Desde muy pequeña, Mariana
había dicho que a los 29 años haría un cambio de vida.
Tenía una tía muy mística que
la fascinaba con su narrativa fantasmagórica. Esta había diagnosticado que
Mariana no hablaba por sí misma sino que era usada por alguna divinidad.
Para hacer esta afirmación se
basaba en sus prolijas lecturas de todos los libros escritos por la
psicoanalista británica Melanie Klein: «Una niña con 5
años no tiene noción de qué puede ocurrir 24 años después».
Los padres de la niña pensaban
diferente: decían que esa idea la estaría copiando de algún programa de
televisión o de algo que escuchó por ahí. Sin embargo, a los 25, Mariana volvió
a mencionar aquella profecía o determinación.
Cuando a los 13 volvió de Noruega, después de utilizar una
beca de intercambio, su conducta estaba aun más alejada de lo habitual.
A los 14 años les contó a los
padres que ya se había sacado de encima el himen utilizando un consolador de la
tía mística. Manejó la posibilidad de utilizar el pene del primo Felipe aunque,
según agregó, era un chico demasiado infantil y aprovecharía la ocasión para
creerse atractivo, superior y demás tonterías masculinas tercermundistas.
Con 16 descubrió que tenía
facilidad para ganar dinero. Según le contaba a los padres, el secreto está en
no rechazar las oportunidades, en reconocer que los demás aman gastarlo, que
los menos pudientes prefieren despilfarrarlo. Mariana creía que para tener
dinero solo es preciso no rechazarlo tanto como hacen quienes no lo tienen
porque lo abandonan de la manera más desamorada.
Como ya mencioné, a los 25
Mariana repitió su premonición infantil, esto es: «A los 29 años
cambiará mi vida».
La preparación para ese cambio misterioso no existía. Ella seguía con su
vida cotidiana, ganando mucho dinero y sin vincularse con casi nadie. No tenía
ni novio ni amigas. Había decorado su habitación con muchos colores, con
voiles, con acuarelas de paisajes marinos tormentosos y con un extraño perfume
cuyo origen no pudo ser descubierto por la mamá en las exhaustivas inspecciones
que hacía cuando Mariana se ausentaba.
El cumpleaños número 29 estuvo lleno de expectativas para los padres y
la tía, pero no para Mariana. Tratando de disimular la preocupación, la mama
preparó la torta marmolada tradicional, compró unas Coca-Colas y miraron la
televisión como todos los días.
Unos meses después la muchacha salió pero no regresó. Los padres y la
tía inmediatamente pensaron lo peor.
Por la noche ya se había consultado a la policía y a los
principales hospitales, sin que hubiera noticias de la desaparecida.
Al otro día recibieron una llamada telefónica que electrizó
el aire. Atendió la tía y quedó pálida.
Según parece, Mariana se había presentado totalmente desnuda
en un sanatorio psiquiátrico, se la diagnosticó inmediatamente como
esquizofrénica, se la internó y quien llamó por teléfono estaba tratando de
conocer la identidad de la paciente para gestionar el cobro de los costos de
internación y tratamiento.
(Este es el Artículo Nº 2.232)
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