Llegamos demasiado temprano porque a mí se me
metió en la cabeza que la gente se atropellaría para sentarse lo más adelante
posible a pesar de que teníamos sillas numeradas y que habíamos pagado una
fortuna por ellas.
Para mi sorpresa, no fue así. Todo estaba muy
ordenado, la gente parecía civilizada y tengo que reconocer que me equivoqué.
No sé por qué estaba nervioso. En general los
espectáculos en vivo me producen ansiedad y tengo miedo de que en medio de la
función sienta deseos desesperantes de orinar.
Yo la miraba a Lilián más que a la infinita
cantidad de estímulos visuales, móviles, luminosos y coloridos que nos
rodeaban. Le miraba el perfil. ¡Estaba preciosa!
Cuando empezó el espectáculo apenas miré al
cantante para seguir mirándola a ella y empecé a «irme» de lo que me
rodeaba, a tal punto que sólo aplaudía cuando ella lo hacía, para seguir
mirándola.
«Volé» a un cumpleaños de 15, cuando la conocí y quedé fascinado con su cara,
la sonrisa, el pelo y la maravillosa forma de bailar.
Yo tenía fama conmigo mismo de que las que me
gustaban a mí gustaban de otro, pero milagrosamente comenzó a hablarme, la
invité a bailar y me aceptó, empecé a levitar con las canciones de los Beatles
que estaban en pleno furor.
Otros muchachos la invitaban a bailar, ella me
miraba a mí y les decía que estaba conmigo.
Luego fuimos novios. Recuerdo que para una
Noche Buena me gasté todo el aguinaldo para comprarle un vestido fantástico,
brillante, hasta el suelo, escotado adelante y atrás, que parecía diseñado para
ella.
Los hombres más altos y elegantes que yo le
decían piropos y ella seguía conmigo. Yo me preguntaba «¿Por qué a mí?» y hacía esfuerzos para no
ilusionarme con que mi suerte había cambiado.
Luego de
aquella Noche Buena, nos fuimos a bailar y luego a un hotel. Seguía mirándola y
era tan hermosa como Paul McCartney. Yo estaba enamorado de la cara de Paul y
en la cama, haciendo el amor con ella, la miraba y era idéntica.
Ahora, en
el concierto de Paul McCartney, no quiero ni mirarlo porque su rostro ha
cambiado. La miro a ella porque sigue tan divina como antes. ¡El dolor! El
maldito dolor me sacó del éxtasis, me retuerzo, ella se dio cuenta y pone su
mano sobre mi rodilla, ¡qué feliz llegué a ser y ahora esta maldita enfermedad!
¿por qué a mí?
(Este es el
Artículo Nº 1.564)
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