Usted estará pensando que ella no quería tener un hijo porque era soltera, o porque su fecundador era un rubiecito con seducción perecedera. Error: su problema era que aún no había terminado el ciclo de enseñanza elemental.
Por eso yo creí hasta el día de la revelación que mi tía predilecta era mi mamá y que mi mamá era la tía con quien yo deseaba secretamente tener relaciones sexuales.
También descubrí que estos cruzamientos familiares, llenos de secretos y pesados silencios, son un argumento predilecto de los teleteatros más burdos.
Mi mamá biológica —de quien estuve perdidamente enamorado hasta los trece años— tenía una asombrosa semejanza con la modelo y actriz argentina Araceli González.

Resumiendo, mi mamá quedó embarazada de alguien que la encandiló y su hermana le hizo el favor de criarle al hijo para que no tuviera que cargar con el peso del arrepentimiento.
Pero en esta historia falta el padre. Mi tío-papá era —ya falleció, pobre— una bolsa de plástico expuesta al viento: gordito e incapaz de tomar alguna decisión. El viento que lo agitaba era mi tía-mamá. … ¿O me habrán adoptado porque él era estéril? No sé, ahora no me quiero complicar.
Mi madre biológica sigue soltera y sin hijos porque nunca pudo terminar esos estudios que la habilitaran para merecer el acceso a estos logros.
Yo luzco y me siento normal a pesar de los antecedentes anormales.
Ahora que escribo esto pienso que a mi esposa quizá la quiera porque se apellida González. Pero no, debe ser una coincidencia.
reflex1@adinet.com.uy
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