Dentro de veintitrés minutos dejará de existir mi cuarta década. Dentro de unos minutos cumplo cincuenta años. Mis primeros cincuenta años como dicen los chistosos imbéciles que no se dan cuenta de que son imbéciles porque también son tarados.
Mi mujer, rectifico, la mujer que está casada conmigo —porque mía ya me aclaró anteayer que no es. «Yo soy mía y de nadie más ¿te quedó claro?» —dijo la petisa con cara de monumento ecuestre—. Retomo: la señora esa que está casada conmigo se fue a festejar el aniversario de casado de su hermano, que está casado con la yegua de su cuñada —siempre según ella, aclaro, porque para mí Betty es tan yegua como la señora que está casada conmigo—.
Vuelvo a retomar: como me encuentro felizmente solo —e infelizmente casado— y estoy en la cuenta regresiva para que se agote la cuarta década, estoy fumándome un porro que le compré a un degenerado que es amigo de mi hijo — ¿mi hijo? Este «mi» ya me está sonando transgresor. ¡Qué sugestionable que soy!—.
Parece mentira que recién a los cincuenta años yo venga a probar la marihuana. ¡Si seré castrado! ¿Cuánto he ganado con esta actitud sumisa? ¿Cuánto he dejado de perder?
No tiene un sabor especial. Hace diecinueve años que abandoné el cigarrillo —también por cobarde, porque los mismos que critican las carnes rojas, el alcohol, los rayos ultravioleta, la piel de pollo, la sacarina, el microondas y los mondadientes de eucalipto, fueron los que me convencieron de que podía aumentar la cantidad de años de vida disminuyendo proporcionalmente la calidad de vida. ¿Y qué hizo este triste empleado vitalicio ante esas amenazas? ... ¡Por supuesto! Se achicó, se contrajo, se arrugó.
Como decía, al tragar el humo no siento nada, excepto culpa, porque este consumo está asociado culturalmente al placer y todo lo que sea disfrutar es malo, es pecado, está prohibido, hace daño. Lo único bueno es sufrir, cumplir, obedecer, claudicar, tener erecciones «a pedido de la parte interesada y al solo efecto de... ».
Pero algo me dice que esto no va más. Me están viniendo ganas de mandar a todos a la mierda. Pueden irse todos juntos o separados, eso no me importa, pero lo que sí quiero es pensar con mi cabeza, pelear por mi deseo, luchar por mis ideas, defender mis convicciones, sudar en mi beneficio, protestar cuando me perjudiquen, gritar para que me oigan, ceder sólo por causas debidamente fundamentadas, serle fiel a mis anhelos, apoyar a quienes yo quiera y no a quienes otros me digan que tengo que ayudar.
¡Tanta alharaca con esto de la marihuana: ya terminé el porro y no siento nada!
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