El arquitecto recordaba su deseo infantil de mirar a las
muchachas desde abajo de la pollera.
Varias de sus construcciones reproducen aquella escena tan deseada. Sus casas son enormes muñecas, construidas a escala y con los detalles más realistas.
Vivir en ellas lo erotiza intensamente. Aunque construyó varias, las ocupa alternadamente y nunca quiso vender ninguna.
A
semejanza de El retrato de Dorian Grey, las piernas mantienen la lozanía
juvenil y el consiguiente deseo erótico del habitante, pero un día todo eso cambia
repentinamente hacia el envejecimiento y la indiferencia sexual.
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