sábado, 9 de junio de 2007

Pardaflorismo (1) crónico

Amelia — ¡Pero me vas a decir que nunca te vinieron ganas de matarla de un sillazo!

Camelia — Ahora que lo decís con todas las letras, creo que sí y que no me había animado a reconocerlo. Mi hija sabe cultivar mi odio con un talento portentoso.

Amelia — ¡Ahí está! ¡Ahí está! ¡Desahoguémonos, por favor! ¡No podemos soportar la guerra que nos hacen estas desgraciadas y encima tener que disimular la bronca porque queda mal perder la paciencia con una bebita!

Camelia — A mi me hace bien compartir los sentimientos de culpa que me atacan cuando me siento una madre desnaturalizada. Después retomo el suplicio con más resignación.

Amelia — Cuando yo podía pagar una terapia, la psicóloga me escuchaba y no me decía nada. Para mí que ella tampoco se sentía autorizada a confesar sus siniestros deseos de acogotar a su hijo.

Camelia — Mi padre —que igual se te pone a filosofar sobre la sombra que proyecta una cucaracha—, me dice que la vida tiene dos motores: uno que te empuja (el dolor) y otro que te atrae (el placer).

Amelia — Si tu padre tuviera razón, entonces esta mocosa es como un surtidor de nafta porque, así como te digo una cosa también te digo la otra. A veces se me erizan los pelos de la nuca cuando recuerdo que llegamos hasta la misma puerta del abortero y, sin saber por qué, con Miguel nos dimos vuelta. Todavía hoy nos preguntamos qué fue lo que nos provocó esa decisión sin palabras.

Camelia — Mi madre siempre cuenta que su hermana era fanática de los ravioles de ricota, pero mi abuela se volvía loca porque la niña se los comía a toda velocidad, pero siempre, siempre, dejaba dos sin comer. ¿Podés creer?

Amelia — Ahí está, ¿ves? Algo que todavía no me explico es porqué mis padres siempre quisieron más a mi hermana. Yo me mataba por no contrariarlos jamás en nada y la otra les hacía la vida imposible, le vivían gritando, rezongando, pero cuando yo cometía algún error, me ponían en penitencia. Para los cumpleaños y los Reyes Magos, a ella le hacían regalos más lindos que a mí. No sé, no entiendo nada.

Camelia — A veces pienso que hay gente que tiene la virtud de hacer calentar a todo el mundo, pero la quieren porque cuando sentís el enojo te das cuenta de que estás viva.

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(1) El término pardaflorismo surge del dicho popular «Es como la Parda Flora: Cuando se la ponen, grita y cuando se la sacan, llora»; en otras palabras, a quien padece pardaflorismo, nada le viene bien.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hay otro dicho, muy representativo...
Pero dejemoslo así.

Salú.