domingo, 24 de junio de 2007

Recalentamiento global

Para quienes desean encontrar la explicación profunda de las cosas, les ofrezco un razonamiento incuestionable.

Premisa 1. El ser humano es el único que estropea el medio ambiente. El resto de las especies no lo hace. Este comportamiento habla muy mal de su inteligencia.

Premisa 2. Es por todos conocido que las parejas incestuosas tienen hijos tarados.

Premisa 3. Cuando nos remitimos al «documento de los documentos» (la Biblia), constatamos que Dios creó a Adán y Eva. Esta pareja (de origen divino) tuvo hijos que luego se fecundaron entre sí (es decir, entre hermanos).

Conclusión: Si juntamos todo, llegamos a la explicación que les prometí: el ser humano es tarado porque tiene un origen incestuoso.

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Nota casi importante: Todos los textos de este blog son escritos por mi (Fernando Mieres), pero son pensados y redactados por personajes ficticios que no saben utilizar la computadora. Muchas veces me siento tentado a discutir con ellos, pero finalmente me pregunto: "¿y quién soy yo para poner en duda la verdad de alguien?"

sábado, 16 de junio de 2007

Duelo de brujos

Médico — ¡Pero licenciado, hace seis años que no se hace un control médico! ¡Cómo puede ser ese descuido!

Psicoanalista — Y usted doctor ¿cuántos años hace que no consulta a un psicoanalista?

Médico — Eso no tiene nada que ver. La medicina preventiva salva muchas vidas. Del psicoanálisis no podemos decir lo mismo.

Psicoanalista — Le termino el pensamiento: la medicina preventiva salva muchas vidas propias; el psicoanálisis preventivo salva muchas vidas propias y ajenas.

Médico — Ustedes los psicólogos son hábiles con las palabras y si discuto con usted voy en desventaja. Ustedes descienden de los sofistas y nosotros de Hipócrates. Genéticamente tenemos diferentes dotaciones.

Psicoanalista — Los médicos regañan a sus pacientes igual que un propietario rezonga a su inquilino porque no cuida bien su casa. ¿De quién es mi cuerpo? ¿mío?, ¿suyo?, ¿del gobierno?

Médico — El cuerpo es suyo licenciado, pero la medicina lo asesora para que después no pretenda que nosotros hagamos milagros recuperando una salud que usted perdió negligentemente. Una compañía de seguros no lo indemniza si le roban porque usted dejó su casa abierta.

Psicoanalista — Ahí está su confusión. Si compara a la medicina con una compañía de seguros, está dando por sentado que son capaces de asegurar algo cuando en realidad un acierto terapéutico en la mitad de los casos tratados es todo un éxito. Igual que con el psicoanálisis. ¿Se da cuenta que tenemos más semejanzas que diferencias?

Médico — Reitero: usted es un «hábil declarante».

Psicoanalista — Como usted quiera doctor, pero tengo un dolor acá: asesóreme por favor, así puedo decidir cómo lo soluciono.

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sábado, 9 de junio de 2007

Pardaflorismo (1) crónico

Amelia — ¡Pero me vas a decir que nunca te vinieron ganas de matarla de un sillazo!

Camelia — Ahora que lo decís con todas las letras, creo que sí y que no me había animado a reconocerlo. Mi hija sabe cultivar mi odio con un talento portentoso.

Amelia — ¡Ahí está! ¡Ahí está! ¡Desahoguémonos, por favor! ¡No podemos soportar la guerra que nos hacen estas desgraciadas y encima tener que disimular la bronca porque queda mal perder la paciencia con una bebita!

Camelia — A mi me hace bien compartir los sentimientos de culpa que me atacan cuando me siento una madre desnaturalizada. Después retomo el suplicio con más resignación.

Amelia — Cuando yo podía pagar una terapia, la psicóloga me escuchaba y no me decía nada. Para mí que ella tampoco se sentía autorizada a confesar sus siniestros deseos de acogotar a su hijo.

Camelia — Mi padre —que igual se te pone a filosofar sobre la sombra que proyecta una cucaracha—, me dice que la vida tiene dos motores: uno que te empuja (el dolor) y otro que te atrae (el placer).

Amelia — Si tu padre tuviera razón, entonces esta mocosa es como un surtidor de nafta porque, así como te digo una cosa también te digo la otra. A veces se me erizan los pelos de la nuca cuando recuerdo que llegamos hasta la misma puerta del abortero y, sin saber por qué, con Miguel nos dimos vuelta. Todavía hoy nos preguntamos qué fue lo que nos provocó esa decisión sin palabras.

Camelia — Mi madre siempre cuenta que su hermana era fanática de los ravioles de ricota, pero mi abuela se volvía loca porque la niña se los comía a toda velocidad, pero siempre, siempre, dejaba dos sin comer. ¿Podés creer?

Amelia — Ahí está, ¿ves? Algo que todavía no me explico es porqué mis padres siempre quisieron más a mi hermana. Yo me mataba por no contrariarlos jamás en nada y la otra les hacía la vida imposible, le vivían gritando, rezongando, pero cuando yo cometía algún error, me ponían en penitencia. Para los cumpleaños y los Reyes Magos, a ella le hacían regalos más lindos que a mí. No sé, no entiendo nada.

Camelia — A veces pienso que hay gente que tiene la virtud de hacer calentar a todo el mundo, pero la quieren porque cuando sentís el enojo te das cuenta de que estás viva.

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(1) El término pardaflorismo surge del dicho popular «Es como la Parda Flora: Cuando se la ponen, grita y cuando se la sacan, llora»; en otras palabras, a quien padece pardaflorismo, nada le viene bien.

sábado, 2 de junio de 2007

El hijo de la modelo

Zulma (muy nerviosa) — Por favor Zulema, escuchame lo que te voy a decir porque es terrible lo que acaba de pasarme. ¡Mi hijo Zacarías intentó violarme! Viste que él tiene pasión por la fotografía y la filmación. Yo siempre lo aliento para que persevere con su vocación, que estudie, que practique, que se vincule con gente que algún día pueda comprar su trabajo. El hecho es que muchas veces me ha pedido que yo fuera su modelo y, por supuesto, que me he prestado gustosa porque una por un hijo hace lo que sea, ... bueno, en este caso reconozco que no ha sido un sacrificio porque a mí me gusta mucho que me fotografíen y que me filmen. Desde que empezó con esta vocación, muchas veces me lo ha pedido y yo gustosamente, dejo todo lo que tenga para hacer y hago lo que él me pide. Las modelos tienen que soportar la tiranía de los fotógrafos. Una se cree que ellas lo pasan muy bien pero hay que reconocer que tiene que aguantar gritos, frío, cansancio, lugares agrestes, desnudeces. El dinero que cobran, te puedo asegurar que se lo ganan. Como te decía, hoy me pidió que posara para él aprovechando el sol que había en el fondo de casa. Ahí realizó una cantidad de tomas y luego me dijo que quería terminar la sesión de fotos sobre la cama que conservo de cuando estaba casada. Me pidió que mentalizara una situación erótica y que encarara a la cámara con gestos seductores. También accedí a quitarme algo de ropa y en determinado momento se puso como loco, se me tiró encima, me arrancó el soutien, me empezó a besar en el cuello y yo desesperada a tratar de sacármelo de encima. No quise gritar por los vecinos pero te juro que no sé de dónde surgían mis fuerzas. Quizá de mi desesperación. Intentaba sacarme la tanga y yo le agarraba las manos para evitarlo. Nunca me lo imaginé así a Zacarías, que siempre fue un niño obediente, educado, respetuoso. ¡Era un monstruo Zulema! No te imaginás lo espantoso que fue todo. Al final, como no pudo penetrarme, se ve que reaccionó, se subió el cierre del pantalón, y se fue dando un portazo. Yo quedé ahí, exhausta, tirada en la cama, llorando, sin saber qué hacer. ¿Te das cuenta que espanto?

Zulema (enojada) — ¿Pero qué te pasa Zulma? ¿Pensás que me voy a creer esa historia erótica? ¡Nadie que haya pasado por un trance así, habla con tanta claridad y organización discursiva como lo acabás de hacer! ¿Por qué hacés todo esto?

Zulma (sollozando) — Estoy loca, Zulema. Tenés razón: esta historia es inventada. Quería excitarte porque hace dos meses que no puedo sacarte de mi cabeza.

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