sábado, 11 de agosto de 2007

Fecundación anticonceptiva

Mariana es una señora que aún está en edad de concebir y que tiene una noción flotante sobre cuáles son los límites que pretenden imponerle la ley, las normas, la ética.

Ella me mira frontalmente cuando me paga la consulta y se va sin saludar porque sabe que su cuerpo da salud a quienes la observen.

Llegó a mi consultorio porque así se lo sugirió una paciente que meses atrás interrumpió el análisis que hacíamos, dando un portazo ensordecedor.

La cabeza de un analista debe estar totalmente abierta y eso me trae problemas porque soy colonizado por fantasías perturbadoras, a tal punto que se pelean entre ellas. He pensado que Mariana podría ser la reencarnación de algún alto mando nazi.

Su marido —unos meses menor pero igualmente dominante según lo que ella cuenta— heredó la clientela y el talento de un conocido corredor de bolsa. Me lo imagino jugando al golf mientras piensa qué títulos comprar o qué acciones vender.

Este señor no quería fecundar a su esposa y ella estaba muy frustrada, que en este caso es lo mismo que decir que estaba furiosa, al borde del descontrol.

Luego de que una noche de verano la sedujera hasta la desesperación pero que la penetrara usando un preservativo, ella simuló tener un orgasmo y se fue a buscar un poco de serenidad caminando por la playa, aprovechando la luz de la luna y la brisa tropical.

Llamaron su atención unas sobras que se agitaban detrás de un pequeño médano y detuvo su marcha. Se tranquilizó cuando se dio cuenta que se trataba de una parejita que fornicaba en condiciones poco menos que ideales.

Cuando detectaron su presencia, se fueron tomados de la mano.

Por un impulso que Mariana no puede explicar, se sintió llevada hasta el lugar donde estuvieron los jóvenes, mojó sus dedos en el tibio semen del preservativo abandonado y se lo introdujo varias veces en la vagina.

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Nota: Aparentemente ella modificó su estrategia frente al marido a partir de esta experiencia y logró que aquel señor tan renuente a fecundarla, abandonara de un día para otro sus prácticas anticonceptivas. Mariana no sabe quién es el padre de su hija y se divierte imaginando que pasaría si su marido fuera estéril.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas noche fernando, es un placer llegar a ti a travez de tu blog, es la tercera vez que lo visito, pero no habia comentado nada aun.

Soy seguidora de la corriente psicoanalitica, en unos dias cumplo 40 anos de existencia y es cuando recibire mi titulo de psicologa...

Bueno mas luego platicaremos mas sobre algunos temas..

un saludo desde la republica dominicana.

francia