sábado, 17 de marzo de 2007

Cacique «Toro con piercing»



— Señor Funcionario, indio quiere tener nombre más corto.
— ¿Cuál es actualmente señor Indio?
— «Gran nube gris que viaja por el cielo llevando noticias».
— ¿Y ahora cómo quiere llamarse?
— FAX.
Fructuoso Rivera (1)
De su libro inédito Se me fue la mano



En cada uno de nosotros hay un indio. Que tengamos largas sesiones de espejo para peinarnos de tal forma que no se nos vea la pluma, es lo mismo que tratar de ocultarnos esas primeras canas que nos señalan cómo el tiempo también pasa para nosotros. Somos indios envejecibles.

El indio es un tipo que tiene casi todo resuelto porque ya sabe qué tiene que hacer con las dificultades de la vida: todo se resuelve en un plano político-religioso, con abundante tráfico de influencias, recomendaciones, coimas, sobornos, actos multitudinarios, jefes, disfraces, inmolaciones (siempre públicas y ostentosas).

Además todo tiene una rutina-ritual para que no haya equivocaciones y el costo de educar a las nuevas generaciones sea lo más bajo posible. Los indios urbanos cambiamos algunas cosas para que todo siga igual y hacemos economías pagándole bajos salarios a los docentes.

Ni que hablar que le burocracia es absolutamente indígena. Nos diferenciamos en que ellos no utilizan sellos de goma.

Si observamos la edad promedio de nuestros gobernantes, jueces y prelados, podemos constatar la tesis de que acá también tenemos una gerontocracia. Somos una cultura que se maneja con lo empírico. La experiencia es la única fuente confiable de sabiduría. Lo que pasó una vez, volverá a pasar exactamente igual. La compulsión a la repetición es política de estado. Sabemos que matemáticamente

Martes = Lunes + 24 horas

con lo cual no hay nada nuevo ni podrá haberlo. Todos trabajaremos para que así sea. Si la naturaleza se empecinara en que nadie pueda “bañarse dos veces en el mismo río”, construiremos una represa, un embalse, un tanque australiano, pondremos una palangana, no sé, algo tendremos que hacer para que todo siga igual.

La medicina, la química farmacéutica, la moda, los medios de comunicación, todos somos cómplices a la hora de negar que las pérdidas existen, que los cambios son inevitables y constantes, inclusive el último, el definitivo, al que no quiero mencionar porque acá todos nos creemos inmortales. ¡Ay, perdón! Se me escapó.

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(1) Si bien el epígrafe es ficticio, Fructuoso Rivera efectivamente existió y fue el responsable de la extinción total de los indígenas del territorio uruguayo. En reconocimiento a ese genocidio patriótico, llevan su nombre un departamento y varias calles y avenidas. Curiosamente, muchos uruguayos manifiestan —con fervor humanístico— contra otros genocidas y belicistas, quizás transitando alguna de esas calles o avenidas.

reflex1@adinet.com.uy

2 comentarios:

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