sábado, 21 de abril de 2007

Críticos eran los de ahora

Cuando el señor crítico de arte se deshace en recomendaciones sobre tal o cual obra, ¿qué está haciendo en realidad?

1) Si alguien le pagó para hablar bien de algo, está obedeciendo los dictados de su patrón, amo o dueño.

2) Si nadie le pagó para hablar bien de algo, está diciendo indirectamente que lo que a él le gusta, es maravillosamente hermoso, es decir, está adjetivando su propio gusto. Está diciendo «todo lo que a mi me gusta es, por ese sólo motivo, maravilloso».

Es muy frecuente escuchar cómo dos personas discuten sobre la legitimidad de sus respectivos puntos de vista. Puede suceder que dos personas gusten más o menos de lo mismo, con lo cual no se están ratificando mutuamente sino que están siendo testigos de una mera coincidencia, como si usaran calzado del mismo talle o tuvieran la misma estatura.

Uno podría preguntarse ¿por qué es tan lindo descalificar los gustos diferentes al propio? ¿Por qué se vuelve opinable algo tan personal? Imagínense que dos personas discutieran acaloradamente sobre la legitimidad de sus respectivas mediciones de azúcar en la sangre:

— ¡Porque la glicemia que yo tengo es mucho mejor que la tuya!

— Callate, ¿qué sabés vos de glicemia si en tu familia no tienen ni un solo diabético como la gente?

¿Suena extraño verdad? Pero sin embargo no lo es tanto, porque realmente discutimos sobre deportes, religiones, política y otros temas tan relacionados con nuestros gustos personales como podrían serlo una comida, o la belleza de una modelo, o la calidad de una cierta marca de automóviles.

Ahora les cuento para qué dije todo esto. La cosa es así: Todos tuvimos deseos de tener relaciones sexuales con nuestros familiares más próximos. La prohibición del incesto nos dio mucha bronca pero no pudimos ni protestar, ni reivindicar, ni luchar para satisfacer nuestro deseo más profundo. Esa prohibición se nos impuso de una manera muy sutil, indirecta, silenciosa, sin explicaciones. A partir de ahí, quedamos luchando neciamente contra cualquier cosa que se oponga a nuestros deseos, gustos, apetencias. Lo que no pudimos discutir sobre el tema concreto que nos interesaba (tener relaciones sexuales con los familiares más cercanos), después lo discutimos con todo lo que se le parezca.

¡Qué manera de perder el tiempo! ¿No? Todo por no explicarles a los niños cuál es el motivo de la prohibición del incesto. Pero claro, ¿usted lo sabe? Por supuesto que no. Ya lo sabrán.

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reflex1@adinet.com.uy

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