Quizá ya no necesitemos
el horror al incesto, ni el horror a la poligamia, ni tener tantos hijos para
conservar la especie.
La humanidad se ha adaptado a
las necesidades de la conservación de la especie en forma continua.
Al observar la prosperidad de
nuestra especie, manifestada porque ya somos siete mil millones de ejemplares,
podemos concluir con bastante seguridad que «hemos hecho las cosas bien» pues,
nuestra única misión (1) de conservar la especie, está siendo cumplida
satisfactoriamente.
Este éxito no significa que no podamos haberlo hecho mejor, con menos
costos en vidas humanas, en deterioros del ecosistema, en otros daños
colaterales evitables.
Cuando digo «otros daños colaterales» estoy pensando en aquellas
soluciones que se siguen aplicando aún después haber desaparecido los motivos
que le dieron origen.
Según postulo en varios artículos, la prohibición del incesto (2) se
impuso para que los humanos vieran dificultada la satisfacción del deseo sexual
más inmediato y precoz, precisamente para potenciar el impulso reproductivo que
gestara más ejemplares de la especie.
Esta prohibición perdió importancia cuando el peligro de extinguirnos
como especie ha bajado tranquilizadoramente.
Con el mismo propósito de imponernos normas culturales que potenciaran
nuestro impulso reproductivo, en casi todos los pueblos existe la tradición de
unirnos varones con mujeres en matrimonios monogámicos.
Entiendo que los seres humanos, al igual que los demás mamíferos, somos
polígamos porque la copulación fecundante no necesitamos que siempre ocurra
entre las mismas personas (horror al matrimonio abierto).
Lo que propongo pensar es que la prohibición de satisfacer nuestros
deseos poligámicos ha dado lugar a que el deseo de amar a muchas personas se
haya trasladado a tener muchos hijos para no tener muchos amantes.
Quizá ya no necesitemos el horror al incesto, ni el horror a la
poligamia, ni tener tantos hijos para conservar la especie.
Otras
menciones del concepto «poligamia»:
Poligamia masculina y
femenina (VideoComentario)
(Este es el Artículo Nº 1.794)
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9 comentarios:
Cuando mamá me enseñó a cocinar, me dijo que a los arrollados -a todos, salados o dulces, rellenos de lo que fuera- había que cortarles las puntas. No le di demasiada importancia a la sentencia, pero lo hice siempre de manera casi mecánica.
Una vez, charlando con mi abuela me enteré de que ella le cortaba las puntas a los arrollados porque en la confitería donde trabajaba se lo exigían por una cuestión de presentación. Además me dijo que así se lo había enseñado a mamá, pero que ahora ella ya no lo hacía más porque le parecía tonto desperdiciar las puntas.
Usted parte del supuesto de que la prohibición estimula la conducta que prohibe. ¿Será siempre así?
El matrimonio abierto en general es difícil más por los celos propios que por los del cónyuge.
¿Te referís a eso de que no le hagas al otro lo que no te gusta que te hagan a ti?
Sí, algo así. Uno no tiene problema en ser infiel, no encuentra pecado en ello, pero te matan los celos cuando te enterás que el otro piensa y actúa del mismo modo. El matrimonio abierto no es para cualquiera.
Además no estoy de acuerdo con la palabra infiel. ¿Infiel a qué? ¿Al amor que se siente por el esposo o la esposa? ¿Infiel a uno mismo? Es como si dijeras que una madre es infiel porque ama a todos sus hijos. Podrá haber un preferido, uno con el que tenga más afinidad, con el que tenga más historia en común, pero eso no significa que no tenga capacidad para querer a los otros. A cada uno de un modo distinto. Con cada uno se vincula de un modo distinto.
Analizar el tema del incesto nos resulta muy difícil porque la barrera del asco ya está establecida.
No es sólo la barrera del asco, también está el hecho de que culturalmente nos hemos amoldado a una forma de familia y es muy difícil salirse del molde. Casi imposible diría yo. Cuando a un elemento blando le das forma y luego se endurece, si intentás volverlo a la forma anterior se te parte, se rompe.
Siempre estaremos en peligro de extinguirnos como especie. Y que nos reproduzcamos mucho o poco no borra ese peligro potencial.
A muchos de nosotros no nos da el tiempo para tener muchos hijos, pero todavía seguimos siendo minoría. A mi me encantaría tener muchos hijos pero la realidad me lo impide.
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