Los seres humanos ya no tenemos picazón en la
espalda porque su alivio depende de una
dependencia que preferimos evitar.
Le comentaré lo que comenzó
siendo una observación personal, pero que luego, al comentarla con varias
personas, resultó ser que otros también habían visto algo parecido pero nunca
lo habían pensado como para comentarlo.
La picazón, el escozor, un
prurito, son sensaciones corporales que se convierten en placenteras cuando las
rascamos.
Un refrán dice: «Comer y rascar, es
todo empezar».
La observación mencionada refiere a que antes, hace más de 10 ó 20 años,
era normal que la gente tuviera picazón en la espalda.
Esta sensación incómoda daba lugar a que, entre personas de mucha
confianza afectiva (novios, cónyuges, padres con hijos), se pidieran ayuda para
que rascaran la zona urticante.
Este fenómeno favorecía un contacto físico placentero,
hedonista, complaciente.
Pedirle a un ser querido que nos rasque implicaba orientarlo
verbalmente: «más arriba», “no tanto, un poco más abajo”, “ahí, ahí, sí,
aaaaahhh”.
Comprendo que esto suene muy ridículo, pero parece cierto.
Quienes no exijan la encuesta de alguna supuesta Universidad norteamericana de
renombre, podrán admitirlo como una hipótesis a confirmar.
Hasta los niños están dejando de pedirle a la madre que les
rasque la espalda.
Por el contrario, el escozor que parece estar de moda es en
los tobillos.
No solamente esta zona es accesible a varios insectos
irritantes sino que aquel picor hedonista en la espalda parece haber migrado a
los tobillos.
Abusando de esta hipótesis tan particular, podemos pensar
que el ser humano ahora es menos afectuoso y que la cultura consumista, que
sugiere «arreglárnoslas solos», podría estar influyendo para que la picazón
ahora permita el auto-rascado, la auto-complacencia individualista, en tanto
para rascarnos la espalda necesitábamos a un ser querido pero para rascarnos los
tobillos no.
(Este es el Artículo Nº 1.787)
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12 comentarios:
JAJAJA!!!!!!!!!!!
Me causó mucha gracia el videocomentario. ¡Qué ocurrente es usted! Usa una buena metáfora para que nos demos cuenta de que cada vez nos las arreglamos mejor para estar solos. Desde mi punto de vista eso lleva, a la corta o a la larga, al padecimiento mental. No es un tema menor.
Conozco a unos cuantos que dicen: ¨el buey solo bien se lame¨.
Los que dicen eso, Olga, son personas que han sufrido a causa de intentos de pareja que se han visto frustrados.
Ahora mismo, me está picando la espalda, Doc.
Cada vez me vuelvo más obsesiva. Por eso me está sucediendo algo terrible: cuando me rascan la espalda no llego al ¨ahhh!¨. El otro se afana por la derecha y por la izquierda, más arriba o más abajo, pero nunca le da en el punto. Tengo que rascarme con el cepillo que uso para lavarme la espalda.
Estoy obsesiva e intolerante. Me pongo muy nerviosa cuando no encuentran ese punto justo de una décima de milímetro de espesor. Entonces me enojo, y cuando me ven enojada, agarran y se van.
Estoy como el buey, pero muy fastidiada.
Me estoy rascando los tobillos mientras escribo esto. Miro por la ventana y oscurece. Pronto se hará de noche.
Los niños le piden a otros niños que les rasquen la espalda. Eso lo hacen cuando están en la escuela o en clase de inglés o en la piscina. No pueden pedirle a la mamá porque está trabajando y después se va al gimnacio.
En el gimnasio todos se miran pero nadie se rasca la espalda. Sólo los adolescentes tienen tiempo para eso. Y cuando lo hacen los adultos protestamos: ¨¡tendrías que concentrarte en tus estudios!¨.
Cuando el escozor migra a los tobillos tenemos que inclinarnos. Cuando nos inclinamos no vemos al que tenemos adelante.
No es tan fácil conseguir a alguien con la suficiente paciencia, tolerancia y tiempo como para que te rasque la espalda. Uno puede tener ganas, pero si el otro no quiere, a llorar al cuartito.
En algunas universidades europeas y norteamericanas, además de otras japonesas y hasta australianas, han descubierto que la picazón nunca viene una sola vez. Han dicho que esta es una verdad irrefutable, tan cierta como que existimos porque estudiamos el picor.
Olga, tampoco nos olvidemos que un buey es un toro castrado, no se si eso te dice algo.
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