Mariana se dio cuenta que, cuando le enseñaron a tener asco,
sin querer también la indujeron a repeler aspectos humanos, propios y ajenos,
que le bloquearon la capacidad de entender algunas cosas esenciales.
Mariana era la tercera de
cinco hermanos. Como tal, fue educada con las urgencias que implican dos
hermanos mayores y dos menores. Fue educada con rapidez y poca reflexión. No
había tiempo. La niña, inteligente, absorbía todo. Pero, mamífera al fin, prima
hermana de los ovinos, bovinos y dos más, también rumiaba. Se crió escuchando:
“Eso no se toca, es caca”, “eso no se hace, es feo”, “hay que bañarse todos los
días”, “la tía te trajo este perfume rico, rico”. Un día se llevó a la boca un
dedo untado con caca de su perro. Vista por la madre, oyó:
- Aggggggg…..!
Esa palabra no la
conocía, pero percibió el asco por primera vez.
Cuando cumplió 14, sus
padres consideraron la posibilidad de una terapia.
Cuando cumplió 17, hablaron
con un psicólogo amigo de la familia.
— ¿Qué te trae por acá,
Mariana?—, le pregunté como para romper el hielo.
— Y, nada...—, respondió
con cierto desgano. — Mi padre me sugirió que hablara contigo, y aquí estoy—,
dijo, concretando su aburrimiento, obediencia y desinterés.
— Tengo ganas de
estudiar antropología o paracaidismo—, agregó, y me obligó a sonreír.
— ¿Una primero y el otro
después, los dos juntos? Explícame un poco más.
Parece que le hizo bien
escucharse hablando con un desconocido porque finalmente decidió viajar, sola,
a varias comunidades selváticas.
Parece que le hizo bien
escucharse. Hablar. Comunicarse sintiendo que, por fin, su interlocutor era
válido.
Me olvidé de Mariana
hasta que nos reencontramos con su padre, años después. Hacía más de un año que
se había ido, casi sin dinero, a «instalarse» en varias comunidades indígenas
de América del Sur, de América Central, de África y creo que también me
habló de Asia.
-Mi hija, nuestra nena,
no sé…. Se independizó bien, parece contenta, pero…hasta te diría que es un
poco famosa! Pero, nada que ver con sus hermanos.
En mis habituales
recorridas por Twitter, encontré el nombre de la antropóloga-paracaidista.
Estaba dedicándose a dar conferencias en varias ciudades europeas y asiáticas,
explicando por qué el perfume de su invención era tan costoso y tan solicitado
por las universidades de mayor prestigio.
Según parece, en su
recorrida por las poblaciones más primitivas del mundo, extrajo los olores
humanos menos tolerados por la cultura occidental. Estos eran la esencia de lo
sintetizado por Mariana. Desagradables olores humanos contenidos en un producto
de lujo.
Tuve la suerte de que
ella me visitara y me sentí complacido con sus puntos de vista.
Ella opina así: A todos
nos enseñan a sentir asco por una cantidad de sustancias y comportamientos.
Este modelo educativo construye «diques» que impiden radicalmente
ese tipo de contacto: “eso es caca”, o conducta: «no te toques ahí». Para
no provocar asco en el lector evito ser más explícito.
Lo que se está
logrando con el uso de esta sustancia entre los estudiantes universitarios es
que tiren abajo aquellos diques de la primera infancia. Que puedan
liberarse de aquella represión que les impide acceder a
pensamientos alternativos, a ideas originales, a una cabal comprensión del ser
humano.
En suma: Mariana y yo nos
pusimos de acuerdo en que el asco nos encarcela. Ella supone, además, que yo
soportaría oler el contenido del coqueto frasquito que me trajo de obsequio,
pero en eso fue donde no nos pusimos de acuerdo (al menos por ahora).
(Este es el Artículo Nº 2.246)
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