viernes, 30 de septiembre de 2011

El sufrimiento por «saciedad extrema»

Aunque cuesta creerlo, el «fenómeno vida» tanto puede ser estimulado mediante el sacrificio como mediante una «saciedad extrema».

El mensaje que recibimos de la moda, la moral, la cultura, es algo así como «si no disfrutas de la vida, algo estás haciendo mal».

Nuestra principal fuente de estímulos educadores, formadores de valores, principios, criterios, es la publicidad.

Esta no sólo aparece en forma explícita en los anuncios comerciales, sino también en los libros que más se venden, en los programas de televisión con mayor rating, en las campañas proselitistas de los políticos, en el boca-a-boca, a través del cine.

Lo inteligente, acertado, aprobado por la cultura, es no sufrir, pasear, comprarse artefactos o servicios que hagan las tareas más pesadas, incómodas, desagradables.

Nada sustancial ha cambiado respecto a épocas anteriores en las que la política consistía en ser disciplinados, esforzados, trabajadores, resistentes, ahorrativos, severos.

Repito esta idea porque es el núcleo del artículo: antes recibíamos consejos para ser resistentes a los sacrificios que nos imponía la vida y ahora recibimos el consejo opuesto: es de tontos padecer.

¿Por qué mensajes y criterios opuestos funcionan de la misma manera?

En un blog que contiene artículos donde fundamento por qué el «fenómeno vida» depende de los estímulos naturales de dolor y placer (1), comento con ustedes por qué estamos presionados por el hambre, el cansancio y la angustia, que nos obligan a buscar los alivios correspondientes.

Sin embargo, en otros artículos (2) les comento cómo la saciedad, el hastío, el aburrimiento, la falta de necesidades y deseos, constituye también un conjunto de estímulos tan penosos como los clásicamente dolorosos (hambre, angustia, etc.).

En suma: El «fenómeno vida» fue estimulado antiguamente con dolor (privaciones, sacrificios, etc.) o es estimulado actualmente «sufriendo» la falta de necesidades y deseos (hastío, aburrimiento, desgano, apatía, depresión, pánico).

(1) Blog Vivir duele

(2) La tolerancia a la saciedad
El aburrimiento cerebral

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jueves, 29 de septiembre de 2011

El espíritu en realidad es la sexualidad

Efectivamente tenemos una parte inmortal, pero no es el espíritu según propuso Descartes sino nuestra sexualidad.

Copio y pego algo publicado en otro artículo (1)

«Quienes tenemos la vocación de jugar con el pensamiento, encontramos ideas interesantes, divertidas, graciosas, paradojales.

Muy frecuentemente lo absurdo ubicado dentro de un razonamiento es lo que le da ese rasgo atractivo a la idea original.

En este caso les comento una idea curiosa que cuenta con méritos suficientes como para ser razonable y, en el mejor de los casos, también útil.»

La idea de este artículo refiere a que la inmortalidad existe para quienes cambien su punto de vista.

Necesitamos una definición de Wikipedia (2):

«En atletismo, las carreras de relevos o postas son carreras a pie para equipos de cuatro componentes o más, en las que un corredor recorre una distancia determinada, luego pasa al siguiente corredor un tubo rígido llamado testigo y así sucesivamente hasta que se completa la distancia de la carrera. El pase del testigo se debe realizar dentro de una zona determinada de 20 metros de largo y sin que el mismo caiga al suelo.»

Pues bien, los humanos somos corredores de relevos porque estamos llevando de un punto a otro nuestra capacidad reproductiva que se expresa mediante la sexualidad.

Cada uno lleva de una generación a la otra esa esencia vital para que la especie no se extinga (3).

La sexualidad es nuestra parte inmortal. Casi todo nuestro cuerpo es el vehículo, el medio de transporte que sí es mortal. Todos poseemos la inmortalidad en tanto portadores de lo que permita reproducirnos.

En suma: Cuando Descartes propuso que los humanos tenemos una parte material mortal y otra espiritual inmortal (4), habló metafóricamente, quizá porque en su época la represión sexual era máxima. Nuestro espíritu es la sexualidad.

(1) El remordimiento sin delito
(2) Wikipedia: Definición de carrera de postas o relevos
(3) Nuestra única misión
(4) El dogma del dualismo cartesiano
Pienso, luego ... sigo pensando

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miércoles, 28 de septiembre de 2011

El remordimiento sin delito

La angustia propia del «fenómeno vida» puede ser interpretada como un sentimiento de culpa provocado por una falta imaginaria.

Quienes tenemos la vocación de jugar con el pensamiento, encontramos ideas interesantes, divertidas, graciosas, paradojales.

Muy frecuentemente lo absurdo ubicado dentro de un razonamiento es lo que le da ese rasgo atractivo a la idea original.

En este caso les comento una idea curiosa que cuenta con méritos suficientes como para ser razonable y, en el mejor de los casos, también útil.

Todo estamos convencidos de que primero está el pecado y luego aparece el sentimiento de culpa.

Dicho de otro modo: primero nos complacemos a pesar de cometer una transgresión y luego recibimos un castigo doloroso que nos lleva al arrepentimiento y eventualmente a evitar futuros apartamientos de la ley.

La idea extraña pero razonable dentro de la teoría psicoanalítica que quiero presentarles dice que no necesariamente los hechos tienen que presentarse en este orden (pecado, culpa).

Es posible que la angustia existencial, el dolor de estar vivos, esa dosis de malestar inherente al «fenómeno vida» y que funciona como un estímulo imprescindible (1), siempre está ahí, molestando, provocándonos para que hagamos algo (comer, descansar, cambiar de oficio), para que superemos la natural resistencia al cambio.

Una de las soluciones para tratar de aplacar ese dolor inespecífico, propio del «fenómeno vida», es imaginarlo como una culpa.

Para lograr que esa solución sea efectiva, aprovechamos la imprecisión que caracteriza a nuestra inteligencia y nos imaginamos que dicha angustia existencial es en realidad remordimiento.

Una vez convencidos de que es remordimiento, tenemos que encontrar su origen: algo habremos hecho para sentirnos tan culpables.

Sólo nos falta inventar un protagonismo donde seamos víctimas de una causa noble, que nos llene de orgullo, por ejemplo, «me siento culpable porque soy demasiado egoísta».

(1) El blog Vivir duele está dedicado al dolor propio del «fenómeno vida».

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martes, 27 de septiembre de 2011

La lógica del pesimismo

El pesimismo surge de una cierta lógica según la cual todo bienestar es de mal presagio en tanto será seguido de un malestar.

Nuestras percepciones son por contraste: negro sobre blanco, frío sobre calor, dulce sobre salado.

Todos estos temas son estudiados por la teoría de la Gestalt (1).

Una vez aceptado que nuestros sensores de qué está pasando dentro y fuera nuestro funcionan por contraste, sería interesante saber qué hacemos con esa información.

Puede ser interesante para nuestra calidad de vida averiguar con nosotros mismos cómo evaluamos el fenómeno perceptivo gestáltico cuando de felicidad se trata.

Está claro que cuando percibimos una figura blanca sobre un fondo negro, también ocurre lo mismo al revés: vemos nítidamente una figura negra sobre un fondo blanco.

Podríamos aceptar entonces la idea de «reversibilidad» de nuestro esquema perceptivo: lo que es fondo puede transformarse en figura y viceversa.

Y cuando de felicidad se trata estaremos de acuerdo también en que el dolor se percibe cuando aparece, es decir que sobre un fondo de alivio (o anestesia) se recorta la figura del dolor y que por lo tanto, la felicidad es percibida sobre un fondo de tristeza, desdicha, pesar.

En esta línea de pensamiento podemos suponer que nuestro razonamiento ha llegado a la conclusión que alguien es feliz cuando deja de estar infeliz, que siente el bienestar del alivio cuando estuvo dolorido, que disfruta de la alegría después de haber estado triste.

Teniendo en cuenta la reversibilidad del fenómeno perceptivo, es posible pensar lo contrario: después de la felicidad sigue la infelicidad, después del alivio sigue el dolor, después de la alegría sigue la tristeza.

En suma: cuando este razonamiento está instalado, toda buena noticia (situación o estado de ánimo) no presagia nada bueno, logrando así que nunca existan momentos placenteros ¡que provoquen una desgracia!

(1) Los enemigos benefactores

Artículo vinculado:

Pesimismo en defensa propia

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Las órdenes de las leyes naturales

Los humanos no escapamos al orden natural que determina todo lo que ocurre, aunque nos creemos protagonistas, responsables, causantes, autores.

Este tema tiene miles de excepciones, casos, posibilidades: No por eso queda prohibido hacer alguna mención en 300 palabras.

Si fuera cierto que las hembras humanas convocan a los machos como cualquier otro mamífero en celo, es posible que lo haga con una cierta variante respecto a las otras mamíferas (felinas, equinas, caninas).

«Las animales» no humanas excitan a los machos mediante un olor específico (feromonas) (1), quienes concurren a disputarse la copulación: el ganador es premiado con ese trofeo.

Por su parte, «las animales» humanas se diferencian de las no humanas en que están en celo todo el año, eligen directa e intuitivamente a los varones mejor provistos genéticamente y sin que estos necesiten tomarse a golpes.

Sin embargo, la condición menos humana de nuestra especie hace que a veces sí haya competencias, enfrentamientos, luchas.

En las clases sociales menos educadas, es probable que algunos jóvenes tengan luchas que no excluyen la ultimación mortífera porque otro varón «miró» de cierta manera a su novia.

En términos más generales, ellas seleccionan, eligen, determinan y luego seducen mediante técnicas sutiles al varón preferido. Todos los demás quedan fuera de su campo visual (es decir: ni los miran).

Claro que el afán de protagonismo de ellos los inducirá a creer que fueron los habilidosos conquistadores. Les costará admitir que fueron condiciones orgánicas propias —constituidas en el momento en que fueron gestados por sus padres—, las que determinaron que fueran elegidos.

Pensarán que el éxito fue logrado porque aprendieron a bailar, usan ropa vistosa, se peinan con elegancia, son inteligentes.

Ellas también pensarán que son lindas, inteligentes, glamorosas.

Sin embargo, estos futuros padres sólo obedecen órdenes de la naturaleza.

(1) «A éste lo quiero para mí»
«Soy celosa con quien estoy en celo»
«La suerte de la fea...»

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domingo, 25 de septiembre de 2011

La pasión en el cine

Margarita y Armando se miraron en el hall del cine sin prestarse atención.

Cuando el portero solicitó el ingreso de los espectadores, cada uno entró por puertas diferentes y quedaron en filas distantes.

Después de media hora de comenzada la película, ella fue a sentarse al lado de Armando y le preguntó al oído:

— ¿Eres tan romántico como Bécquer o usas esa barbita por otro motivo?

— La uso porque mi novia es diseñadora y utilizando un software que tiene en su peluquería, me demostró que sienta bien a mi cara.

Margarita se sintió inhibida por la mención de esa novia, pero continuó atendiendo su impulso. Le dijo:

— Sabes que según lo que siento, mi cuerpo te necesita y, aunque te parezca un poco fuera de lugar, me gustaría que intimáramos ahora.

Armando tuvo la remota impresión de que algo extraño le estaba ocurriendo, sin embargo le restó importancia a su pensamiento y girando hacia ella, la tomó por la nuca con la mano derecha y la besó en la boca, mejillas, nariz, frente, ojos, pera.

Margarita entendió que efectivamente era Armando lo que su cuerpo precisaba y se dedicó a observar los acontecimientos.

Armando aumentó su fogosidad y —siempre con la misma mano—, le acarició el hombro izquierdo, el seno, para finalmente levantar la remera y acariciarle el tórax, el costado y parte de la espalda.

Margarita se desabrochó el jean y constató que la vulva se había humedecido, confirmando así que todo su cuerpo estaba predisponiéndose eróticamente hacia un coito que la fecundara.

Lo tomó por la mano izquierda y lo condujo tras un cortinado próximo al cartel para salidas de emergencia, debajo de la pantalla y los potentes parlantes.

Una vez ahí, se bajó el pantalón girando para darle la espalda. Él la penetró y antes de que ella comenzara a tener sensaciones voluptuosas, descargó en su interior una abundante dosis seminal.

Ella se subió el pantalón y acariciándole juguetonamente la espalda, lo besó en la mejilla.

Armando volvió a su butaca mientras que Margarita se retiró de la sala, masajeándose el vientre con emocionada ternura.

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sábado, 24 de septiembre de 2011

Sobre pérdidas y ganancias

Sólo en algunos casos lo que unos pierden otros lo ganan. Por ejemplo, cuando alguien pierde la salud o la vida, nadie la gana.

En varias oportunidades he compartido con ustedes algunos comentarios sobre la lógica de «suma cero» (1).

Simplificando, refiere a situaciones en las cuales cuando uno gana es porque otro u otros perdieron esa misma cantidad.

— Cuando jugamos al póquer, nuestras ganancias son iguales a las pérdidas de los demás jugadores;

— El tiempo utilizado en una tarea no está destinado a otra porque el tiempo es irreversible;

— El equipo que salió campeón logró que todos los demás se quedaran sin el único trofeo disponible.

Claro, desde que el químico francés Antoine-Laurent Lavoisier (1743-1794) dijo: «Nada se crea, nada se pierde; todo se transforma.», es posible pensar que todos las transformaciones implican un cambio de manos donde una se abre para soltar y otra se cierra para apresar.

Pero también podemos pensar que si la población mundial está creciendo en número reales, no es porque otros están donando su vida: efectivamente somos más personas que hace 50 años y tenemos que asumir que los nuevos ejemplares de nuestra especie no le han quitado la vida a nadie.

Podríamos decir, eso sí, que una parte del planeta (minerales) ahora se encuentran integrando cuerpos humanos.

Estos pensamientos sobre la lógica «suma cero» suelen extrapolarse disparatadamente a ámbitos donde no tienen cabida.

Por ejemplo, si bien es lógico que alguien puede amar a todos sus hijos por igual (o casi), parecería ser que no se puede amar a dos, tres, cuatro cónyuges.

Peor aún: algunas personas se alegran de la desgracia ajena, imaginando que la desgracia que tienen unos no la tendrán otros. Si unos se enferman, acapararán todos los microbios. Si unos fallecen, entonces otros se quedarán sin muerte.


(1) Los ricos son campeones
¡Tranquilos! Hay para todos
La poligamia comercial
¿Quién tiene lo que me falta?
Un trozo de PBI con Coca-Cola

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viernes, 23 de septiembre de 2011

La imitación del modelo materno

Las mujeres aman a las mujeres porque aprendieron a amar con su mamá. Los varones las cortejamos imitando a su madre.

Si podemos evitar la arrogancia y admitimos que somos animales comunes y corrientes, mamíferos, bípedos (no plumíferos), nos acercamos a considerar que estamos incluidos en los comportamientos habituales de nuestros congéneres, con los matices que nos distinguen a todas las especies.

Lo único que realmente nos diferencia de los demás animales es que nuestras hembras sólo pueden ser fecundadas por los varones. El concepto que alguien bautizó acertadamente aislamiento reproductivo ya lo he comentado en otros artículos. (1)

Si los humanos no fuéramos tan neuróticos (2), podríamos ver y actuar según la realidad de los hechos.

En nuestra especie, como en los otros mamíferos, las mujeres hacen el mayor aporte a la conservación de su especie. (3)

Ellas manifiestan el celo eligiendo a los varones que mejores hijos podrían fecundarles, aunque la neurosis colectiva hace que mostremos los hechos al revés: en nuestra cultura neurótica, para demostrar nuestra hombría, somos los hombres quienes seducimos, cortejamos, persuadimos, asediamos, conquistamos, convencemos y las llevamos a la cama para «hacerles» algunos hijos.

Pues no: fuera de la neurosis, los varones que representamos ese rol teatral estamos mostrando una actitud femenina porque, además de que son ellas las que realmente nos eligen, son las madres de ellas las que determinan su predilección (opción) sexual (4).

Por lo tanto, cuando los varones las cortejamos intentamos demostrarles que, a pesar de nuestro aspecto tan poco femenino, igual podemos quererlas, hacerles mimos, protegerlas, alimentarlas, vestirlas, como ya lo hizo su mamá.

En suma: la actitud seductora masculina tiene un perfil femenino, aunque como acostumbramos hacerlo (es tradición muy antigua), suponemos que es muy viril regalar flores, ser «caballero», decirle que es bella, imitar a su mamá.

(1) Matrimonio igualitario
Los monos degenerados
(2) La mayor cultura de los ricos
(3) «A éste lo quiero para mí»
«Soy celosa con quien estoy en celo»
«La suerte de la fea...»
(4) Los varones maternales 

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jueves, 22 de septiembre de 2011

La naturaleza «decide» todo

Al tomar conciencia de qué hará la naturaleza con nosotros, creemos equivocadamente que en realidad tomamos una decisión libre y responsable.

Cuando reflexionamos solemos desembocar en una de las grandes interrogantes del ser humano: ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?

Esta pregunta puede parecer trivial porque es muy popular. A su fuente inspiradora tenemos acceso casi todos y nadie deja de entenderla.

Quienes creemos en el determinismo, estamos casi seguros de que somos agentes pasivos de la naturaleza, es decir, que tenemos el mismo grado de decisión que tiene cualquier animal, o el polen cuando vuela para fecundar cualquier flor de su especie, o la misma decisión que tienen los espermatozoides cuando entran al cuerpo femenino nadando frenéticamente, para llegar al óvulo maduro y gestar un nuevo ejemplar de la especie.

En esos mililitros de semen que salen del varón, viajan millones de espermatozoides que morirán irremediablemente.

Si caemos en la equivocación de suponer que la naturaleza «piensa», «evalúa», «juzga» y «decide» como lo hacemos los humanos a lo largo de la vida (1), será difícil entenderla.

La naturaleza no es un ser humano más grande; es en contexto, un existente (algo que existe), y que observada por una parte de ella (los humanos), tiene una lógica, las cosas ocurren siguiendo ciertas «reglas naturales».

La pregunta sobre si es primero el huevo o la gallina intenta sugerir que los humanos somos actuados por la naturaleza pero creemos que somos nosotros quienes tomamos decisiones.

Con esa pregunta «avícola», al menos demostramos cautela, prudencia y nos podemos interrogar más específicamente: ¿Qué es primero, la imposición de la naturaleza sobre nuestra conducta o la toma de conciencia sobre qué haremos?

Parece claro que primero sentimos que nuestro cuerpo se bañará, comerá, bailará y casi enseguida «tomamos la decisión» de bañarnos, comer, bailar.

(1) La naturaleza es una monarquía absolutista

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hombres y mujeres imaginados

Nuestro inconsciente no tiene sexo y nos impulsa a fornicar. La reproducción se produce cuando casualmente los actores tienen órganos complementarios. De no ser así (homosexualidad), el impulso inconsciente reproductivo fracasa.

Puede llamar la atención que tanto gays como heterosexuales estén animados por el mismo deseo reproductivo (1).

El hecho es que el misterioso impuso sexual es inconsciente y lo que recibimos en la conciencia son sus manifestaciones físicas (tangibles y no tangibles), caracterizadas por excitación, impulso, ideas, sentimientos, cambios corporales, acciones específicas.

Con este fenómeno ocurre lo mismo que siempre nos ha ocurrido a los humanos: cuando no sabemos las causas de un efecto, las inventamos y al inventarlas aplicamos imaginación, mitos, fantasías, todos ellos guiados fuertemente por nuestras preferencias.

Cualquier hipótesis que hagamos para explicar algo, necesariamente deberá complacernos y para complacernos también se aplica otra lógica humana: los humanos gozamos tanto con el placer como con el dolor.

El acierto de nuestras hipótesis seguramente es casual, azaroso, fortuito, aunque no podremos evitar entronizar a quien acierte, convirtiéndolo en ídolo, iluminado, genio.

Hacemos algo parecido con los pocos que informan haberse enriquecido con la lotería.

Por ejemplo, cuando los europeos no sabían qué había detrás del horizonte, imaginaban que la tierra era plana y eso los complacía. Sin embargo, unos pocos se complacían de otra forma, esto es, pensando que la tierra era redonda. Finalmente esta última fue la hipótesis «ganadora».

Nuestro inconsciente nos impulsa ciegamente a reproducirnos y en ese impulso inespecífico, los humanos podemos sentir que hembra es esa persona que amamos y macho esa otra que nos atrae. Las realidades materiales (si uno tiene útero y el otro pene), son secundarias.

El impulso reproductivo inconsciente llega o no a concretarse en una fecundación, dependiendo de que los actores fornicantes tengan o no los genitales complementarios.

(1) El deseo sexual y reproductivo

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martes, 20 de septiembre de 2011

La neurosis es útil para vivir entre neuróticos

La neurosis no debería ser considerada una enfermedad porque la padecemos casi todos y sin ella no podríamos convivir.

El vocablo «neurosis» es conocido por todos aunque la definición quizá no sea tan popular.

De hecho no lo es porque no existe. Mejor dicho: existen varias y por lo tanto no existe «una definición».

Para la Real Academia Española es una enfermedad del sistema nervioso causante de inestabilidad emocional.

La definición de «neurosis» para el psicoanálisis hay que leerla con tiempo porque ocupa varias bibliotecas.

Una extrema simplificación podría llevarnos a decir que es de origen psicológico, que tiene sus raíces en la infancia y que produce angustia.

Yo diría que aquellas personas que deseen tener definiciones claras, definitivas, incuestionables, no tienen que dedicarse a nada vinculado con los seres humanos.

Aumento la apuesta: no tendrían que dedicarse a nada.

En otro artículo (1) les comentaba que los neuróticos somos todas las personas que poblamos el planeta, menos algunas pocas.

El concepto «enfermedad» es estadístico: lo que molesta o limita y padecen menos de la mitad de la población, es enfermedad, si lo padecen más de la mitad, es normal, es una particularidad que integra las molestias inherentes a esta vivo.

Pero observe esto: si la neurosis (sea lo que sea) es algo que padecemos prácticamente todos, no tener neurosis sería un grave inconveniente.

En ese artículo referenciado (1) les comento que los neuróticos vivimos «como si», sin darnos cuenta que lo hacemos.

Un delirio en el psicótico es una creencia tan firme que el paciente vive convencido de que eso es así: Vive y actúa «siendo» Napoleón y de ahí no lo sacan. Está seguro.

En realidad todas las «certezas» son delirantes y los neuróticos tenemos muchas «certezas» (religiones, ciencias, prejuicios, justicia, ideales), sin las cuales no podríamos vivir en sociedad.

(1) El niño juega «como si» trabajara

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lunes, 19 de septiembre de 2011

Los varones maternales

Es probable que la mujer prefiera varones con algún rasgo de su padre, pero en forma inconsciente y predominante busca en ellos características de su madre.

En un intento de integrar algunas ideas que ya he compartido con ustedes, les comento algo que puede ser interesante.

Si aplicamos la deducción, podemos concluir que es quien atiende al recién nacido quien le enseña qué es amar.

La lección número uno de esa enseñanza es la lactancia.

Calmar el hambre de alguien que no conoce ningún otro malestar, equivale a salvarle la vida y si esa experiencia salvadora se repite cada pocas horas durante meses, el sentimiento termina consolidándose de una manera irreversible.

Probablemente la irreversibilidad no se dé exclusivamente con esa señora que vive con un señor y que nos cuida y nos satisface casi todas nuestras necesidades y deseos.

La relación con nuestra madre biológica no siempre es la mejor, pero estoy seguro de que todos quedamos enamorados del género femenino, porque nos tuvo en su panza y porque luego nos enseñó a amar con sus propias actitudes.

Por eso me animo a sostener que tanto hombres como mujeres amamos y deseamos a las mujeres (1).

De esto se sigue que la mujer es básicamente lesbiana, sin perjuicio de que más adelante sus impulsos reproductivos la orientarán a tener sexo exclusivamente con varones y aprendan a amarlos, sobre todo porque los varones aprendimos a amarlas con nuestra madre.

El intento de integrar ideas que mencioné al principio consiste en este caso en proponer que algo femenino tenemos que tener los varones para que las mujeres nos acepten de buen grado.

Y así ocurre si lo pensamos desprejuiciadamente.

— El propio narcisismo (masculino) nos induce a parecernos a quien amamos; y
— Todo esfuerzo masculino por no ser afeminados denota cuán femeninos somos.

(1) Es así (o no) 

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domingo, 18 de septiembre de 2011

Karlos

Sobre el origen de la fortuna de Karlos circulan varias versiones.

Hay un hecho innegable: nunca estuvo encarcelado y deambula por las calles sin ocultarse.

Es raro encontrar a alguien que en los primero cinco minutos de conversación informe su nivel patrimonial.

He observado que los encuentros con Karlos ocurren siempre en lugares concurridos y que se lanza a hablar cuando lo rodean varias personas.

Otra característica llamativa de estos encuentros es que luego de emitir su opinión en pocas palabras —incluida la cifra del capital—, se ausenta como si lo llamaran de otro sitio, como si estuviera ocupado o como si no esperara divertirse con los presentes.

Siempre ocurre lo mismo: quienes quedan comentan sobre el ausente con la sensación de que esa conversación estuvo provocada intencionalmente por él.

Todos podemos imaginar a un periodista cuyas fauces no podrían ser abiertas por un gato hidráulico, ni para revelar una fuente ni para soltar una primicia.

Eso ocurrió con Laura (nombre ficticio), que se recibió de contadora sólo para satisfacer a los padres, pero que luego se dedicó al periodismo con el afán de recuperar el tiempo perdido.

Ella se abalanzó enardecida sobre esta presa tan apetecible y ayudada por un poco de suerte, logró saber todo lo que necesitaba sobre Karlos.

Era hijo de un obrero de la industria frigorífica, defensor incondicional del comunismo, pero que no tenía ni idea sobre las teorías de su genial ideólogo de quien tomó y castellanizó el nombre para su primogénito.

Karlos era un desorientado crónico que hasta participó en un Gran Hermano de su país.

Fue en esa ocasión cuando una empresa de selección de personal lo eligió para una tarea poco frecuente: Ser la cara visible de una multinacional dedicada casi exclusivamente al lavado de dinero.

El sueldo de Karlos como «administrador» era bajo pero los gastos de representación y viáticos eran elevados. La fidelidad de este testaferro (1) estaba garantizada porque por nada del mundo él querría perderse una tarea que le hacía sentir mil veces superior a sí mismo.

Para su desgracia lo jubilaron sorpresivamente porque Laura se ofreció para reemplazarlo con argumentos que los empleadores no pudieron rechazar.

(1) Testaferro = Persona que presta su nombre en un negocio que en realidad es de otro.

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sábado, 17 de septiembre de 2011

El deseo sexual y reproductivo

Todo acto sexual (homo o heterosexual, con o sin barreras anticonceptivas), es inconscientemente reproductivo.

Entramos a una casa bellamente decorada, iluminada, ventilada, aromatizada.

Detrás de las paredes y de los pisos están los caños de agua fría, de agua caliente, con cables, con gas, imprescindibles para esa iluminación, temperatura, funcionalidad.

Podemos habitar esa casa toda la vida y no saber de ellos.

Una idea similar es la que tenemos los psicoanalistas respecto a que habitamos durante toda la vida un cuerpo del que no sabemos muchas cosas, una de las cuales es el inconsciente.

Por esto es que inventamos teorías, cuya comprobación depende de su utilidad práctica. Por ejemplo, si la teoría del complejo de Edipo es útil para mejorar la calidad de vida de millones de personas, entonces es una teoría útil, digna de ser amada y «nos casamos» con ella.

Una hipótesis que también podría ser útil, la explico de la siguiente forma:

Vuelvo a la comparación con la casa para decir que nuestra vida consciente es la que hace cualquier habitante común de una casa. En síntesis, no sabe ni le interesa qué hay debajo del piso y detrás de las paredes, sin embargo, gran parte de su calidad de vida depende de eso que no conoce.

La sexualidad es una función que está al servicio de la única misión que tenemos los seres vivos (1): conservar la especie. Por lo tanto es tan importante como respirar, alimentarnos, descansar.

Todo acto sexual está estimulado por el deseo reproductivo aunque a nivel consciente usemos anticonceptivos.

Lo real es que cuando tenemos sexo con nuestro ocasional partenaire, el intenso deseo y satisfacción provienen de esa parte imperceptible de nuestra «casa corporal» —el inconsciente—, que está tratando de gestar, embarazar, tener un hijo con cada eyaculación.

(1) Blog con artículos sobre La única misión

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viernes, 16 de septiembre de 2011

Los honorarios de los trabajadores de la salud

Nuestro instinto tiene grandes dificultades para aceptar que alguien nos cobre cuando nos devuelve la salud que habíamos extraviado.

El cobro de honorarios por servicios de salud suele ser objeto de fuertes resistencias.

Popularmente, un médico, dentista, curandero es mejor visto si no cobra por curar a los enfermos.

Es probable que en nuestra psiquis más profunda (inconsciente) tengamos la idea de que la salud es un bien tan público como el aire, que nos pertenece a todos y que cuando alguien la pierde, es abusivo y deshonesto cobrar algún tipo de indemnización por reintegrarla a su verdadero dueño.

Los ciudadanos encargados de devolver «las saludes» perdidas tienen que ser ante todo honestos, confiables, generosos.

La salud es algo tan valioso que no tiene valor económico.

Los trabajadores de la salud encargados de «devolver» el bienestar transitoriamente perdido, tan solo «devuelven» algo que no les pertenece.

Todos tenemos un concepto de lo que está bien y de lo que está mal. Es una idea que no la hemos aprendido sino que tan solo la ratificamos con la experiencia.

Por ejemplo, está bien ayudar a un semejante y está mal perjudicarlo.

Si esta idea del bien y del mal es una noción que traemos en nuestros genes, ¿cómo reaccionamos cuando constatamos que para recuperar la salud tenemos que gastar dinero?

Aunque la palabra «violencia» parece excesiva, no hay otra que mejor defina el abuso que siente nuestro inconsciente cuando racionalmente tenemos que pagar simulando conformidad, honorarios, medicamentos, alojamiento.

Esta situación nos duele porque sentimos que otros (los trabajadores de la salud) se aprovechan de nuestro infortunio para cobrarnos (quitarnos dinero) por algo que no tiene precio (devolvernos nuestra salud accidentalmente perdida).

Como racionalmente no podemos protestar, alguna represalia insólita tomaremos, mostrándonos con actitudes antisociales inexplicables para cualquiera (incluyéndonos).

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jueves, 15 de septiembre de 2011

El placer es malo si duele

Aunque nuestra cultura se opone al hedonismo, es saludable el intento de aliviar todas las molestias propias del fenómeno vida.

Es probable que el fenómeno vida (1) funcione mediante la aparición de estímulos dolorosos y placenteros en cada ser vivo.

Ejemplos muy claros corresponden a las necesidades básicas: hambre, sed, cansancio y la placentera saciedad lograda después de comer, beber y dormir.

También es probable que exista un error en ese mecanismo.

Si pensamos que todo placer es útil para la conservación del fenómeno vida, confundiremos los alimentos con otros calmantes.

Lo digo de otra forma: todos sabemos qué nos alivian los dolores. Cuando elegimos ingerir alimentos, agua o descansar, todo está bien, pero cuando elegimos alcohol o anfetaminas para calmar el hambre y el cansancio, estamos logrando el mismo alivio placentero que comiendo o bebiendo, pero desde hace unas décadas sabemos que a mediano plazo esas elecciones acortarán nuestra existencia.

Es posible entonces que nuestro instinto falle cuando utilizamos calmantes perjudiciales. Su error está en considerar que cualquier proveedor de placer es bueno.

En suma 1: los humanos podemos creer que cualquier agente proveedor de placer es bueno y a partir de esta generalización queda debilitado nuestro criterio de selección.

Este error está asociado a sus opuestos: lo que nos produce dolor es malo y lo que no nos proporciona placer es inútil.

El vocablo hedonismo define la “Doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida.”

Esta doctrina cuenta con severos opositores porque entienden que el puro placer es vicioso, libertino, empobrece el espíritu, degrada los vínculos sociales.

En suma 2: la naturaleza se encarga de proveernos suficiente dolor (hambre, cansancio, heridas, ambición, frustraciones) y parece saludable buscar los respectivos alivios, es decir, buscar sólo el placer ... (sin perjudicar a otros que también lo busquen).

(1) El fenómeno vida está profusamente comentado en el blog titulado Vivir duele

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miércoles, 14 de septiembre de 2011

La verdad como presidio

Como en un espectáculo de ilusionismo, «vemos» que para ser presidiario es necesario estar dentro de una cárcel de donde (otros) no nos dejen salir.

Tengo la receta mágica para que los presidiarios no se fuguen de las cárceles y la comentaré ahora.

Para que eso ocurra el presidiario tiene que estar mejor dentro de la cárcel que afuera.

El método es tan infalible que si los carceleros le pidieran que se fuera, lo tomaran de un brazo y lo pusieran «de patitas en la calle» o los expulsaran a empujones, el presidiario podría construir un túnel que desemboque en su celda.

Los más escépticos enarcarán una ceja y dirán socarrones: «¡Ja!, vaya descubrimiento. Si lo instalan en una suite presidencial de un hotel cinco estrellas, tampoco querría irse».

¡Error! No es eso lo que más desea el señor presidiario, no es eso lo que a cualquier ser humano como él y como nosotros, más nos complace.

No caigamos en la trampa de la obviedad y el sentido común.

Si algo se presenta como muy evidente, desconfiemos porque hay gato encerrado (sin olvidar que debajo de la piedra está el cangrejo).

Para tratar de justificar mi paradójico descubrimiento que parece plagado de ingenuidad, déjeme comentarle que todos nosotros somos altamente resistentes a los cambios, que cuando creemos estar seguros de algo, tendrán que dinamitarnos el cráneo para que admitamos poner en duda nuestras creencias. Nuestras cabezas piensan: «Si haciendo esto estoy vivo y no me duele nada, cambiarlo equivale a sufrir y fallecer».

En suma: para nosotros nuestras verdades son convenientes, necesarias e imprescindibles y es por eso que estamos encerrados dentro de nuestras creencias como el presidiario lo está en su celda y hasta haríamos un túnel para volver a nuestras convicciones si alguien lograra alejarnos de ellas.

Nota: la imagen pertenece a la película El silencio de los inocentes, donde el personaje Hannibal Lecter debe ser recluido bajo medidas de seguridad extremas... como quedamos cuando estamos muy seguros de algo.

Artículo vinculado:

Las categorías como presidio

martes, 13 de septiembre de 2011

La medicina preventiva como fuente de temor

Nuestro estado de ánimo habitual es de temor porque aceptamos como si fueran normales infinitas amenazas médicas correspondientes a su política prevencionista.

Es probable que la violencia sea necesaria para que los humanos seamos capaces de vivir en sociedad sin provocar graves daños.

Es probable que seamos hijos del rigor.

Es probable que nos cueste aceptar estas características porque acostumbramos compararnos con modelos ideales, perfectos, que no existen fuera de la imaginación.

La violencia tiene mala prensa, es aborrecida genéricamente, es casi imposible erigir una defensa razonable de algo tan doloroso, vergonzante, inhumano.

Pero todos sabemos que no es tan «inhumano». No paramos de condenarla y de seguir aplicándola cada vez que hace falta.

Como ocurre con otras ideas, circunstancias, características, es menos malo aceptar la realidad a ocultarla. Aceptándola podemos apelar a nuestra responsabilidad (sabemos lo que estamos haciendo) mientras que rechazándola, negando su existencia, no podremos hacernos cargo de la cuota de responsabilidad que podemos tener cuando aparece provocando injusticias, desbordes, daños irreversibles.

La violencia parece ser una de las características propias del poder. En nuestras mentes no podemos concebir que alguien con poder no disponga de recursos para ejercer la violencia.

El poder no siempre es físico y tangible, sino que también lo encontramos en la presión psicológica, en la extorsión, en la propaganda atemorizante.

Por ejemplo, por algún motivo nuestra cultura prohíbe el incesto. Para justificarlo e imponer violentamente su cumplimiento, personas de casi cualquier nivel educativo creen que la descendencia de relaciones incestuosas padece taras.

Para evitar la promiscuidad sexual e imponer violentamente la monogamia, primero fuimos amenazados con las enfermedades venéreas y desde hace unas décadas con el SIDA.

Más genéricamente, desobedecer a los médicos (dieta, tabaquismo, mamografía) produce cáncer.

La violencia es tan amplia, profunda y continúa, que hasta colaboramos difundiendo las amenazas.

Artículos vinculados:


Este lunarcito que tengo acá
Los peligros de ser mensajero

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lunes, 12 de septiembre de 2011

Somos una construcción colectiva

La sociedad, la cultura, la tradición, el folklore, la historia, el arte, los accidentes, el azar, los familiares, los amigos, los enemigos, los maestros y profesores, los sacerdotes, los funcionarios del estado, los vecinos, cada uno de ellos, participa en determinar cómo somos.

Si abrimos una guía telefónica (directorio) encontraremos muchas personas llamadas Juan Pérez o María Martínez.

A nadie se le ocurre pensar que estas personas que se llaman igual, se parecen entre sí.

Podríamos asegurar que son seres humanos, hombre o mujer y poca cosa más.

El nombre con el que un niño pasa a formar parte de la población de cada país fue algo que sus padres decidieron y que las instituciones del estado confirmaron al hacer la inscripción en el registro correspondiente.

Pero luego se agregan otras formas de identificación, además del número único asignado por esa oficina de registro civil.

En la escuela pueden considerarlo como inquieto, atento, amigable, estudioso.

El sistema de salud oficial lo diagnosticará como obeso, diabético, miope, sano.

Los amigos le dirán que es divertido, retraído, buen cocinero, excelente deportista.

En la familia será la que «siempre quiso ser bailarina», el que «defiende a los hermanos», la que «llora en sus cumpleaños», el que «vive soñando aventuras».

Como todos los seres humanos necesitamos el amor, este niño imaginario aceptará esas diferentes definiciones, descripciones, roles, nominaciones y hasta los apodos aunque señalen alguna carencia o defecto físico.

Es posible afirmar que estamos hechos por los demás.

Somos el resultado de la combinación casual (aleatoria) de los genes que determinan las características físicas y psicológicas.

No somos los arquitectos ni constructores de nuestra personalidad sino que otros nos diseñan, otros nos construyen y otros nos habitan (cuando los llevamos en el corazón).

En suma: cuando alguien dice «yo» ¿a quién se está refiriendo?

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domingo, 11 de septiembre de 2011

La vida de Danubio

Desde los 16, Danubio estuvo rodando de un establecimiento de reclusión a otro, observando cómo la vida lo cambiaba de lugar para que el empeoramiento fuera progresivo y tolerable.

Así fue hasta los 21 cuando cayó en un calabozo con un avejentado de sonrisa tan angelical que le pareció extraterrestre.

Esa mirada la conoció cuando tendría seis años y una monja le mostró un libro lleno de imágenes.

El avejentado despedía un olor raro que había sentido cuando en uno de los traslados llegó a La Paz, capital de Bolivia.

Recuerda esta ciudad cuando asomó de repente como quien accede a un plato hondo recorriendo el borde.

Ese olor también está en algunas fruterías de países tropicales.

Los dos hombres estuvieron juntos unos pocos días en los cuales el avejentado le contó a Danubio anécdotas que confirmaban por qué cada uno es como es y nadie puede cambiarlo y Danubio le contó anécdotas de por qué siempre lo mantenían encerrado porque él representaba a quienes hacen daño pero saben ocultarse.

Un día lo llamó el director de la cárcel para decirle que podía irse.

— ¿Adónde?—, preguntó Danubio.

— No sé, ese es su problema—, respondió el director sin dejar de mirar un partido de fútbol en la computadora.

Cuando salió a la calle lo esperaba una mujer mayor que él, quien lo abrazó temblando.

— Todo ha cambiado, Danubio — le susurró en el oído.

Llegaron a un apartamento con olor a incienso, pocos muebles y algunas alfombras.

—Viviremos juntos —dijo ella, mostrándole una cama matrimonial y un guardarropa con varias prendas masculinas recién compradas.

A Danubio le cuesta adaptarse a esta nueva vida donde nadie le grita y donde las pesadillas comienzan a tener rasgos de sueño.

La mujer lo trata con ternura y demuestra gozar del sexo tanto como él.


Por priorizar la ley de la Naturaleza sobre la ley de Dios, esta señora gestó siendo monja. Ahora tendrá que resolver su transgresión a la ley de los hombres.

Nota: La imagen es una escena de la película El graduado (1967) y los actores son Dustin Hoffman y Anne Bancroft.

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sábado, 10 de septiembre de 2011

Los mejores gobernantes son los peores

No importa que parezca perverso, importa que sea verdadero y lógico: Si los gobernantes fueran un ejemplo a copiar, entonces procuraremos que imitarlos sea lo más fácil posible.

Permítame partir de una suposición con la que muy probablemente usted esté de acuerdo:

El Estado de nuestro país y sus gobernantes de turno son quienes tienen mayor responsabilidad.

Con esto quiero decir que deben actuar como «buenos padres de familia» para con los ciudadanos, esto es:

— propiciar una buena distribución de la riqueza que producen los habitantes,
— conservar las obras públicas (puentes, carreteras, edificios),
— mantenerse alerta por cualquier intento de desestabilización institucional por causas exteriores o interiores (ministerios de defensa y del interior, respectivamente),
— cuidar con igual celo la seguridad sanitaria (ministerio de salud pública, bromatología),
— administrar justicia para evitar que los ciudadanos se perjudiquen mutuamente.

Esta lista no es exhaustiva pero contiene puntos bastante importantes.

El Estado con sus gobernantes de turno equivalen como dije más arriba al padre de una familia con sus roles de proveedor, protector, administrador y, este es el punto sobre el que quiero hacer centro, como ejemplo de buena conducta, capacidad, moral.

Esta es una de la funciones más importantes (la de ser ejemplo de conducta, capacidad y moral) porque determina el nivel, el techo, el estándar, el modelo de lo máximo que se puede esperar de todos y cada uno de los ciudadanos.

Al determinar ese desempeño como máximo, entendemos que también pueden ser tolerables desempeños no tan buenos, algo menores, menos prolijos, éticos, eficientes.

Conclusión:

1º) Como hacer las cosas bien realmente da más trabajo y
2º) Como todo ser humano procura hacer el menor esfuerzo posible (1),
3º) Todos (o una mayoría) procurará que el Estado y sus gobernantes de turno sean (o parezcan ser) lo peor posible (corruptos, amorales, indisciplinados, mediocres).

(1) Sobre la indolencia universal

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viernes, 9 de septiembre de 2011

Criterios de decisión de un votante

El razonamiento que hacemos los votantes para entregar nuestro voto es pobre, infantil, desorganizado, impulsivo, coyuntural, nada confiable.

Como detento el envidiable privilegio de no saber nada de la política de España, me abocaré en este artículo a opinar sobre su actual presidente.

Quienes conocen de política profunda saben que los mejores yacimientos de sabiduría radican en las amas de casa, en los poetas y en los ignorantes (en orden ascendente).

Casi todo el mundo lo llama por el apellido de la madre (Zapatero). En la cuna del machismo latinoamericano, a su presidente le ignoran el apellido paterno, alegando con total razón que los rodríguez son infinidad.

Pero además, pensando con cabeza de marketinero yanqui, tiene un fuerte poder pregnante (no sé qué quiere decir, pero lo tiene) por aquello de «zapatero a tus zapatos».

Para comprender mejor el efecto hipnótico de este apellido, recordemos que la moral de los españoles anda por el suelo porque la crisis económica los está maltratando hace muchos años.

No se me escapa que además del apellido materno y significativo, el hombre tiene una cara particularmente atractiva para quienes construyen un personaje tatuándolo en la retina de la población: los fotógrafos.

Con ese rostro dan de comer a sus hijos una legión de caricaturistas con lo que no sólo se obtiene el efecto social directo sino también alentar, alegrar, entusiasmar a los ciudadanos votantes.

La deformación elegante, artística pero también un poco desenfadada que se publica en un periódico, causa gracia y relativiza el poder, prestigio y brillo del caricaturizado.

Si un gran personaje tiene condiciones para ser caricaturizado, permite suponer que es accesible, humilde, sin excesivo amor propio.

Pero lo más importante es su parecido con el humorista británico Rowan Atkinson (Mr. Bean).

En suma: un personaje popular se construye sumando importantes atributos.

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jueves, 8 de septiembre de 2011

La ventaja de imaginarse culpable

Hasta los sentimientos de culpa más injustificados tienen la ventaja de aportarle a su víctima la insuperable sensación de ser protagonista de méritos igualmente injustificados.

La diferencia más importante que existe entre un psicólogo y un no psicólogo está en que el profesional no cree que el consultante sea igual que él mientras que el no psicólogo tiende a pensar que los demás se le parecen al punto de diagnosticar proyectando (imaginando, suponiendo) en el otro sus propias características.

De cualquier forma la psicología y todas sus artes científicas afines (psiquiatría, psicoanálisis, conductismo) es una disciplina especialmente incierta. Las hipótesis, teorías y conjeturas que nos aporta exigen que el umbral de tolerancia a la incertidumbre sea alto.

La buena noticia es que podemos entrever una cierta lógica en el comportamiento humano que nos guía para lograr algunas conclusiones que operativamente dan resultado.

Por ejemplo, es posible comprender que seamos incoherentes porque casi todas las opciones que se nos presentan son de tal suerte que si bien la elegida es la mejor, la rechazada también posee algunos rasgos valiosos cuya pérdida lamentaremos... o haremos lo posible para disfrutarlos.

El ejemplo más claro que conozco está en las relaciones monogámicas: Nos unimos a quien más nos gusta pero como las otras opciones (las que tuvimos que des-elegir, abandonar, rechazar) conservan rasgos atractivos, las disfrutaremos practicando la infidelidad.

Un ejemplo menos claro pero muy rentable refiere a los sentimientos de culpa.

Nos mortificamos porque nuestro hijo fracasa y no paramos de buscar dónde nos equivocamos aunque sepamos que él es un adulto diseñado completamente por el azar de la naturaleza y de su suerte personal. Elegimos sentirnos culpables porque de esa forma también podremos sentirnos dioses, habilidosos escultores de un ser humano, únicos «fabricantes» de alguien tan maravilloso (como sus padres).

Artículos vinculados:

Algunas ventajas de la psicología

El autocastigo tranquilizador
Las víctimas del placer

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Celos por temor a una amputación

Los celos son inevitables cuando a quien los provoca lo sentimos como formando parte de nuestro cuerpo imaginario. El temor a que nos abandone es como el temor a padecer una amputación quirúrgica.

Los celos son mejor explicados por el mito (1) según el cual el ser humano en su origen estaba completo pues disponía de los dos sexos (hermafrodita) para reproducirse sin tener que discutir con el cónyuge, pero algo hizo que provocó la ira de un dios tan poderoso como vengativo quién lo dividió en dos, obligándolo desde entonces a tener que conseguirse a alguien del sexo opuesto padeciendo (y este es el castigo) las dificultades conyugales.

Por lo tanto, cuando nuestro cónyuge coquetea con otra persona, sentimos la misma preocupación de alguien a quien un cirujano le dice que debe amputarle una pierna o un brazo, pues esa relación de pareja que mantiene es la única solución que encontró para completarse después de aquel terrible castigo del dios malhumorado.

Los académicos, para no quedarse atrás, también elaboraron un mito al que por razones de status (prestigio, elegancia, ego) le llaman (llamamos) teoría.

Según la teoría psicoanalítica ocurre que cuando nacemos tenemos la sensación de que el universo forma parte de nuestro cuerpo (sensación oceánica, estado de fusión). Cuando el cerebro logra madurar, nos damos cuenta que todos somos individuos separados del entorno (2).

La sensación de formar parte de un todo (fusionados, solidarios, sin individuación) es tan placentera que nos resistimos a separarnos de nuestra familia paterna.

Todo funciona armónicamente hasta que nuestro cuerpo desarrolla deseos sexuales en un ámbito donde rige la prohibición del incesto.

La situación es molesta para un niño pero insoportable para un adolescente.

Porque abandonar la casa paterna es como una amputación, por temor a padecerla de nuevo celamos a nuestro cónyuge.

(1) La violencia doméstica según la mitología
(2) Somos el fiel reflejo de mamá

Artículos vinculados:

Amor sin barreras
«Soy celosa con quien estoy en celo»

El amor fuerte como el aire

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martes, 6 de septiembre de 2011

La ambivalencia de la figura materna

La salud y la enfermedad, la alegría y la tristeza, la buena y la mala suerte, solemos asociarlas a nuestra figura materna pues ella está en la génesis de casi todo nuestro ser.

Cualquier persona que tenga estudios, seguramente cree que averiguando los porqués de la existencia habrá de calmarse.

Si nos dejamos llevar por los delirios del psicoanálisis, hasta podemos encontrar oculto algo maravilloso que nos permita suponer que las personas religiosas hacen lo mismo que los estudiosos pues intentan aliviar la angustia existencial mediante ES TU DIOS.

Hasta podríamos afirmar que el estado natural del ser humano tiene tres elementos infaltables: incertidumbre + angustia + teorías que eliminen la incertidumbre y la angustia.

Las teorías son casi tantas como ejemplares de la especie y por este sólo motivo todas son aceptables sin olvidar que algunas son más populares que otras porque coincidentemente, son aceptadas por más personas.

Nuestra madre es un personaje clave en nuestra psiquis:

—los sentimientos que nos inspira son muy fuertes,
—por eso es casi inevitable que den lugar a grandes emociones,
—muchas de ellas contradictorias...
—porque la realidad es ambivalente ante nuestros ojos,
—porque nuestro cerebro necesita clasificar las sensaciones en buenas y malas
—en tanto las percibimos como agradables o desagradables.

Todo esto nos lleva a pensar-sentir que mamá es una diosa diabólica, bruja bondadosa, homicida salvadora.

Este personaje indiscutiblemente protagónico de la novela que todos imaginamos que es nuestra existencia (muchos llegan a decir «con mi vida podría escribir un libro!!»), es la que nos alimentó con su cuerpo.

Porque la queremos y le tememos, tantas veces pensamos que la causa de un malestar es por «algo que comimos» y por el mismo motivo, la mayoría de los remedios que utilizamos para curarnos se aplican por vía oral (se comen).

Artículos vinculados:

El amor solo vale cuando es libre
Celamos a quien representa a nuestra madre
Defecar a cambio de comida

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lunes, 5 de septiembre de 2011

El masculino genérico

Lingüísticamente, el género masculino incluye al femenino. Algunos hispanos están utilizando expresiones redundantes tan sólo para que el género femenino figure, sea mencionado.

Los varones, según yo mismo (1), no deberíamos liderar porque despreciamos a los subalternos, especialmente si son mujeres, pues les envidiamos que tengan útero, senos y que además (esto lo agrego hoy porque acabo de darme cuenta) puedan lograr decenas de orgasmos, mientras que los «varones poderosos y envidioso» tenemos uno, dos y con suerte, tres.

Como no tenemos la posibilidad de gestar, alimentar y gozar tanto como ellas con nuestro cuerpo, nos dedicamos a la «misión imposible» de crear grandes obras para calmar la envidia del útero: creamos represas, ganamos premios otorgados por nosotros mismos, manejamos el idioma.

Con el abuso de poder aplicado a manipular nuestra lengua, hemos creado el «masculino genérico» que las incluye a ellas excluyéndolas (¡vaya paradoja!). Cuando decimos «El hombre primitivo adoraba muchos dioses» las estamos incluyendo aunque excluyéndolas.

Los movimientos feministas han logrado aumentar la cantidad de problemas que tienen las mujeres pero no ha sido en vano.

Desde hace unos años, la costumbre de empezar un discursos diciendo «Señoras y señores, ...» se ha extendido a otros usos. Por ejemplo, hoy podemos oír que alguien diga: «los niños y las niñas de este colegio son muy traviesos y traviesas».

No es económico (inteligente) este uso del idioma porque la fórmula abreviada también se entiende («los niños de este colegio son muy traviesos»).

Una explicación de este «derroche» lingüístico puede estar en que los feministas lograron incluir a las mujeres en el lenguaje.

Si eso los/las hace felices, allá ellos/ellas.

Nosotras, las personas que no hacemos abuso de poder, estamos dichosas de que otras mejoren su calidad de vida, excepto que ahora pretendan imponernos su despilfarro.

(1) Los envidiosos no pueden liderar

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domingo, 4 de septiembre de 2011

Un niño que no sabe dudar

Tomasito fue un niño feliz, juguetón, cariñoso, siempre dispuesto a sentarse en la falda de las tías más besuconas.

Pertenecía a una familia pequeña porque los padres sólo tuvieron tres hijos. En esa época y lugar lo habitual eran familias con más de cinco.

No tuvo noción de qué son los regalos y los cumpleaños porque a los padres no les interesaba nada de eso.

Empezó a fumar con nueve años y más o menos a esa edad ya tomaba alguna bebida alcohólica de elevada graduación.

Pero nunca abusó de nada y era obediente. Si lo mandaban a traer el ganado, iba con su caballo y el perro inseparable. Si le pedían que faenara una gallina, un cordero o un cerdo, lo hacía.

No le gustaba la escuela pero aprendió mucho con un vecino joven, quien por haber quedado inválido en un accidente, se dedicó a leer libros sobre viajes y sobre las dos guerras mundiales.

En cierta ocasión pasaron por la casa del vecino unos jóvenes muy divertidos y ruidosos pero que enseguida se pusieron serios y hablaron durante horas con su amigo inválido sobre política, revolución, golpe de estado, derrocamiento, dinamita, balas, armas, contrabando.

Tomasito con trece años quedó pensativo. Algo le decía que él había nacido para unirse a esos muchachos tan alegres, optimistas, de buenos sentimientos, generosos, convencidos, que siempre tenían una respuesta irrefutable para cada pregunta.

Se lo comentó al inválido después de pedirles permiso a los padres y éste le avisó cuando los muchachos volvieron a pasar por su casa.

Aunque en principio recelaron de él por verlo tan niño aún, finalmente accedieron a incorporarlo a la causa y así comenzó la etapa de guerrillero.

Por demostrar un talento inesperado, en poco tiempo escaló varios grados jerárquicos en la organización.

Todos admiraban la claridad de sus ideas, la ausencia absoluta de dudas y la habilidad con el puñal.

Cuando lo incluyeron en la primer misión, esta fue un éxito fulminante gracias a la ferocidad desatada por Tomasito que provocó una carnicería entre los leales al régimen.

Hace poco un periodista extranjero le preguntó sobre el salvajismo brutal demostrado con los adversarios y Tomasido dijo que la tibieza de los cuerpos lo pone fuera de sí.

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sábado, 3 de septiembre de 2011

Los envidiosos no pueden liderar

Los varones seríamos líderes naturales si no fuera porque la envidia del útero nos vuelve autoritarios, abusadores y antidemocráticos con las mujeres.

La naturaleza es sabia... o le asignamos este atributo positivo porque no hay otra cosa, no tenemos más remedio, o porque es tan poderosa que más nos vale dejar de luchar contra ella y ponernos de su lado.

Es «sabia» (¿?) porque en su funcionamiento armónico y automático, incluye el malestar como estímulo imprescindible para que los seres vivos actuemos de cierta forma conveniente para conservar el fenómeno vida (1).

Decía en otro artículo (2) que por razones anatómicas, los varones que integran un colectivo mixto deberían ser los que piensan, deciden y hacen cumplir las normas de convivencia y que las mujeres integrantes de ese colectivo, deberían sentirse cómodas aceptando ese mando masculino.

En el mismo artículo señalé que esto no es posible porque los varones, estúpidamente nos envalentonamos cuando tenemos alguna cuota extra de poder y no se nos ocurre nada mejor que desvalorizar a los subalternos, quienes reaccionan con rechazo a ese estado de cosas, rebelándose e impidiendo que ese rol de mando pueda ser ejercido (por lo varones).

Pero esta estupidez masculina o de quienes se inflaman de narcisismo cuando se calzan alguna gorra de mando, puede tener una explicación.

Ya he comentado que los varones padecemos «envidia del útero» (3).

Esta sería una causa que explicaría por qué aprovechamos las oportunidades de descalificar a las mujeres: para no sentirnos tan mal por disponer de un cuerpo incapaz de gestar y alimentar a un nuevo ser humano.

En suma: es probable que los varones estemos mejor dotados para liderar las acciones de los grupos humanos pero la envidia del útero nos vuelve mandones, autoritarios, antidemocráticos con las mujeres, simplemente porque las envidiamos.

(1) Blog especializado Vivir duele
(2) Subordinar no deshonra al subordinado
(3) Bill Gates no puede gestar
El embarazo de ambos sexos

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viernes, 2 de septiembre de 2011

Nuestros deseos deben ser populares

Lo que ocurre a los humanos con la universal prohibición del incesto y su riguroso ocultamiento, provoca otros efectos colaterales sobre el menú de deseos posibles.

Cuando fuimos pequeños, niños, adolescentes y adultos, nos dijeron machaconamente que debemos controlar nuestro natural deseo de robar.

Como esta recomendación también nos aconsejaron imperativamente «no mentir», «no hablar con personas desconocidas», y otras miles por el estilo.

Sin embargo, aunque está igualmente prohibido, jamás nos dijeron «no tengas sexo con tus padres ni hermanos ni tías».

Este silencio aumenta el misterio fatídico de la prohibición y por lo mismo, se torna fantasmal, siniestra, incomprensible.

De este hecho del que todos tenemos alguna experiencia, podemos sacar como conclusión que todo lo que no se dice es más peligroso, terrible, demoníaco que lo dicho.

De este hecho del que todos tenemos alguna experiencia, podemos deducir que lo dicho no es tan grave, porque lo verdaderamente grave (la prohibición del incesto) nunca se menciona de tan monstruoso que es.

En suma 1: Todos los consejos que recibimos en forma verbal o escrita, son secundarios porque el consejo primario y verdaderamente importante, ni se dice ni se escribe.

Observemos que todos tenemos amor por nuestra madre. El vínculo con ella es el que nos enseña qué son los abrazos, las caricias y los besos. Tanto para varones como para niñas.

De esta forma, es imposible no desear a quien nos enseña qué es el deseo. Y no es con palabras que nos enseña: nos enseña con actos, gestos, experiencias tangibles.

En suma 2: si nuestro deseo incestuoso es tan grave que nunca nos hablan de él, podemos pensar que cualquier otro deseo del que nunca nos hablen también es terrible, fatal, escalofriante.

Conclusión: nuestros deseos deben ser populares, conocidos, comentados y en todo caso expresamente prohibidos.

(1) Los varones y su deseo

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jueves, 1 de septiembre de 2011

Subordinar no deshonra al subordinado

Según la lógica psicoanalítica, el varón debería ser jefe y la mujer subordinada, pero como la cultura sobrevalora la figura del «jefe», la «pareja humana» funciona mal.

En otro artículo (1) mencioné la característica cerebral por la que creamos símbolos (balanza, palomas, hoz y martillo).

También creamos las metáforas, que permiten que alguien diga «cabello rubio como el trigo» o las metonimias que permiten que alguien diga «posee varios Figaris», queriendo significar «posee varios cuadros pintados por Figari».

Hay quienes afirman que el lenguaje hace al cuerpo porque tomamos conciencia del cuerpo cuando en la primera infancia nuestra madre nos toca y enuncia: «esta es la pierna», «este es el ombligo», «¿de quién es esta nariz?»

El psicoanálisis utiliza este supuesto y presta atención cuando alguien alude a su cuerpo y dice «me duele la cabeza», lo cual puede significar que algunas ideas lo perturban, o dice «tengo gastritis» lo cual puede significar que no puede «digerir» una situación, o dice «me duelen las piernas» lo cual puede significar que «un negocio ‘no camina’».

Estas formas de escuchar son especialmente importantes en el tratamiento de enfermedades psicosomáticas.

Si lo más importante es conservar la vida personal y de la especie, la sexualidad es el eje de nuestras preocupaciones, aunque la cultura se encarga de quitarle importancia, con lo cual no hace más que exacerbar la carga emotiva como ocurre con todo lo deseado pero a la vez prohibido.

Lo natural sería que el varón, que endurece su pene para penetrar la vagina lubricada, también tuviera ideas firmes y aceptables por la mujer. Por eso sería natural que él fuera jefe, pero como lamentablemente nuestra cultura pretende que un jefe sea más valioso que un subalterno, el vínculo más lógico (que ellos manden y ellas obedezcan), es muy conflictivo.

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