Muchas veces no sabemos si tenemos un auténtico deseo o una
fantasía (ficción autobiográfica) que solo utilizamos para soñar y hablar de
ella.
Es posible que las dificultades en la
comunicación también ocurran con los diálogos interiores. En otras palabras,
cuando nos escuchamos afirmando un pensamiento, puede ocurrir que no nos
estemos entendiendo.
Por ejemplo: alguien puede contarle a su amigo
que está dispuesto a comenzar ciertos estudios especializados.
Cualquiera que escuche esta conversación
podría pensar que la persona que habla tiene el deseo de continuar estudiando.
Más aún: quien habla también cree eso y es acá donde aparecen las dificultades
en la comunicación consigo mismo.
Recién cuando haya llegado el momento en que
debería ejecutar aquel proyecto (iniciar los cursos), todos nos enteraremos si lo
que le contó al amigo era un auténtico deseo o una «ficción autobiográfica».
Esta
expresión intenta describir aquellas fantasías que alguien puede tener para
gratificarse con ellas, como quien inventa una historia cuando se divierte
dejando volar la imaginación.
Este
fenómeno (confundir un deseo con una «ficción autobiográfica») es muy
frecuente, nos puede pasar a todos, aunque algunas personas tardan más que
otras en darse cuenta de la diferencia.
Un deseo es
persistente y la frustración mortifica a quien lo tiene hasta que este le da
satisfacción, mientras que una «ficción autobiográfica» es una novela personal
que se despliega solamente en el plano verbal, con infinitas descripciones,
promesas, anuncios, exhibiciones.
Un deseo,
además de ser persistente, suele ir acompañado de múltiples acciones
preparatorias o anticipatorias de su cumplimiento.
Por
ejemplo, a quien desea perfeccionarse en medicina, se lo ve haciendo consultas
sobre el tema, aprovechando cuánta oportunidad tiene de hablar con gente ya
especializada, ahorrando dinero para pagar los costos de la especialización,
sus entretenimientos (lectura, cine) suelen incluir los contenidos que lo
apasionan.
(Este es el
Artículo Nº 1.671)
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9 comentarios:
Las ficciones autobiográficas actúan en nosotros como un ¨engaña-bobos¨.
Creo que el deseo auténtico nos lleva a la acción, mientras que la ficción autobiográfica nos estanca en el sueño diurno.
A veces empezamos con una ficción autobiográfica, para imaginar y precisar lo que deseamos. Es posible pasar de la ficción al hecho.
Algunas ficciones se abortan antes de convertirse en hechos porque cuando empezamos a pensar los pro y los contra que podría acarrearnos determinada decisión, nos damos cuenta de que no nos combiene pasar a la acción.
Los deseos no siempre son tan compulsivos, creo yo. El sentido de realidad está presente en la mayoría de nosotros y pienso que es una suerte que así sea.
Para las personas impulsivas es más fácil vivir de acuerdo a sus propios deseos que para las personas más racionales o reflexivas.
Algunos adolescentes y la mayoría de los niños, intentan hacer realidad sus deseos. El adulto y el viejo tienen una experiencia más larga que los hace menos jugados (como forma de defensa).
Me parece que los deseos son menos fuertes que el goce. El goce nos gobierna desde el inconsciente con mucha más fuerza que el deseo. El goce puede manifestarse a través de una pasión que puede ser sana o enferma, de acuerdo a los criterios socio-culturales predominantes.
En la película argentina ¨El secreto de sus ojos¨, por ahí se larga un concepto con el cual concuerdo: un ser humano puede cambiar de esposa, de amor, abandonar a sus hijos, a su familia toda, cambiar de intereses y de forma de pensar; pero hay algo que no cambia: su pasión. La fuerza de la pasión es como una enorme ola que le pasa por arriba y lo arrastra.
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