Ella — ¡Mirá que te va a hacer mal!...
Él — No me va a hacer mal, ¡ya me está haciendo mal! ¿O pensás que tus vaticinios nefastos son digestivos? … Y encima con ese tono de himno nacional que ponés para decírmelo.
Ella — Vos seguí así no más que después soy yo la que te voy a cuidar cuando te enfermes por no cuidarte.
Él — Contigo sos más optimista que conmigo. ¿No se te ocurre pensar que quizá me enferme pero después de que vos te mueras? ¿y ahí quién me va a cuidar? ¿Qué precauciones estás tomando para morirte después que yo? ¿Qué seguridad me estás dando de que contaré con tu valiosa colaboración el día que se cumplan tus profecías?
Ella — Seguí burlándote que «el que ríe último, ríe mejor». Comé y bebé lo que se te antoja sabiendo que el médico te dijo que para tener una vejez saludable hay que hacer ejercicio, tener una dieta balanceada, no beber alcohol, no fumar, dormir ocho horas,
Él —... tomar sol con «pantalla solar factor cuatro mil ochocientos», no usar microondas, hacerse un chequeo médico cada poco tiempo, tener una vida tranquila, tener una pareja estable. ¿Te das cuenta que los tipos quieren que todo el mundo esté preparado para ser astronauta?
Ella — No podés negar que la gente que cumple con todas esas recomendaciones, vive más años, tiene una vejez digna...
Él —...y una vida de porquería... El Pepe Rinaldi, después que enviudó hace doce años, no se casó más ¿sabés por qué?, porque dice que los «seres queridos» te quieren tanto que no te dejan vivir. Y lo que es peor, cuando ya te llegó la hora, presionan a los médicos para que no te dejen morir aunque lo estés pidiendo a gritos porque estás desesperado por el dolor y podrido de todos ellos. ¡Al Pepe Rinaldi habría que hacerle un homenaje en vida!
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