sábado, 7 de noviembre de 2009

Administración del desequilibrio

En el artículo titulado El budismo zen les comento la suposición de que la naturaleza se vale de provocarnos desequilibrios (hambre, sueño, dolor) para que nos movamos pues la quietud es contraria a la vida.

Complementariamente, nos atrae con el placer (alivio, diversión, alegría).

Con el dolor nos empuja y con el placer nos atrae. Por causa de ambos nos movemos lo necesario para que el fenómeno natural que llamamos vida (respirar, transformarnos, reproducirnos) se continúe el mayor tiempo posible.

A veces los seres humanos transgredimos las Leyes de la Naturaleza.

Una forma de transgredirlas (¡y que preferiría seguir haciéndolo!) es postergar el momento de nuestro fallecimiento.

El combate eficaz a ciertas dolencias y enfermedades logra que podamos sortear algunos obstáculos que —sin la intervención de la medicina— habrían terminado con nuestra existencia.

Detrás de las dietas, cirugías y medicamentos, sigue la naturaleza con sus criterios, intentando hacernos mover mediante la aplicación de dolor y el ofrecimiento de placer.

Como la medicina logra eludir este procedimiento natural, entonces tiene que recurrir a sugerir que las personas que participan de esta evasión de las Leyes de la Naturaleza hagan ejercicio físico.

La mayoría pensamos que es imprescindible mantenernos activos haciendo ejercicio voluntariamente (gimnasia, nadar, andar).

Esta necesidad de hacer ejercicio sin otro motivo que hacer ejercicio, podría ser la consecuencia de nuestra transgresión a las Leyes de la Naturaleza con el objetivo de prolongar nuestra existencia un poco más.

En suma: necesitamos movernos a propósito (porque sí, sin un objetivo práctico, irracionalmente) cuando eludimos los mecanismos naturales para conservar la vida aplicándonos técnicas médicas (dietas, medicamentos, etc.) que alteran artificialmente nuestra existencia.

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viernes, 6 de noviembre de 2009

La violación como castigo

«La confianza mata al hombre» es un proverbio.

Podría expresarse de una manera más explícita reformulándolo para que diga: «La omnipotencia es fatal» o «La soberbia adelanta la fecha de fallecimiento» o «Ignorar las propias debilidades es otro método de suicidio».

Es muy necesario que los humanos tengamos información sobre cómo funciona nuestro cuerpo. Los cachorros humanos, carentes de los instintos perfeccionados que poseen otras especies, tienen que ser educados durante muchos años.

La sexualidad es una asignatura obligatoria porque involucra la supervivencia de nuestra especie.

Para reproducirnos tenemos que estar aptos. No alcanza sólo con la fertilidad sino que se requiere un cierto grado de disposición afectiva.

Las mujeres que se embarazan pero quieren abortar, no están en condiciones de ser madres y —por el bien de ellas y de sus hijos— es mejor no violarlas, es decir, es mejor no imponerles algo que no desean.

Desde mi punto de vista quienes se oponen a legalizar el aborto por razones éticas pueden desconocer que ellos también podrían concebir involuntariamente porque el deseo sexual no siempre puede ser controlado.

Suponer que las mujeres que se embarazan «debieron pensarlo antes» es una forma de creerse omnipotentes.

La actitud contraria al aborto es una forma de auto proclamarse poderoso, capaz de vencer al instinto.

El mensaje implícito equivale a decir: «Yo controlo mi deseo» o «Mi instinto nunca podrá conmigo» o «Puedo administrar mi existencia».

Luchar contra el aborto nos permite imaginarnos poderosos, autocontrolados, disciplinados, seres superiores.

Por eso, quienes esto imaginan, son felices prohibiendo el aborto.

Algunos agregan otro ingrediente: Cuanto más castigan a las mujeres que desean interrumpir su embarazo, más grandiosos se sienten.

Por eso, quienes agregan este otro ingrediente, son felices violando.

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jueves, 5 de noviembre de 2009

Higiene terminal

Hace unos días publiqué un artículo titulado «Sistema inmunológico explotador» en el que sugería que los trabajadores de la salud necesitan que nuestro organismo no se cure sin su intervención.

Nuestro sistema inmunológico realiza una complejísima actividad, perfeccionada durante millones de años, que no sólo está capacitada para defendernos de los microorganismos que nos asedian sino que está preparada para repeler microorganismos que aún no existen en nuestro ambiente.

Su inteligencia va mucho más allá que eso. Sabe diferenciar a las células extrañas buenas de las malas. Por ejemplo, no combate los espermatozoides que podrían fecundar a la mujer.

Permite la acción de bacterias extrañas que nos ayudan en el proceso digestivo (flora intestinal).

Es capaz de reconocer tejido propio como enemigo cuando algunas células se vuelven patógenas por mutación (tumor).

Teóricamente es legítimo pensar que los trabajadores de la salud combatan inconscientemente al sistema inmunógeno para potenciar su fuente de trabajo.

Como digo en varios artículos anteriores,

— la culpa es una fantasía desvinculada de la realidad material;

— la naturaleza nos gobierna;

— somos simples testigos (no participativos) de lo que nos pasa;

— inventamos (como reacción adaptativa) el concepto culpa para mejorar nuestra convivencia y también porque no podemos soportar esta carencia de control que tenemos sobre nuestras vidas.

Resumiendo las premisas: 1) Los trabajadores de la salud pueden sabotear inconscientemente (atrofiar, empobrecer) nuestro sistema inmunológico para mejorar sus ingresos y 2) Esta sería una reacción adaptativa, natural e inevitable porque es un acto impuesto por la naturaleza.

Y termino con un ejemplo de cómo podría estar generándose la atrofia del sistema inmunológico: Todas las técnicas higiénicas inhiben la producción de anticuerpos, aumentando nuestra vulnerabilidad.

Lamentablemente la higiene excesiva que forma parte de nuestra cultura nos vuelve más enfermables y más dependientes de los trabajadores de la salud.

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Menos culpa y menos estrés

En el artículo publicado ayer con el título La suerte de Eva les comentaba que —según cierta forma de razonar—, todo lo que nos acontece responde a causas aleatorias, fortuitas, generadas por el azar.

En otros artículos he mencionado que la Ley Natural posee la máxima jerarquía mientras que la Ley de los Hombres ocupa un segundo nivel jerárquico.

Si fuera correcto aceptar la condición aleatoria de nuestras circunstancias, tendríamos que eliminar el sentimiento de culpa.

Mejor dicho: deberíamos eliminarlo de la Ley Natural ya que para ella no somos protagonistas de nada, sólo cumplimos sus órdenes.

No ser protagonistas significa que nuestros errores son causados por la mala suerte y que los aciertos son causados por la buena suerte.

Pero eso sí —según nuestra forma de organizarnos para convivir lo mejor posible—, tenemos instaurado el concepto de culpa, responsabilidad, justicia, enjuiciamiento e inclusive castigo.

Estos conceptos emergentes de la Ley de los Hombres no son naturales.

Si tuviéramos bien entendido que estamos influidos por dos códigos diferentes, podríamos pensar que la culpa no existe sino solamente el delito.

Pero, a su vez el delito no es más que un diagnóstico social (según criterios de la Ley de los Hombres).

De hecho, cuando somos aplaudidos estamos gozando de una buena suerte y cuando nos castigan estamos sufriendo la mala suerte.

Entendido esto, podemos vernos como pasajeros de un cuerpo que tiene su propio conductor (la naturaleza con sus infinitas redes de causas y efectos). Si lo entendiéramos así podría descender el estrés que se nos produce cuando nos creemos protagonistas y culpables.

Nos quedaríamos con el estrés básico que usa la naturaleza para perpetuar el fenómeno vida en cada ejemplar y en cada especie y para el cuál sí estamos preparados y no nos hace daño como el artificial.

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martes, 3 de noviembre de 2009

La suerte de Eva

Aunque todo comenzó con una combinación aleatoria de los genes que formaron mi primera célula, iniciaré esta historia en el momento del parto.

Si hubiera tenido la suerte de que mi mamá hubiera tenido la intuición de entenderme desde el principio, si ella hubiera respondido adecuadamente a mis necesidades cuando yo no sabía expresarme, entonces yo habría sido una persona confiada en que el mundo está hecho para mí y yo estoy hecho para el mundo.

En otras palabras, esas primeras experiencias me habrían convencido de que el mundo y yo nos llevamos muy bien, que tenemos feeling, que entre nosotros hay simpatía y empatía ... y si en algún momento nos enemistáramos, estaría confiado en una pronta reconciliación.

Pero mi suerte fue otra. Mi mamá a veces acertaba y otras veces no acertaba con mis necesidades. Entonces desarrollé la sensación de que mi relación con la humanidad es variable. Nunca estoy seguro de cómo me irá en el trato con los demás. La filosofía me aporta ideas sobre cómo piensan los demás y con esas ideas puedo tener un poco de tranquilidad en cuanto a que sabré qué hacer cada vez que no me lleve bien con mi entorno.

Si hubiera tenido la mala suerte de que mi mamá no me hubiera entendido nunca, que siempre que tenía frío me daba de comer y que cuando estaba angustiado me cambiaba los pañales, hoy no tendría cómo vincularme con ustedes, tendría que vivir dentro de mí, debería apartarme de la realidad.

A modo de reflexión final (y no menos importante) observen que siempre hablé de «suerte». Es decir, si soy muy feliz, bastante feliz o desdichado, es pura casualidad, suerte, azar.

Mi mamá fue como fue también por casualidad y así hasta Eva.

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lunes, 2 de noviembre de 2009

La cirugía es tétrica

— Fulano se hizo famoso porque escribió doce novelas.
— En realidad escribió una sola pero la publicó con doce tapas diferentes.


Este diálogo irónico tiene algo de psicoanalítico.

Según el psicoanálisis siempre pensamos más o menos lo mismo, pero a lo largo de la vida y de las circunstancias lo expresamos de forma diferente.

La misma teoría dice que esto es así siempre y cuando no se atraviese un trabajo psicoanalítico. En este caso la forma de pensar, de sentir y de ser, cambian.

Jacques Lacan, luego de mucho pensarlo, encontró la forma de decirlo como para que nadie lo entienda:

El significante es lo que representa a un sujeto para otro significante.

En el artículo titulado Polígamo, monógamo o gay les contaba la historia de una mujer que cuando vio a un varoncito orinando de pie, se obsesionó con que quería tener un pene.

Y ahora reorganizo las ideas para sacar alguna conclusión:

Un hecho fortuito (obsesionarse al ver un niño orinando) se convirtió en significante (lo que da significado a la vida, una razón de ser, una misión) que representó a esta mujer (ocupó su lugar, actuó por ella, la gobernó, la esclavizó) ante la familia, la sociedad, sus referentes (otro significante).

En el caso de esta mujer contamos con un objetivo (significante) bien fácil de reconocer (tener un pene) pero la mayoría tenemos significantes menos específicos aunque casi todos apuntan a lo mismo: ser amados.

Y es este objetivo único el que nos lleva a repetir siempre las mismas ideas (aunque con palabras diferentes).

Un tratamiento psicoanalítico nos hace entender lo que buscamos (ser amados) y a partir de ahí lo seguimos buscando, pero ya no tan obsesivamente como la mujer que quería tener un pene a toda costa.

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domingo, 1 de noviembre de 2009

Domingo de tarde. Llueve.

La mejor forma de evitar una autoeliminación es imaginar que la muerte propia no nos importa.

Para esto está el humor negro, los relatos macabros y lo que se me ocurrió este domingo lluvioso y aburrido ... ideal para matarse aunque sea por diversión.

Quiero elegir epitafios para mi tumba. Busco algo que detenga a quienes pasen ante ella.

Esta expresión literaria es valiosa porque hace pensar que ahí está la síntesis de toda una vida.

«Fui el que quise ser».

Este no porque los envidiosos también van al cementerio.

«De haberlo sabido, ni nacía».

Muy negativo. Van a pensar que fui un fracasado.

«Si no cambié estando vivo, menos cambiaré estando muerto».

Está lindo. Rebelde, contestatario, categórico.

«Mi grandeza se la debo a los mediocres como tú».

Éste sería el mejor si alguien me conociera.

«Fui un genio de la simulación, pero esta vez pueden creerme».

No está mal. Un muerto no tiene por qué ser modesto. ¿Cómo no tolerar un poco de jactancia reivindicativa a quien perdió hasta la vida?

«Me maté cuando supe que la vida no era más que esto».

Intrascendente y estúpido. Parece filosofía de Power-Point con música de flauta.

«Para conocer tu futuro, sólo levanta la tapa».

Ja, ja, está bueno. Tiene doble sentido, dramatismo, parece inteligente.

«Liberen al linyera que el violador homicida fui yo».

¡Oh!, ¿qué es esta confesión? ¿Querré matarme por la culpa?

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