Me crie en un barrio muy ‘soñador’ de Montevideo.
Se llama Cerrito de la Victoria. Por alguna razón parasicológica casi todos los
vecinos salían a la vereda a contar qué habían soñado durante la noche. Había
fuertes discusiones sobre la interpretación. Varios habían comprado la obra de
Freud publicada en 1900 pero hoy creo que no la entendían. A mí me decían “el
gordo Fernando” porque cuando alguien soñaba conmigo siempre me veía muy obeso.
A otros vecinos también los apodaban por características soñadas. A veces
ocurría que varios vecinos soñaban lo mismo y cuando salían a la vereda
discutían sobre cómo contarlos.
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