los ciudadanos más perturbadores, porque sus votantes se sentirían contrariados.

Si la mayoría bipolar (bueno-malo, etc.), se harta de la inseguridad en la que vive, propiciará una dictadura moralista, cruel, que arregle todo «de raíz».

●●●

jueves, 10 de junio de 2010

Britney Spears, Bin Laden y Fidel Castro

Observo a la naturaleza partiendo de la base de que todo lo que hace, es lo correcto.

Me pregunto por ejemplo: ¿por qué los humanos tenemos tanto miedo a la muerte mientras que las demás especies no?

Una respuesta superficial es: la sabia naturaleza tuvo que instalarnos un instinto de conservación enérgico, híper sensible, particularmente activo, para compensar nuestra exagerada vulnerabilidad.

Los demás animales nacen caminando y pueden reproducirse en poco tiempo. En nosotros todo es más lento, imperfecto, inseguro.

Dependemos tanto del grupo, de la compañía de los demás, del reconocimiento de los otros, (supongo que esta es otra compensación de nuestra debilidad) que gastamos gran parte de nuestra escasa energía en llamar la atención.

Hace unos años que los homosexuales luchan para que el matrimonio entre ellos sea legalizado.

Por lo que he podido observar, las personas con esa característica, no necesitan que alguien los autorice a disfrutar de la vida, de su cuerpo y de los cuerpos ajenos.

Tampoco necesitan una protección económico-legal, porque en casi todos los países existen normas para que los bienes de dos personas puedan pasar al superviviente cuando el otro fallezca.

El gran problema que tienen estos humanos es que quieren llamar la atención, como las madres cuando pretenden que los hijos superen a los primos y vecinos, o como los escritores cuando procuran que alguien filme una de sus novelas, o como los delincuentes cuando cometen actos brutales periodísticamente interesantes

Y lo que digo no es una crítica a estos exhibicionistas, sino un comentario para quienes hacen lo posible para pasar desapercibidos.

A los humanos de perfil bajo, a los humildes, a los que no se hacen notar, debo decirles que a su modo, también procuran llamar la atención (porque todos lo necesitamos), aunque con peores resultados.

●●●

miércoles, 9 de junio de 2010

Impartir justicia es imposible

En artículos anteriores (1) les comentaba que los humanos tenemos la tendencia a suponer que lo que necesitamos, deseamos y pensamos, es lo único posible. Con este criterio, suponemos que todos aman a quienes amamos y eso nos hace arder de celos.

En un segundo artículo (2), lo decía desde otro punto de vista: en la creencia de que los demás necesitan, desean y piensan idénticamente a nosotros, encomendamos la satisfacción de una aspiración personal en alguien diferente, con otros criterios, otra forma de ser.

Hace milenios que los legisladores piensan cómo terminar con los daños irreparables que provocan las acciones delictivas de algunos seres humanos.

Inicialmente, existían el régimen de la represalia ejemplarizante. Aunque este criterio aún existe en nuestras mentes, ha dejado de usarse. Por ejemplo, si alguien robaba una gallina o causaba una ofensa al honor, o lo que fuera, el arancel básico para reparar el daño o el ultraje, era la muerte del victimario.

Luego, la humanidad avanzó y creó la Ley del Talión, ideal por su sencillez: «Ojo por ojo, y diente por diente». De esta forma, quien robó una gallina, tenía que devolverla; quien ofendió, tenía que pedir, perdón.

En el año cero de nuestro era, Jesús Cristo dulcificó aún más la justicia, pero se extralimitó al punto de perder seriedad. Nadie en su sano juicio cumple la propuesta simplificada en la frase: «Si te golpean una mejilla, pon la otra».

Actualmente, en la creencia de que todos necesitamos, deseamos y pensamos lo mismo, ordenamos a nuestros representantes legisladores que impongan aquellas sanciones que atemorizan (disuaden, inhiben) a los ciudadanos, que por algún motivo, nunca delinquen.

El razonamiento popular (luego convertido en ley) es: «Lo que no me gusta para mí, no le gustará a los delincuentes». ¡Error! Nuestras necesidades, deseos y pensamientos, son muy diferentes.


(1) Los amantes de mi cónyuge

(2) ¿Delegar o abandonar?

●●●

martes, 8 de junio de 2010

Deseo besarte o practicar equitación

Tantos artículos publicados sobre las molestias del vivir, terminaron formando un blog con el lacónico nombre de Vivir duele.

En ese sitio, encontrará explicaciones más o menos racionales, —aunque todas psicoanalíticas—, sobre los motivos y justificaciones para que tengamos que sentir molestias o dolores, para seguir vivos.

Ahora les haré un comentario sobre la diferencia que existe entre necesidad y deseo, porque ambos provocan incomodidad y placer.

El hambre es la necesidad más conocida y fácil de explicar.

Cada cierta cantidad de horas, sentimos una molestia estomacal que se calma comiendo. Cuando empezamos a comer, cierta molestia diferente, nos anuncia que deberemos parar de comer (saciedad).

El deseo es menos conocido y es más difícil de explicar.

Me animaría a decirle otra cosa: nuestro lenguaje parece ser pobre para explicar el deseo y eficiente para explicar las necesidades.

Pero, por el motivo que sea, trataré de balbucear una descripción del deseo.

El deseo es una fuerza constante, (a diferencia de las necesidades que aparecen y desaparecen).

El deseo no se satisface con algo específico (como la necesidad de comer o beber). Esa fuerza constante nos impulsa para estudiar arte barroco y sin haber empezado con este emprendimiento, nos surge el anhelo de cambiar el auto o de llamar a nuestro padre para decirle cuánto lo queremos.

El deseo no se manifiesta en órganos específicos como el hambre, la sed o la necesidad de descansar. Parece estimularnos cualquier parte del cuerpo e inclusive, ninguna.

Y lo que resulta más perturbador: el deseo es insaciable.

La típica imagen del burro que persigue una zanahoria, lo representa bien.

También es una buena comparación lo de «piedra en el zapato».

Comenzar a satisfacer el deseo, produce placer, pero la saciedad sólo se logra falleciendo.

●●●