Cuando nos sentimos
amenazados por una enfermedad recurrimos a imaginarnos niños otra vez, evocando
aquella vulnerabilidad aliviada por los cuidados de nuestros seres queridos. La
Medicina actúa como madre, cariñosa y protectora. El personal de enfermería nos
habla con diminutivos, a los ancianos nos tutean como si fuéramos niños. Todo
esto nos ayuda a esperar la curación.
Quienes siempre se
sienten niños vulnerables, también se infantilizan pero, en vez de recurrir a
la Medicina recurren a alguna religión. Piden ayuda rezando y a pura esperanza “se aseguran” un final feliz.
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