Las madres sinceras
consigo mismas difícilmente reconocen los ataques sexuales que reciben de sus
hijos varones. Ellas suelen rechazar al hijo movidas por el tabú del incesto
sin reconocer que el niño no lo conoce. A veces con violencia le gritan:
¡Quieto que soy tu madre! Como si eso le aclarara algo al muchacho. En su
defecto debería decirle que no le gusta que la traten así, ¡no me gusta que
hagas eso! ¡Me molesta! No lo hagas otra vez. El chico ya sabe que a ella no le
gusta jugar con una pelota o mirar películas de terror o que orine las plantas.
Pues tampoco le gusta que le toquen lo glúteos o los senos o que se digan
chistes obscenos. El muchacho debe aceptar que no debe molestar. No porque esté
prohibido molestar sino porque el otro no lo permite.
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