Cansadoras jornadas laborales sólo generaban una pequeña acreditación en la caja de ahorros de Manuel.
Por su educación, estaba orgulloso de no tocar nada que fuera ajeno, de cumplir estrictamente con sus promesas verbales y de ser puntual.
La escasez de sus ingresos hacían que permanentemente existieran necesidades pendientes de satisfacción y que los deseos económicamente costosos, fueran algo tan irreal como las historias que se devoraba casi a diario, en las novelitas que le prestaba un amigo suyo que las podía comprar.
Cecilia lo quería pero no lo amaba, estaba acostumbrada a vivir con él. Tampoco conocía a otro hombre (real) que pudiera atraerla.
Las necesidades económicas la tenían harta y ya había claudicado su anhelo de mejorar.
Contar con luz eléctrica y agua potable, pasaron a ser sueños de juventud, ilusiones inmaduras, sueños fosilizados.
Cierta vez, Manuel fue a retirar dinero para pagar el alquiler mensual.
Como siempre, tiró el comprobante del cajero automático.
Sin embargo, luego de caminar unos pasos, sintió que aquel papelito tenía un formato diferente a los habituales.
Retrocedió, lo desarrugó y vio que ahí figuraba un saldo enorme, imposible de imaginar en su modesta economía.
Seguramente había un error, pero no dijo nada a nadie y comenzó a pensar, conjeturar, imaginar.
Tejió tantas historias, posibilidades, utilizaciones, consecuencias, reclamos, que el amigo le preguntó por qué ya no le pedía novelas para leer.
Varios años después, Manuel tuvo un repentino quebranto de salud que le provocó la muerte.
Cecilia fue llamada desde el banco, para que pusiera la caja de ahorro a su nombre.
Cuando se enteró del saldo, pensó que Manuel siempre fue rico pero que le impuso a ella una vida miserable por avaro, mezquino y desconsiderado.
Sintió furia, vergüenza, odio. Sintió que había sido engañada como a una estúpida.
Se fue de esa ciudad cargada de malas experiencias, para curar las heridas que —sin saberlo—, ella misma se había provocado.
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10 comentarios:
Qué poca confianza tuvo Manuel en su compañera. Bien que podría haberle confiado el hecho.
Pasado un tiempo prudencial, Manuel podría haber disfrutado de esa plata. Era un pobre patológico.
Puedo entender que pagara alquiler y estuviera colgado de la luz, pero no tener agua potable!
Seguro Rosana, que Manuel era uno de esos que cuando entra al cajero automático lo deja irrespirable.
Quizás Manuel dejó de leer las novelitas porque empezó a darse gustos en la vida real. Así y todo, dejó una enorme cantidad de dinero en su cuenta.
Al pobre de Manuel, después de tejer tantas conjeturas, se le fueron las ganas hasta de leer.
Manuel no le dijo nada a Cecilia porque sabía que ella no lo amaba; la forma en que lo quería era muy tibiona. Igual cierto cariño le tendría porque le dejó un montón de plata.
Es así, los quebrantos de salud te pueden costar tanto!
Manuel se robó la guita, aunque pueda ser entendible y justificable, el hecho es ese.
Lo que le pasó a Manuel fue que se enfermó por traicionar su tradición su educación, las ideas que lo sostuvieron siempre.
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