domingo, 8 de febrero de 2015

Un día de domingo




Este relato hablado se llama así porque lleva el nombre de una canción fascinante, interpretada por la señora Gal Costa y por el señor Tim Maia.

Para entender el relato, y para entenderme a mí, tendrían que escuchar esa canción accediendo al siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=iXZUCyTcYzQ

Como ustedes podrán apreciar, mis padres (en la ficción) se amaron repentinamente, con pasión. Mi mamá (Gal Costa) deseó tener un hijo de Tim Maia, con un deseo irrefrenable, loco, desesperado.

Este fue un excelente comienzo para mí..., aunque después las cosas no parecieron rodar demasiado bien.

Efectivamente, mis padres tuvieron que entregarme en adopción a una señora muy cariñosa, que prefirió hacerse cargo de mi crianza con tal de que sus cantantes preferidos (mis padres) no dejaran de cantar canciones tan maravillosas como Un día de domingo.

Mi vida fue errante desde la más tierna infancia. Pasé de adoptante en adoptante, incorporándome a distintas familias con muchos niños.

De esta manera amé y fui amado por muchos padres adoptivos y por una legión de hermanastros, primos, tíos.

Fui alumno de varias escuelas y liceos, ubicados a lo largo y ancho del enorme territorio de Brasil. Con la mayoría de los parientes y de los compañeros de estudio somos amigos en Facebook.

Cualquiera puede pensar que esta vida fue sobrecargada de abandonos, pero no fue así. Estuvo plena de personas que me deseaban porque yo siempre amé a personas que no tuvieran mi misma sangre. Me parece que la magia de esta vida nómade estuvo dada porque todos admiraban y necesitaban el arte de mis padres. Me consideraban portador de la sangre de aquellos artistas que los hicieron soñar, enamorar, reír y llorar.

Hoy quiero a muchas personas como a mis hermanos, a muchos otros como si fueran mis padres, o a mis hijos.

Afectivamente, ustedes y yo, quizá no somos tan diferentes.

(Este es el Artículo Nº 2.254)


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