A FIN DE MES RENUNCIO
La familia Quijano quedó
consternada cuando la empleada doméstica comunicó su renuncia. Don Rigoberto
creyó que podía solucionarlo ofreciéndole un mayor salario, pero sólo consiguió
avergonzarla.
Con los años se supo que la renunciante
había publicado un libro de poemas de gran éxito editorial, que nunca llegarían
a conocer porque en esa casa no se acostumbraba leer.
Josefa, coleccionaba los papeles
arrugados que, por cientos, tiraba al cesto el descarriado adolescente Quijano.
Los días de descanso, se encerraba en su dormitorio, los alisaba y continuaba
los textos que el joven ansioso había desechado.
Según nos contó una amiga, Josefa
agregaba o quitaba palabras hasta que las mejillas se le contrajeran en una
sonrisa.
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