— ¿Qué opinión le merece el oficio de vendedor?
— Un vendedor es un muerto de hambre, un ignorante, un charlabarata, un inescrupuloso que lo único que hace es embaucar a la gente, estafarla, engañarla.
— ¿Algún otro mérito?
— Ya que me lo pide: son una porquería humana.
— Mi papá era un vendedor...
— ¡Ay, discúlpeme! ¡No lo sabía!
— No se haga problema, está bien. Lo que quería decirle es que él era una persona muy locuaz, nunca hizo dinero suficiente como para solventar su vejez, era un gran lector —pero de novelas de cowboy—, ofrecía las cosas con el perfil más favorable sin informar sobre sus defectos o inconvenientes. No sé si tenía algún amigo o sólo sabía tener clientes.
— Con todo el respeto que se merece su papá, usted no lo pinta con una personalidad muy agraciada.
— Es verdad, para mí tampoco era un héroe, pero algo tengo que reconocerle: no era tan arrogante como para creer que la gente lo aceptaría por su linda cara. Él estaba convencido que para ganarse el sustento tenía que convencer a los demás de que sus artículos eran comprables. Sabía que nada ni nadie es reconocido si no se ofrece con sus mejores características. Pamela Anderson tiene publicidad, Coca-Cola tiene publicidad, la madre Teresa de Calcuta tuvo publicidad, Freud, Lacan, Melanie Klein,...
1 comentario:
Me ha gustado leer tu blog, hay mucho de todo en él...
saludos
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