Somos unos pocos quienes conocemos a Marcos
sin lentes y en tal caso lo hemos podido ver con tanta fugacidad como esos fenómenos
que los astrónomos se encargan de pronosticar.
Contándome entre uno de esos privilegiados,
tengo que decirles, a quienes sólo lo conocen con gafas, que es alguien muy
diferente. No podría decir que el verdadero Marcos es uno u otro, pero sin
lentes no es el mismo.
Hablando de esto con otra de las
privilegiadas, su ex-esposa, llegamos a la conclusión de que la graduación
óptica de sus cristales no justifica para nada que los use con tan obsesiva
permanencia.
Es tal su preocupación por esa prótesis que
los usa desde que tiene doce años porque los padres tuvieron que comprárselos
para calmarlo de un estado de postración depresiva.
Según me contaba su ex-, sacó una mala nota en
una prueba liceal y al otro día ya no se levantó. Fue visitado por varios médicos,
incluyendo un psiquíatra, hasta que la hermana trajo a escondidas a una anciana
con fama de curadora, quien con similar arrogancia que los médicos, le dijo:
— Tu hermano necesita lentes.
La muchacha se las ingenió para consultar a un
oculista quien afirmó que el joven veía perfectamente.
Por último, dándole crédito a la anciana
curadora, consiguieron un armazón con cristales neutros y al día siguiente
Marcos empezó a retomar sus tareas habituales, hasta ahora.
He estado pensando por qué esta costumbre tan
extravagante e innecesaria, hasta que anoche tuve una respuesta que me dejó más
intrigado que antes.
Estábamos en una reunión que hizo la hermana
para festejar el cumpleaños y en un momento oportuno me animé a preguntarle:
— Che, Marcos, ¿por qué siempre andás de
lentes que no tienen cristales de aumento?
La cara que puso me produjo un inmediato
arrepentimiento y maldije mi enfermiza curiosidad.
Sin embargo, él se repuso y me dijo:
— Conformate con lo que te diré y no trates de
profundizar. La vez que me viste sin lentes, también te vi yo a vos y descubrí
intenciones inconfesables pero tolerables. Con mi ex-esposa también descubrí
sentimientos similares pero intolerables. Temo que si me quito los lentes,
tenga que irme a una isla desierta.
(Este es el
Artículo Nº 1.578)
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10 comentarios:
Supongo que Marcos percibía cosas que lo sobrepasaban. No sé si serían cosas distintas a las que percibimos todos, pero lo cierto es que lo sobrepasaban.
Buscó una prótesis o un sucedáneo, o dejó actuar al efecto placebo.
Yo creo que Marcos veía las intenciones egoístas de las personas. Al no poder reconocerlas en él mismo, tampoco podía tolerarlas en los demás.
Lo que Marcos vio en su ex-esposa lo aterrorizó. Quizás ella quería devorarlo. Algo así como si viera a Saturno devorando a su hijo.
En definitiva Marcos quería protegerse tanto de si mismo como de los demás.
Si la anciana no hubiese sido tan contundente, la hermana de Marcos no habría salido a buscar los lentes. La solución para Marcos llegó porque alguien sintió que era dueño de la verdad. La anciana sintió que tenía la respuesta, y por eso logró un cambio.
Lo que quebró a Marcos fue ser evaluado desfavorablemente. Le devolvieron una imagen de si mismo que no pudo tolerar. Por este motivo tampoco podía tolerar las imágenes negativas de los otros.
Mi ojo no es sólo ojo porque ve, es ojo porque sabe que otros ojos lo ven. No sabemos como son los otros, apenas tenemos una fugaz idea de como somos nosotros mismos. Sin embargo creemos conocernos y conocer a los demás. Conocer tanto a los demás, al punto de estar dispuestos con llamativa frecuencia, a juzgarlos y condenarlos.
Marcos sin lentes es vulnerable. Tiene miedo. Siente que no puede, que debería aislarse para aceptar su realidad. ¿La realidad que proyecta en los otros?.
Si todos somos distintos pero semejantes, ¿por qué asustarse tanto?. ¿Marcos era especial? ¿Era demasiado diferente? ¿Lo que no podía tolerar era su intolerancia?
Empecé este comentario aseverando... y lo termino preguntando.
Los lentes de Marcos no lo protejen a él, nos protejen a nosotros de su capacidad para detectar unas intenciones que son bastante jorobadas. El cuento este tiene trampa, parece que habla del personaje pero en realidad habla de los lectores. Somos insoportables y nos soportan los que usan lentes que ocultan nuestros defectos.
Somos insoportables, es verdad. Aunque cuando amamos, lo ¨insoportable¨del otro, no se nos hace una carga tan pesada. El protagonista del cuento usaba lentes para amar a los demás. Nosotros usamos nuestro amor, para amar a los demás.
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