Los temas de dinero son difíciles de manejar. Nos
cuesta pagar o cobrar. Lo usamos diariamente pero la experiencia no siempre
alivia las inhibiciones que nos provoca. Mariana tiene su manera de resolver
este problema.
Madre del alumno - ¿Qué opinás…?, ¿Robertito
aprobará el examen?
Mariana – Si seguimos a este ritmo, creo que
sí. Tu hijo es inteligente, pero, un poco vago, como todos los adolescentes.
Madre del alumno – ¡Creo que le caíste bien!
Sos mucho más severa que los profesores del liceo. No sé si te diste cuenta…,
pero anteayer estuvo a punto de abandonarte.
Mariana – ¿Abandonarme? en esta época es
difícil poner límites…
Madre del alumno – Yo ya colgué los guantes. Acá la que pone un poco de
orden es la conserje, la señora gorda que siempre te pregunta si deseás comer o
beber algo.
Mariana –
Aunque te parezca mentira, poner límites es difícil para todo el mundo, pero es
mucho más difícil para quienes no cuentan con la ventaja de ser pobres.
Madre del alumno
(riendo) - ¡A ver, a ver!, ¿cómo es eso de “la ventaja de ser pobre”?
Mariana – Para
los pobres es fácil decir no a esto y no a lo otro, alegando escasez de dinero,
pero para quienes no cuentan con esa escasez, ¿qué alegan?, ¿cómo le niegan una
satisfacción al hijo demandante? Cuando un rico niega lo hace gastando su costo
político, arriesgándose a perder el afecto del hijo, exponiéndose a una bravata
escandalosa, a una reivindicación desde la injusticia, el maltrato, la
desconsideración.
Madre del alumno – ¡Ah!
Parece que conocés bastante de familias ricas...
Mariana –
Muchas madres de tu clase social me contratan porque felizmente no me molestan
quienes tienen más riqueza que yo. Me gusta el lujo, los autos caros, las
cocinas amplias con muchas heladeras y máquinas como si fueran un restorán.
Cuando era niña veía todo eso en las películas norteamericanas y ahora, gracias
a mi profesión, puedo verlos desde cerca.
Madre del alumno – Qué
bien... Me alegro. Te espero el próximo lunes. Estoy deseando que salve ese
examen.
Mariana –
Habíamos quedado en que hoy me pagarías las clases ya dadas.
Madre del alumno - ¡Ay!
¡Caramba, qué contrariedad! Sabés que ahora no tengo nada de efectivo. Te pago
el lunes, en cuanto llegues.
Mariana –
Lamentablemente, no va a ser posible. Si no tenés efectivo te pido que me hagas
un crédito a mi cuenta en el Banco Zonal.
Madre del alumno – No sé
usar la computadora. Mi hijo mayor es quien se encarga de todo eso y vuelve el
lunes porque está en el campo.
Mariana – Está
bien. Si no podés pagarme, no podré volver el lunes.
Madre del alumno - ¡Ay, Mariana,
por favor, no podés hacerme eso justo ahora! ¡No podés ser tan rígida!
Mariana – Quizá
sea rígida. Prefiero decir que soy prolija, que tengo palabra y, sobre todo,
que respeto los límites.
Madre del alumno - ¡No
puedo creer que me hagas esto! Nunca me había pasado. ¿Acaso piensas que no voy
a pagarte?
Mariana – Lo
que pienso es que yo le di clases a Roberto como habíamos pactado y que tú no
estás pagándome como habíamos pactado. Tenés que corregir tu actitud. Tu
ejemplo es más importante para tu hijo que toda mi enseñanza.
Madre del alumno – Te
acompaño hasta la puerta. No sé qué decir. Estoy confundida. Me estás
avergonzando. Quizá no te des cuenta con quién estás tratando.
Mariana – De
vos depende que tu hijo reciba el resto de las clases. Ojalá consigas el dinero
a tiempo. Espero tus noticias. (Mariana
se despide besando en la mejilla a la Madre
del alumno, acariciándole el hombro como para alentarla).
(Este es el Artículo Nº 2.251)
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