sábado, 27 de octubre de 2012

Un cierto encanto de los mentirosos



   
Las personas que llaman la atención por su discurso carente de veracidad, tienen de todos modos un cierto atractivo.

A veces conocemos personas que mienten reiteradas veces. Parece una (mala) costumbre. Aún cuando tienen todas las posibilidades de decir la verdad, se empecinan en distorsionar los hechos, modificar las historias, contar fábulas muy difíciles de creer, agregarle elementos fantásticos a hechos intrascendentes,  prometer soluciones, anunciar futuras proezas personales, asegurar que tienen una gran amistad con personalidades que parecen muy alejadas de su clase social, económica, cultural, política, educativa.

Para mejorar su perfil, todos estos apartamientos de la verdad lo muestran como alguien que dice ser muy inteligente, simpático, adivino del futuro y de las intenciones ajenas, ganador, arriesgado, valiente, seductor irresistible, digno de crédito, buen deportista, afortunado y hábil con los juegos de azar, poseedor de recursos materiales abundantes y costosos, protagonista de aventuras novelescas.

Aplicaré mi esfuerzo imaginativo para encontrar algunos méritos de estos personajes.

1) Estos personajes hacen un gran esfuerzo por agrandar su figura pero simultáneamente, quizá sin quererlo, también hacen un esfuerzo por ser divertidos, entretenidos, capaces de que el tiempo pase volando en su compañía.

Para ajustar esta dimensión, tenemos que compararlo con otro que haga lo contrario, es decir, que no hable, no se ría, no haga chistes y se presente como alguien tan desvalorizado que, también sin quererlo, nos deja la sensación de que estando en su compañía estamos perdiendo el tiempo. Estos aburridores son los que verdaderamente roban nuestro tiempo.

2) Una vez que conocemos a un personaje así y disponemos de la habilidad para aprovechar su presencia, podemos disfrutarlo aún más utilizando sus invenciones para dejar volar nuestra propia fantasía, como si consumiéramos una droga alucinógena, pero sin intoxicarnos orgánicamente.

Claro que asociándonos con ellos tenemos prohibido encarar asuntos serios.

(Este es el Artículo Nº 1.730)

viernes, 26 de octubre de 2012

Las mujeres uruguayas ahora son humanas



     
En Uruguay, las nuevas generaciones dejarán de ser gestadas y criadas por indignos animales domésticos, aunque tenían derecho a votar.

El 17 de octubre de 2012, el Senado del parlamento uruguayo aprobó una ley que autoriza a las mujeres que lo soliciten la interrupción de un embarazo antes de las 12 semanas de gestación.

Esto tiene algunas cosas positivas y una negativa, que es la contrariedad de muchas personas que no están de acuerdo.

Según lo que he mencionado varias veces, la conservación de la especie está repartida de forma muy desigual y me animo a decir que ellas tienen un compromiso del 80% frente a un modesto 20% de los varones (1).

La tarea más importante que tenemos como especie (conservarla) (2), está repartida biológicamente de esa manera.

Con esta ley, las que tienen mayor responsabilidad biológica son las que simultáneamente tienen más derechos. En este caso, el varón no tiene ningún derecho porque la ley no tiene previsto que ellos emitan algún tipo de opinión en una decisión que es estrictamente de la gestante.

Quizá en este caso haya un cierto perjuicio para los varones en tanto existen leyes que obligan a quien reconozca su responsabilidad paterna a que participen en los gastos resultantes de la crianza de los niños.

Lo que me parece más interesante es que desde ahora el cuerpo de las mujeres será de las ciudadanas y no del colectivo como era hasta ahora.

Efectivamente, si la ley le prohibía interrumpir su embarazo entonces el cuerpo que figuraba a nombre de esa mujer no estaba completamente a su disposición pues, una vez embarazada, estaba obligada a gestar quisiera o no quisiera.

A partir de esta ley en Uruguay, las nuevas generaciones dejarán de ser gestadas y criadas por indignos animales domésticos, aunque contaban con derecho a votar.

   
(2) Blog especializado en nuestra Única misión [conservar la especie]
http://launicamision.blogspot.com/

(Este es el Artículo Nº 1.729)

jueves, 25 de octubre de 2012

La prudencia es casi imposible



     
Tenemos dificultades para darnos cuenta cuando perjudicamos a otros y estos tienen dificultades para señalar nuestro error.

La prudencia es una característica más ideal que real. Suponemos que el ser humano, si se lo propone, logra controlar su ambición, puede moderar sus deseos de abusar de los demás, hasta podría enlentecer sus ganas de depredar a los semejantes.

Me animaría a decir que no somos prudentes, que la noción de equilibrio es rara, extraña, poco habitual.

Viene a cuento algo que he mencionado otras veces: tenemos una clara noción del concepto «propiedad privada» solo cuando refiere a nuestros bienes, pero cuando se trata de los bienes ajenos, la noción casi desaparece y apenas recobra algo de visibilidad si está fuertemente vinculada a castigos que le den volumen, peso, colorido.

Los desentendimientos que complican nuestros vínculos tienen como una de sus múltiples causas esta dificultad que tenemos para entender, suponer, imaginar, que los demás poseen una noción sobre «propiedad privada personal» tan fuerte como la nuestra y una noción sobre «propiedad privada ajena» tan débil como la nuestra.

En otras palabras, los demás sienten que «ESTO ES MÍO pero que esto es tuyo».

Si aceptamos estos hechos, podemos deducir que cuando nos vinculamos con otras personas (familiares, compañeros de trabajo, vecinos, correligionarios, proveedores, clientes), tendremos muchas dificultades para no perjudicarlos, ya sea porque intentemos abusar de su tolerancia, o pretendamos que nos ayude incondicionalmente, o que se haga cargo de algunos gastos nuestros.

En nuestra cultura no acostumbramos señalar estos errores, por eso nuestras víctimas solo tratan de ponerse a salvo pero sin avisarnos sobre cuál es el motivo de su fuga, porque no sabe cómo hacerlo, o porque quizá nos comprenda demasiado pues intuye que inconscientemente también abusa de otros, o porque es de mezquinos evitar a los abusadores.

Otras menciones del concepto «propiedad privada»:

               
(Este es el Artículo Nº 1.728)

miércoles, 24 de octubre de 2012

La humanidad personalizada



 
El día que logremos «la humanidad personalizada», la medicina, la educación de los estudiantes y la reeducación de los delincuentes, asumirán que todos somos esencialmente diferentes.

En otra oportunidad he comentado con ustedes algo sobre cómo los sistemas reeducativos de las cárceles no tienen en cuenta que las personas somos parecidas pero muy distintas (1).

En el video asociado a este artículo hago especial hincapié en el atraso que tienen la psicología y el psicoanálisis.

Es normal que la cabeza de un humano sea incapaz de imaginar otras realidades diferentes a la actual. Quizá los novelistas expertos en Ciencia Ficción sean los únicos capaces de concebir otros escenarios, en los que casi nada se parece a lo conocido sin que por eso las cosas pierdan su lógica humana.

Es así que podemos pensar que existirá otro conjunto que iguale o supere a The Beatles, aunque parezca imposible; si podemos enviar imágenes a largas distancias (tele-visión), algún día podremos enviar objetos, para gran consternación de las mensajerías; por supuesto que la cura del cáncer, sin la utilización de radicales amputaciones,  parece casi inminente... aunque no por eso logremos la inmortalidad, que seguramente es fruto de un atraso tecnológico que nos llevará más tiempo resolver.

Si esta línea de pensamiento fuera correcta, podemos imaginar que también le llegará su turno al psicoanálisis, que se encuentra empantanado desde hace décadas, sin que podamos salir de una retórica hueca.

La tecnología ya está casi pronta para que terminemos de darnos cuenta que los seres humanos somos muy distintos y que la igualación arbitraria, burda y tosca, es imprescindible porque aun no tenemos con qué detectar la singularidad que nos diferencia.

Cuando logremos «la humanidad personalizada», la medicina, la educación de los estudiantes y la reeducación de los delincuentes, asumirán que todos somos esencialmente diferentes.



(Este es el Artículo Nº 1.727)

martes, 23 de octubre de 2012

Las ventajas de la autocrítica



   
Aunque aplaudimos a quienes ejercen la autocrítica, debemos reconocer que así reciben el trato más benigno, parcial y condescendiente.

Aunque no lo tenía previsto tendré que remitirme nuevamente a un artículo que refiere a unos comensales que padecían hambre porque las cucharas disponibles eran demasiado largas (1).

En el cuento se dice que lo inadecuado de los utensilios puede resolverse si los comensales se dan comida unos a otros en vez que intentar inútilmente valerse por sí solos.

Necesito remitirme nuevamente al relato pero para señalar algo que refiere a la tan reclamada autocrítica.

Nos enseñan una y otra vez que los buenos ciudadanos deben ser capaces de reconocer sus propios errores y sus propias limitaciones.

En este sentido, es normal que felicitemos a quienes son capaces de criticarse, pero hay otro punto de vista que también puede interesarnos.

No podemos confiar demasiado a esos «buenos ciudadanos autocríticos» por aquella frase que dice «no hay mejor defensa que un buen ataque».

Por esta lógica de tomar la iniciativa, de cambiar el rol de receptor pasivo de opiniones, consejos, recomendaciones, al rol de quienes se adelantan a todos para decir «yo soy falible», «me equivoqué y lo reconozco», «¡qué grave descuido he tenido! En el futuro tendré más cuidado».

Si vinculamos la actitud de quien practica la autocrítica con la historia de las cucharas con mango largo, podemos decir que los exigentes consigo mismos toman la iniciativa porque saben que la autocrítica es la forma de que los errores propios sean juzgados con la mayor benevolencia, parcialidad y tolerancia.

En vez de aplaudir a quienes se rasgan las vestiduras autocriticándose con la mayor parcialidad que les conviene, quizá tengan mayores méritos aquellos que se dejan criticar por los demás, como si se dejaran alimentar por otros con cucharas de mango largo.



(Este es el Artículo Nº 1.726)