domingo, 31 de julio de 2011

Coreografía matemática

Irina es hija de una mujer que tuvo sexo con alguien que después abandonó porque no le gustaban los hombres.

El padre de Irina fue un marino ruso, alto, musculoso y dotado de mucha gracia para hablar y bailar con sus compañeros de tripulación.

La mujer lo conoció en un bar de la zona portuaria al que concurrió buscando un amor fugaz que la dejara embarazada.

Con ingenio, sagacidad y también astucia económica, pudo disfrutar de la vida centrada casi por entero en la niña cuyos rasgos físicos informaban sobre el exotismo genético.

Esta mujer soñaba con tener un hijo que aprendiera lo que para ella fue imposible: las matemáticas. Durante el embarazo anhelaba ser madre de un científico, una ingeniera, un docente de física, una Madame Curie.

Sin embargo algo le decía que eso no sería así porque cuando escuchaba música, la niña se movía permanentemente dentro del útero. Quizá llegaría a ser violinista, cantante.

La pequeña sufría por no conocer al padre. Aunque tenía un excelente rendimiento escolar, su mente no paraba de generar preguntas para que la madre le describiera cómo era aquel marino. Las respuestas eran cada vez más imaginativas porque lo cierto es que apenas recordaba su silueta graciosa, el peso aplastante cuando lo tuvo sobre ella, el olor a alcohol y una tierna violencia que casi la aparta del lesbianismo.

La niña demostró habilidad para el baile y un desmesurado afán de protagonismo. La ambición artística de la pequeña la convirtió en poco tiempo en una excelente patinadora sobre hielo.

Para sobresalir de sus compañeros creó una técnica jamás vista antes: practicaba complejas y arriesgadas rutinas sin mirar, avanzaba a gran velocidad sólo de espaldas. Los más riesgosos desplazamientos los hacía retrocediendo.

Como profesora de baile trasmite su técnica explicándoles a los alumnos que en una pista de competencia, da lo mismo mirar hacia adelante para calcular la distancia a recorrer que mirar hacia atrás para calcular la distancia ya recorrida.

Irina fue ovacionada en grandes escenarios y la madre es feliz con el talento de su hija para la geometría.

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sábado, 30 de julio de 2011

Todos los días se (¿aprende?) entiende algo

La verdadera comprensión y utilización de muchos conocimientos se logra meses o años después de haber terminado la etapa estudiantil.

El cambio se produce cuando una acumulación de elementos predisponentes, se encuentra con un elemento desencadenante.

Dicho con un ejemplo visual: existe una gota de agua que produce el desborde del vaso. Sólo una.

Dicho con un refrán: «Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe».

El proceso educativo (pedagogía, didáctica, formación, aprendizaje) consiste en incorporar conocimientos nuevos para que el alumno los asocie con otros conocimientos que ya tenía.

En este caso la imagen visual puede describirse como una hilera de ladrillos que sirve de apoyo a una segunda hilera, para terminar construyendo una pared de conocimientos integrados, coherentes, utilizables.

Todos sabemos de nuestra resistencia a los cambios, lo que no siempre tenemos presente es la frase completa que dice así: «el ser humano se resiste a los cambios que lo perjudican».

De esta «frase completa» podemos deducir otra con idéntica validez: «el ser humano acepta los cambios que lo benefician».

Combinaré ahora estas ideas para comentar que la integración de un conocimiento puede efectuarse en varias etapas separadas en el tiempo. Podemos recibir una información hoy, entenderla dentro de un año e integrarla a nuestra forma de pensar dentro de dos años.

El sistema educativo funciona con plazos arbitrarios a los que el alumno no tiene más remedio que ajustarse precariamente.

Ocurre habitualmente que los exámenes se salvan porque el estudiante bajo presión, memoriza y repite aunque no haya entendido y mucho menos incorporado.

De todos los conocimientos recibidos en estas condiciones, muchos serán olvidados y unos pocos, cuando aparezca el factor desencadenante de la comprensión (meses o años después de haberlos recibido), quedarán en condiciones de ser incorporados, utilizados, realmente aprovechados.

Artículos vinculados:

Hacemos preguntas e inventamos respuestas

El bio-cam-bio

El gobierno de las mayorías

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viernes, 29 de julio de 2011

Los libros y las religiones

Los libros, al igual que las religiones, frenan la evolución porque unos y otras contienen ideas que no se modifican a lo largo del tiempo.

En otro artículo (1) propongo un razonamiento que parte de una lógica mecánico-automotriz: los buenos frenos de un vehículo permiten que pueda tener un motor potente y veloz.

Agrego ahora que los buenos frenos también permiten una mayor carga (peso) de desplazamiento.

En otras palabras, un vehículo con un dispositivo para desacelerar la inercia, puede transportar carga más pesada.

El mencionado artículo sugiere que en el plano cultural, las religiones, cuya longevidad depende en gran medida de la permanencia a lo largo de los siglos de ciertas creencias, doctrinas y rituales, no es meramente un obstáculo para el progreso filosófico, ideológico y moral de las culturas, costumbres y hasta legislaciones, sino que las religiones favorecen indirectamente el progreso precisamente porque protegen a los pueblos de los desbordes, la anarquía, el caos.

Agrego ahora otro elemento que «acelera porque enlentece».

Los libros son documentos que congelan las ideas, las fijan en el momento de su publicación, cuando el autor pone en venta su obra, pierde control sobre su contenido, «lo dicho, dicho está», esas ideas sólo pueden ser modificadas escribiendo otro libro.

Por ese motivo, los autores deben pensar mil veces que publicarán en un libro y esta preocupación es hasta cierto punto lo que le da más valor, credibilidad, confianza al texto escrito ... un libro tiene para muchos «sagradas escrituras», dignas de fe tan sólo por estar impresas y encuadernadas.

Si las religiones y los libros son «frenos aceleradores» porque contribuyen al conservadurismo de las ideas, creencias, culturas, ¿qué ocurrirá de ahora en más con los textos publicados en Internet, en tanto pueden ser modificados cuando el autor lo desee?

(1) Los frenos aceleradores

Anexo: Este link muestra una vertiginosa conducción en la madrugada de París-Francia.

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jueves, 28 de julio de 2011

Los frenos aceleradores

El conservadurismo de las religiones permite —paradójicamente—, que las culturas se modernicen más rápidamente.

Si nos salteamos una primera impresión, podemos afirmar que los frenos de un vehículo son útiles para desarrollar mayor velocidad de desplazamiento.

Efectivamente, si lo pensamos por la contraria, veríamos que un auto sin frenos tendría que moverse muy lentamente para poder detenerlo cuando fuera necesario.

Sin embargo, un vehículo que a 100 kph se detiene en 50 metros, nos permite mayores prestaciones que otro que frena en 100 metros.

Como dato adicional, la marca Ferrari —famosa por la velocidad de sus automóviles—, promete que esa distancia sea inferior a 33 metros.

Si estamos de acuerdo en que un buen mecanismo desacelerador habilita la optimización de un mecanismo acelerador, estamos en condiciones de pasar a otro tema, aparentemente distinto, aunque no tanto.

Las religiones son ese mecanismo de freno que tienen las culturas y que, aunque puede ser criticado por enlentecer el progreso, permite justamente lo contrario.

Si observamos qué nos ocurre cuando actuamos en sociedad, vemos que los colectivos avanzan con nuevas ideas, nuevas tecnologías, costumbres, hábitos, satisfacciones, modas.

Hasta puedo decir que la masa, la gente, el pueblo, es atrevido, osado, imprudente.

Las iglesias reaccionan y se escandalizan, aconsejan, protestan y un conjunto de ciudadanos se frena, duda, se frustra.

Si la nueva costumbre avanza a pesar de esta resistencia religiosa, es casi seguro que los legisladores tomen la idea, le apliquen un formato legal y terminen reglamentando lo que el pueblo ya había adoptado de hecho.

La aceleración descontrolada es moderada por las iglesias, hasta que todo parece indicar que la innovación se estabilizó en una especie de «velocidad crucero», recién entonces aparece la ratificación legal, el reglamento, el control oficial y seguramente algún conjunto de castigos para los transgresores.

Anexo: Este link muestra una vertiginosa conducción en la madrugada de París-Francia. http://www.youtube.com/watch?v=gWVde1pWl24&feature=fvsr

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miércoles, 27 de julio de 2011

Lo que la gratitud desea pagar

La gratitud es un deseo de pagar por habernos hecho sentir, creer, ilusionar, que nos aman. La gratitud quiere retribuir la esperanza.

El diccionario de la Real Academia Española nos informa sin vacilar que la palabra gratitud debe recordarnos el «Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera.»

Veamos algunos detalles:

— «Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer». Esto quiere decir que debemos valorar, cuantificar, calcular, algo que nos dieron realmente o que tuvieron la intención de darnos.

Esto significa que «con la intención basta»; en otras palabras corresponde sentir gratitud tanto por lo que recibimos efectivamente como por lo que quizá hubiéramos recibido pero que no recibimos.

De manera aún más dramática: da lo mismo que nos regalen un auto a que nos anuncien que nos regalarán un auto. Ambas situaciones merecen nuestra gratitud.

Con todo el respeto que me merecen los sentimientos humanos, diría que la gratitud es bastante desprolija, inconsistente, quizá poco respetable (en tanto funciona de igual forma con hechos consumados que con simples promesas).

— «… y a corresponder a él de alguna manera.» Esto quiere decir que el beneficio que hemos recibido en realidad o como simple promesa, genera (cuando surge la gratitud) algún tipo de reciprocidad (pago, retribución, compensación).

En suma: la gratitud la defino como el sentimiento que nos inspira alguien que nos demuestra amor dándonos o prometiéndonos un beneficio (material o intangible) que genere en nosotros una ilusión, una expectativa, una esperanza.

Más precisamente: como los sentimientos de gratitud y de amor recibido son subjetivos, en cualquier caso la gratitud es nuestro deseo de pagar por hacernos creer que somos amados.

Artículo vinculado:

Gracias de nada

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martes, 26 de julio de 2011

El delicado aparato psíquico

Las ideas (creencias) funcionan como piezas rígidas e imprescindibles de nuestro «aparato psíquico». Cambiar sólo una, implicaría cambiar todas las demás.

Como si se tratara de un complejo mecanismo de relojería, nuestra psiquis tiene entre sus miles de piezas, a las creencias (prejuicios, ideas, opiniones).

Aunque estas piezas del intrincado mecanismo son intangibles, invisibles (no se pueden tocar ni ver), no son menos efectivas y sobre todo rígidas.

Como decía en otro artículo (1), cualquier desajuste nos provoca dolor. Al mal funcionamiento de este «mecanismo» lo percibimos como incertidumbre, duda, inseguridad.

Tras estas sensaciones viene la angustia y tras esta, decaimiento, insomnio, disfunciones sexuales y un sinfín de molestias, dolores y desarreglos que generalmente son tratados por la psicosomática.

Pensemos por un momento que ese intrincado mecanismo de relojería que nos defiende de esta incertidumbre y sus consecuencias, es atacado por agentes externos que cuestionan (critican, descalifican) la perfección de alguna de sus piezas.

Por ejemplo, varios compañeros de trabajo nos critican burlonamente porque oramos al Señor la gracia que nos concede brindándonos la comida que nos alimenta.

Esta «pieza» (la creencia en Dios) de nuestro complejo mecanismo, es imprescindible para conservar el buen funcionamiento de nuestra mente, psiquis, emociones (aparato psíquico).

A su vez, en el «aparato psíquico» de nuestros compañeros de trabajo es muy importante una pieza que podemos denominar «ateísmo».

Aunque a ellos y a nosotros nos parezca que las demás mentes pueden pensar como la nuestra, eso no es así. Por seguir con el ejemplo, los repuestos de un reloj Casio no le sirven a la maquinaria de un reloj Citizen.

Si en el mecanismo de ellos o de nosotros está la «pieza» según la cual todo «mecanismo» diferente es una amenaza real o potencial, ellos o nosotros intentaremos combatir al supuesto enemigo (intolerancia).

(1) Las verdades personales

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lunes, 25 de julio de 2011

Mucha información en medio de la duda

Probablemente el máximo nivel de sabiduría se logra combinando el conocimiento de datos concretos (distancias, mecanismos, procedimientos) con una fuerte tolerancia a la incertidumbre sobre temas abstractos (filosofía, deseos, sentimientos).

En el plano psicológico, emocional e intelectual, ¿qué es crecer, desarrollarse, llegar a adulto?

Les comento dos posibles respuestas a esta pregunta.

1) Para una mayoría el proceso es muy claro, sencillo y hasta obvio: nacemos ignorantes y la madurez psicológica se caracteriza por el conocimiento, la experiencia y la sabiduría.

Cuando alguien llega a este nivel superior, entonces muchas de sus angustias desaparecen, la inseguridad propia de la infancia y la adolescencia quedan atrás y accedemos a la serenidad, el aplomo, la madurez.

El aspecto físico de este individuo suele ser el propio de una persona con más de 50 años, sus opiniones personales denotan cuánto sabe de la vida, de la realidad, de las verdades trascendentes (para qué nacemos, qué ocurrirá cuando muramos, qué es el amor, etc.).

2) Para una minoría el proceso es diferente al anterior: nacemos ignorantes, hostigados por las molestias de la incertidumbre, nos apuramos a incorporar creencias en las que confiamos y nos quitan las dudas más incómodas.

Enterados de la falsedad de esta etapa de ilusión, comenzamos a estudiar, a informarnos, a pensar e inevitablemente llegamos a la conclusión de que las certezas son ilusorias, que el conocimiento no es otra cosa que una creencia compartida por muchas personas.

Algunos datos confiables existen y están referidos a cosas concretas como por ejemplo medidas, localizaciones, mecanismos, procedimientos.

El anhelo de conocer el futuro, de evitarnos el sufrimiento, de controlar nuestra vida, nos induce a pensar que esos datos también pueden lograrse previendo el futuro, adivinando el deseo ajeno, anticipando los riesgos que deseamos evitar.

En suma: aparentemente la minoría acierta cuando supone que la sabiduría consiste en tener muchos conocimientos sin pretender estar seguro de algo.

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domingo, 24 de julio de 2011

Yo y la otra yo

Desde que tengo uso de razón mi hermana melliza ha sido un dolor de cabeza.

Nunca pude entender a quienes dicen que somos idénticas.

Mi madre nos vestía iguales sólo para que yo tuviera más dificultades para seguir afirmando que ella y yo no tenemos ninguna semejanza.

Eso me ha costado pelearme con todo el mundo, quedar como una loca, que ella haya sido una princesa y yo su sirvienta. O sea: sólo dolores de cabeza.

Pero como no hay mal que dure cien años, un día, con 19 años, SE FUE. Sí, ¡Dios existe!

Claro, como le pasa a todo el mundo, ahora que se fue me doy cuenta que no era tan mala y sobre todo quiero dejar bien claro acá que ella nunca dijo, nunca sugirió, nunca amenazó: SE FUE y se fue. Eso la pone en la categoría de genia.

Como también he aprendido precozmente que «no hay felicidad completa», esta alegría familiar vino acompañada de un repentino abandono de todos mis amigos.

Por primera vez me ocurrió que en una reunión, ¡¡NADIE ME INVITÓ A BAILAR!!

En la facu perdí todo rastro de popularidad, casi nadie me prestaba atención y sólo conservé la amistad de quienes nunca pueden hacer amigos.

Eso hasta que un día llegué como siempre y por poco me violan los más divinos de mi generación.

¡¿Y esto qué es?! —pensé para mis adentros, pero nada de perder el tiempo en investigaciones.

Aproveché todo lo que pude, fui halagada, me regalaron flores, querían ennoviarse conmigo, me llevaban a pasear. Llegó a mis oídos que hubo una pelea a golpes entre admiradores celosos.

Un día se develó el misterio.

Alguien que me quería mucho o que me odiaba hasta el cielo, me envió un paquete con una mensaje escrito con letras recortadas y pegadas: «Mirá lo que anda circulando».

Muerta de curiosidad, miedo y ansiedad, llegué a mi casa, puse el CD en la compu y no podía creer. Mi hermana en una peli asquerosa, horrenda, vergonzosa, ...

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sábado, 23 de julio de 2011

Gracias de nada

Agradecer a la naturaleza, a Dios o a la suerte, es placentero porque permite imaginar que estos entes no-humanos nos aman, quieren beneficiarnos y protegernos.

En otro artículo (1) comenté que la expresión «que Dios te lo pague» es placentera en tanto permite imaginar que mantenemos transacciones igualitarias nada menos que con Él.

Ahora les comentaré algo sobre el agradecimiento.

Sabemos que es una norma de buena educación agradecer por los favores recibidos. «Gracias por el libro que me prestaste»; «Gracias por habernos invitado»; «Gracias por su generosa donación».

Existe una cierta similitud con el caso mencionado en primer término porque la manifestación de gratitud parece cancelar un beneficio recibido.

Hasta acá encontramos una forma de trueque en la que una de las partes siempre es intangible (verbal).

Sin embargo algunas personas sienten pasión por agradecer y buscan cualquier justificativo para complacerse con esa actitud. Hasta podría decirse que si logran agradecer con cierta convicción, ven aumentada su felicidad, independientemente de que el referido trueque haya existido o no.

En este caso, cuando el agradecimiento es claramente compulsivo, devoto, apasionado, podemos pensar que está presente el miedo a una fuerza, ser o personaje superior, temible, tiránico, que reclama ser apaciguado por sus débiles hijos, protegidos, fieles, con sumisión, de rodillas, con actitud implorante.

La naturaleza produce buenas o malas cosechas y a partir de estos resultados los humanos comemos mejor o peor. Sin embargo, en Estados Unidos y Canadá consagran un día a realizar la Acción de Gracia (imagen), porque así creen que la naturaleza los benefició deliberadamente.

En suma: agradecer es útil para poder imaginar que los productos de la naturaleza nos fueron obsequiados como gesto de amor... en vez de pensar que esos alimentos son el resultado de fenómenos naturales, que también ocurrirían si no existiéramos los humanos agradecidos.

(1) Si no resisto la realidad, la invento

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viernes, 22 de julio de 2011

Los errores de ustedes

Somos como somos (genética, historia, cultura) pero sentimos que las singularidades que nos hacen únicos deberían ser universales y nos irrita lo contrario.

Casi todo lo que nos rodea tiene para los humanos aspectos positivos y negativos.

Todo lo que nos rodea pertenece a dos órdenes: o a la naturaleza o a la cultura. Ambas producen efectos tan similares que en algunos casos no sabemos discernir si estamos influenciados por un condicionamiento de la naturaleza o uno de la cultura.

Por ejemplo, si no comemos algunos vegetales nos cuesta discernir si son rechazados por venenosos o porque nuestra dieta familiar nunca los incluyó.

En nuestra mente, lo que nos hace mal, lo que ya probamos pero nos disgusta y lo que nunca comimos, pueden estar en la misma categoría.

Esta particularidad de nuestro discernimiento nos lleva a tomar decisiones que en su mayoría podrían ser calificadas como antojadizas, caprichosas, maniáticas.

Esta afirmación tiene todas las características de una crítica negativa, sin embargo no lo es. Tan solo describo lo que ocurre.

También es cierto que en nuestra cultura se espera que cualquiera de nuestras decisiones, opiniones y preferencias puedan ser suficientemente explicadas, fundamentadas, argumentadas.

Esta pretensión cultural está asociada a castigos igualmente arbitrarios.

Por ejemplo, si el niño no quiere tomar sopa, los padres se enojan, gritan y hasta le imponen un ayuno que descienda las pretensiones del pequeño hasta que termine comiendo lo que le gusta y lo que no le gusta.

Todos lo hacemos y por eso ni lo analizamos porque forma parte de la «normalidad», sólo que entre adultos pasa algo similar: nos cuesta aceptar que otros sean diferentes, que tengan otras creencias, preferencias, gustos, prioridades.

Es más: cuando alguien opina distinto la sensación es de que intenta descalificarnos, desautorizarnos, ofendernos... y reaccionamos con agresividad e intolerancia.

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jueves, 21 de julio de 2011

El amo a quien amo

Biológicamente, las mujeres son dueñas de los varones de quienes extraen el semen. Culturalmente pensamos y actuamos exactamente al revés.

Analicemos dos oraciones:

1) «Yo te amo».

2) «Yo soy tu amo».

En 1) entendemos que quien habla se reconoce como subordinado (esclavo del objeto de amor), mientras que en 2) quien habla se expresa como subordinante (amo del esclavo).

En otras palabras, quien piensa y dice «Yo soy tu amo», está anunciado que la vida del otro (el esclavo) está subordinada a las necesidades y deseos del amo. El esclavo es dependiente de su amo. Está a su disposición.

La mujer que ama a un hombre desea que este eyacule en su vagina, que pierda el control, que le entregue el semen. Ella goza sintiendo cómo el hombre no logra hacer lo que quiere sino que su cuerpo, arrasado por la pasión inspirada por el erotismo de ella, se mueve convulsivamente, vibra, late, se retuerce como bajo la fantasmática influencia de un demonio, hasta que en un último estertor, descarga su líquido seminal, queda exhausto, desplomado, sin moverse por unos minutos, mientras los fluidos de la próstata empujan como un émbolo gelatinoso lo que pueda haber quedado sin entregar en la uretra.

Al describir el coito en estos términos, vemos que el sustantivo «amo» (dueño del esclavo) y la expresión verbal «amo», se mezclan confundiéndose.

Cuando ella dice «mi marido» alude a su condición de «dueña» y cuando les dice a otros «lo amo» está hablando como la persona que depende afectivamente del marido.

Culturalmente pensamos al revés y llegamos a decir que ella es «la señora de» o directamente ella toma el apellido del esposo, pero ¡atención!, biológicamente ella es la dueña de él de quien toma la simiente que la embaraza (lo ordeña, lo cosecha).

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miércoles, 20 de julio de 2011

Las enemigas de clase

Para las mismas mujeres es preocupante observar con qué frecuencia prefieren a hombres casados. Los motivos inspiran variadas hipótesis. Alguna puede ser verdadera.

En mis habituales recorridas por las páginas femeninas de la web es recurrente la preocupación de ellas por el atractivo que tienen los varones casados.

Nunca podré saber qué piensa una mujer hasta que no me reencarne como una de ellas, así como nunca podré dejar de imaginar qué piensan.

Pienso:

— Es conocida la teoría psicoanalítica según la cual el lesbianismo latente de toda mujer (1) puede ser tramitado teniendo sexo con el esposo de la mujer deseada;

— Ellas y ellos anhelan «no pagar la fiesta», esto es, disfrutar de las relaciones conyugales pero sin asumir las pesadas responsabilidades que la institución matrimonial impone;

— Desear el cónyuge del prójimo está expresamente prohibido por uno de los diez mandamientos precisamente porque es una condición natural de nuestra especie;

— Esta norma, por pertenecer a un número tan reducido de mandatos, está demostrando que «es normal» desear al cónyuge ajeno;

— También podemos deducir que, como en cualquier otro ranking, estar dentro de los diez (mejores), está denotando su elevada categoría, privilegio, importancia;

— Los hombres casados, al igual que las mujeres casadas, parecen poseer un certificado que «garantiza» su aptitud para la vida conyugal mientras que los solteros provocan la desconfianza de si lo están por opción o porque no saben gratificar al otro;

— Un motivo más inconsciente, narcisístico y sofisticado refiere a que ellas no quiere enviudar. Efectivamente algunas mujeres fantasean con que su capacidad sexual es de tan alto voltage que los varones que caen bajo su influencia erótico-mortífera tienen grandes posibilidades de no salir con vida del encuentro. El discurso sería: «Si lo voy a matar, mejor que sea un hombre ajeno y no uno mío».

(1) Si yo fuera mujer

Sabemos mucho de gays y poco de lesbianas

La poligamia reprimida

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martes, 19 de julio de 2011

La escasa inteligencia femenina

Por razones culturales, el femenino parece un sexo menos inteligente que el masculino, pero no es así.

En lo que podríamos denominar las «webs rosadas» (referidas a problemas femeninos) flotan muchas historias tristes sobre mujeres engañadas por hombres.

El estúpido machismo ha llegado a la ingenuidad de suponer que las mujeres son tontas. Aunque son tan diferentes de los hombres como lo son nuestros cuerpos de mujer y varón, compartimos niveles de inteligencia similar... pero ellas son y tienen que ser más inteligentes, ingeniosas y sobre todo astutas.

Si por algo se caracteriza el ser humano es por su debilidad, por su nacimiento prematuro, porque para llegar a ser sexual y mentalmente maduro necesita muchos años.

Para compensar ese hándicap, somos la especie más creativa, de más amplia adaptación a los diferentes hábitats.

Las mujeres son corporalmente más vulnerables que los varones porque disponen de menos masa muscular, sus huesos son más livianos, tienen menor estatura, y sobre todo, soportan nada menos que la mayor responsabilidad en la conservación de la especie.

Por lo tanto, el ser humano es más «inteligente» porque a su vez es el más vulnerable y lento para desarrollarse, y la mujer es más «inteligente» porque a su vez es la más vulnerable y sobrecargada de responsabilidades importantes (reproducción).

Esta es una hipótesis deductiva cuya comprobación empírica es tan difícil como para que hasta las mismas mujeres duden de su talento, capacidad e inteligencia.

Esto es así porque la cultura, que oficia como una segunda naturaleza pero que es la más visible en sus manifestaciones, ha creído conveniente hasta ahora que las mujeres tengan que disimular para que los varones no caigamos en un pozo depresivo y podamos trabajar, proveer, ir a la guerra, arriesgar, proteger.

En suma: El sexo femenino simula ser menos inteligente.

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lunes, 18 de julio de 2011

La educación y la esclavitud

Cualquiera pronostica que una persona mal alimentada se enfermará, pero no tantos pronostican que un pueblo ignorante siempre pierde la libertad.

El afán de poder y de control puede ser tan intenso que termina provocando actos, no solamente irracionales sino también inhumanos, destructivos, claramente contrarios a la solidaridad declarada por tan obsesivos personajes.

No me llamaría la atención que los etólogos hayan descubierto que en otros mamíferos organizados en forma piramidal (con un macho alfa que come primero, copula con todas las hembras, expulsa a los competidores), también ocurren abusos de poder.

Lo cierto es que en nuestra especie sí ocurren y algunas poblaciones tienen que soportar durante mucho tiempo la prepotencia, el autoritarismo, la opresión, la cancelación de las libertades y derechos más elementales.

Para poder trepar hasta lo más alto de la pirámide de mando, los futuros tiranos piden permiso con gran educación, fundamentan todos y cada uno de sus principios humanitarios, convencen al pueblo de que está haciendo falta alguna «mano dura» para enmendar los actos vandálicos, la inseguridad ciudadana, la falta de respeto a los símbolos patrios, la degradación, la corrupción, la anarquía.

Para reforzar esa prédica y para que esa «mano dura» comience a actuar cuanto antes, el grupo encargado de patrocinar este cambio puede colaborar propagandísticamente, teatralizando ellos mismos actos delictivos con el noble propósito de que los ciudadanos más lentos, incapaces, desconfiados o irresponsables aceleren la decisión «democrática» de llevar al poder al «mesías», al grupo de sacrificados ciudadanos que no temen tomar decisiones drásticas, sin importar a quién tengan que juzgar y condenar, evitando cualquier tipo de favoritismos, porque lo único que importa es devolverle generosa y desinteresadamente el bienestar que el pueblo ha perdido por culpa del desgobierno.

Así caen de rodillas los pueblos ingenuos por falta de educación.

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domingo, 17 de julio de 2011

Las motos son peligrosas

En un cumpleaños de mi amigo judío fui salpicado de champagne por la torpe coreografía de una muchacha delgadita que bailaba sola.

Quizá ella no tenía buena vista porque se me acercó casi hasta tocarme con su nariz para pedirme disculpas. Me gustó el perfume del lápiz labial. Supongo que le faltó algo de tiempo porque la depilación de las piernas había olvidado algunos detalles en la mitad del muslo izquierdo. También pudo ser que le faltó algo de vista. Esto es más probable.

Me gustó o fue la única que me miró y como asumí que es miope, algo dentro de mí interpretó que para ella soy tan grande que me puede ver.

No tardé en olvidarme de esto porque el inminente despido me tenía atormentado. El tipo esperó a que me comprara la moto para dejarme sin trabajo.

De nuevo la delgadita que bailaba sola. Esta vez tropezó con mis pies y directamente se sentó a mi lado.

¿Siempre sos tan serio?; solo cuando estoy preocupado; ¿Qué te pasa?; estoy endeudado y estaré desocupado; ¿Qué sabés hacer?; por ahora preocuparme; ¿De qué trabajás?; administro las cuentas bancarias de un empresario; ¿O sea que sabés de números?; sí, dicen que sé; ¿Querés que hable con mi papá?; ¿por qué, están peleados?; No, tonto, él es dueño de varias empresas; pero si no me conocés; Si sos amigo del judío sos buen tipo; bueno, dale, hablá con tu viejo.

Esta luz de esperanza me cambió la cara pero al patrón se la empeoró. Cada vez me trataba peor.

De tarde fui a hablar con un empleado del padre de Matilde a un apartamento nuevo con vista al Puerto del Buceo. Comenzaría a trabajar para él por un sueldo generoso pero sin cumplir horario. Estaría a prueba así que en forma paternal me aconsejó que aún no renunciara al anterior.

En sucesivas conversaciones que crecían en confidencialidad y alcohol, terminé entregando algunos documentos del empresario con quien seguía trabajando y acá me dejaron tirado, sintiendo cada vez más frío, en medio de una carretera donde no pasa nadie. Quizá me esté desangrando. La moto me trajo mala suerte.

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sábado, 16 de julio de 2011

Aliviarnos de la desgracia ajena

Para resolver nuestra angustia ante la desgracia ajena pensamos «a mí no me va a pasar» y la víctima «algo habrá hecho».

Con diferente intensidad todos estamos preocupados por nuestra salud, seguridad, vida.

La aparición de alguna señal (dolor, accidente, noticia) nos aumenta esa intensidad y cuando nuestro entorno (interior y exterior) carece de excitantes, podemos pasar algunas horas, días y hasta semanas, sin acordarnos de nuestra salud, seguridad y vida.

Esta intensidad está vinculada no solamente con las características del estímulo (dolor desconocido, inmovilidad sorprendente, pérdida de visión) sino también con nuestra particular forma de evaluar su gravedad.

Dicho de otro modo: algunas personas somos más temerosas, aprensivas o desconfiadas que otras.

Un pensamiento tranquilizante muy difundido se caracteriza por tener la convicción que se resume en la frase «a mi no me va a ocurrir».

Otro pensamiento tranquilizante similar se caracteriza por suponer que nuestra conducta incluye inteligentemente las precauciones suficientes para quedar a salvo de todas esas peripecias que le ocurren a quienes nos rodean.

En otras palabras: cuando vemos que un vecino se enferma, un pariente se accidenta o un conocido es asaltado, sufrimos una identificación inevitable (porque el perjudicado es un semejante) que rápidamente podemos anestesiar pensando algo así como «el damnificado algo habrá hecho para padecer ese daño».

Este razonamiento tranquilizador debe poseer todas las características de una certeza, convicción, verdad irrefutable. Así necesitamos que sea nuestra reacción para lograr la serenidad buscada.

La consecuencia ya la conocemos: para respaldar esta creencia salvadora, nos paramos frente a nuestro semejante debilitado por su mala suerte, no en actitud colaboradora sino inspectiva, acusadora, recriminatoria.

Esta reacción tan poco solidaria es coherente con nuestra convicción tranquilizadora de que el infortunado «algo habrá hecho» que nosotros nunca haríamos y por eso «a mí no me va a ocurrir».

Artículos vinculados:

La fe es un sentimiento enfermizo

¿Todos somos culpables (pecadores)?

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viernes, 15 de julio de 2011

Matrimonio igualitario

Matrimonio igualitario es la denominación que se ha creado no hace muchos años para designar lo que antes era llamado matrimonio gay o matrimonio homosexual y que podría incluir la intención de reconocer oficialmente la fantasía inconsciente de que los hombres y las mujeres somos iguales.

A veces el significado de las palabras parece alterarse con fines ideológicos, proselitistas o de conveniencia.

El matrimonio igualitario es una expresión relativamente nueva que pretende negar hechos tan obvios como que

— hombres y mujeres somos diferentes; y que
— un matrimonio entre homosexuales es diferente a un matrimonio entre heterosexuales.

El hecho central en todas estas reflexiones refiere a la capacidad reproductiva que se espera de un matrimonio.

Lingüísticamente, la palabra oxímoron refiere a una expresión retórica que condensa dos conceptos opuestos, como por ejemplo: «publicidad secreta», «fuego helado», «tolerancia cero».

Si bien parece lógico que dos o más personas puedan unirse para convivir, ayudarse, compartir gastos, divertirse, en forma permanente, también parece lógico que puedan formalizar dicha asociación de tal manera que las instituciones del estado les concedan todos los derechos (beneficios legales, sanitarios, tributarios) cuyo ejercicio pleno no perjudique a terceros.

Me interesa señalar que la expresión matrimonio igualitario de quienes reivindican la aceptación social y pública del matrimonio entre personas del mismo sexo, no buscan solamente disfrutar de todos y cada uno de los derechos que puedan obtener en tanto y en cuanto no perjudiquen a los demás, sino que intentan darle realismo a una fantasías propia de los homosexuales y es que las diferencias entre el hombre y la mujer son meramente culturales, impuestas, ideológicas, prejuiciosas, prepotentes, arbitrarias, tendenciosas y otras adjetivaciones que pretenden descalificar la evidencia orgánica (genital) que fundamenta el reconocimiento de que existen hombres y mujeres, que son diferentes y que se fecundan mutuamente (aislamiento reproductivo).

Lectura complementaria:

Pollera o pantalón

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jueves, 14 de julio de 2011

Sobre la medicina defensiva

La medicina cuenta con más recursos que serían mejor aprovechados si los médicos no estuvieran bajo tanta presión de quienes no asumen que la muerte aún existe.

Es muy difícil trabajar bajo presión sin cometer errores.

El médico de principios del siglo 20 tenía pocos recursos, un médico de hoy dispone de:

— Más medios tecnológicos para examinar, diagnosticar y pronosticar (ecografía, exámenes clínicos nuevos y precisos);

— Más variedad de específicos químicos (medicamentos) para curar o detener más enfermedades;

— Quizá por estos nuevos recursos, la legislación es más exigente en los resultados y mucho más intolerante con las equivocaciones (mala praxis);

— Los medios de comunicación son más abundantes y están mejor dispuestos para propalar cualquier error médico, sin preocuparse demasiado por generar alarma pública;

— La entronización de la estadística como herramienta merecedora de una fe ciega, alienta la predisposición a que cualquier amenaza con bajísimas probabilidades (1%, 3%, …) ya sea señalada como alerta roja. Los estándares así establecidos determinan que está sano cualquier humano que tenga valores propios de un astronauta apto para vivir en una cápsula espacial durante meses.

Si bien acaricia el ego de los médicos sentir cómo ha aumentado su protagonismo entre los actores sociales de cualquier colectivo, no podemos perder de vista que es un ser humano y que cualquiera de nosotros, expuesto a un escrutinio, supervisión y exigencia muy severos, forzosamente dejaríamos de concentrarnos en los problemas del paciente para evitar algún error de costosas consecuencias.

Esto ha provocado que los profesionales se vean obligados a practicar algo que ya alguien bautizó como medicina defensiva, en la cual, como no podríamos esperar otra cosa, los médicos prestan más atención a cumplir con todas las precauciones de su vida profesional híper vigilada que a estudiar la dificultad de salud que motivó la consulta del paciente.

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miércoles, 13 de julio de 2011

El condón solar

La psicosomática acepta ideas que parecen disparatadas para intelectos bloqueados por la racionalidad.

El cerebro humano produce símbolos: los crea y también los entiende.

Por ejemplo, una balanza de dos platillos simboliza el equilibrio, la justicia, la ley.

Hace unos cuarenta mil años que nuestra especie habita el planeta pero no hace tanto que a Nicolás Copérnico (1473-1543) se le ocurrió pensar en algo que no es evidente: la Tierra no está en el centro del universo. Por el contrario, la Tierra gira alrededor del Sol.

Esta estrella que nos da luz y calor, de la que depende nuestra alimentación, ha estimulado en nuestra imaginación múltiples símbolos:

— Hijo del dios del Cielo, lo ve todo y por eso lo sabe todo;
— Es un ojo de Dios (el otro es la Luna);
— Es un héroe guerrero protector, poseedor de espadas de fuego;
— El varón (activo), por oposición a la Luna (pasiva);
— El oro es reconocido por sus virtudes como metal pero su valor está aumentado porque posee una coloración similar a la del sol;
— También simboliza características negativas como son la vanidad o el idealismo.

Varias de estas ideas simbólicas se condensan para que en nuestro inconsciente el sol represente a una figura paterna.

Según el psicoanálisis es posible pensar que la actividad inconsciente, en su función simbólica, puede entender que acostarse en una reposera a tomar un baño de sol equivale a tener sexo con el padre.

Hace unos años cunde el temor al cáncer (reproducción de células) de piel provocado por el sol, lo cual equivaldría a la gestación (reproducción de células) de un hijo incestuoso, muy peligroso y eventualmente mortífero para el transgresor.

En suma: el cáncer de piel estaría provocado por la sugestión provocada por esta asociación inconsciente y un protector solar es un condón.

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martes, 12 de julio de 2011

El contagio de la neurosis

La neurosis femenina es particularmente contagiosa porque son ellas las que mejor se vinculan con las nuevas generaciones (hijos, nietos, alumnos).

Para convivir con niños es preciso disponer de un talento especial. Quizá no es tan difícil como la neurocirugía o el paracaidismo nocturno pero requiere inteligencia, vocación y paciencia.

Puedo afirmar que la mayoría de las mujeres están mejor dotadas que los varones. Madres y abuelas están provistas de un instinto que les concede la aptitud suficiente para interactuar placenteramente con estos pequeños que comienzan la vida con rasgos psicóticos, son clínicamente perversos, carecen casi por completo de neurosis y no se valen por sí mismos.

Felizmente, con el desarrollo, aquellos aspectos de locura van desapareciendo, los aspectos perversos disminuyen en alto grado pero la neurosis trepa a su máxima expresión.

Esto mismo, dicho de otra forma, puede expresarse así: nacemos con rasgos psicóticos, somos naturalmente perversos y la educación no es otra cosa que instalar una neurosis.

La cultura equivale, por su influencia sobre los humanos, a una segunda naturaleza. Muchas de nuestras reacciones espontáneas no podemos saber si son naturales o forman parte de la educación que recibimos.

Una (casi inevitable) mala mezcla de nuestras particularidades naturales con las imposiciones que recibimos de nuestros educadores, nos convierten en gente complicada, proclives a priorizar erráticamente lo que más nos conviene, desconformes, con baja eficiencia, nostálgicos de la niñez (cuando éramos más naturales, menos neuróticos, escasamente culturizados).

Esta nostalgia de la niñez solemos resolverla conservando parcialmente sus rasgos, tratando de imitar la infancia en lo concerniente a su baja responsabilidad, creencias idealistas y fantásticas, voluntarismo, escasa disciplina, actitud dependiente de figuras paternales (líderes, gobierno, profesionales [especialmente de la medicina]).

Estos nuevos adultos, neuróticos e infantilizados, no podrán evitar contagiar sus características a las nuevas generaciones (hijos, sobrinos, nietos, alumnos).

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lunes, 11 de julio de 2011

¿Todos somos culpables (pecadores)?

Ante un hecho delictivo, atendemos al victimario y olvidamos a la víctima.

«Hecha la ley, hecha la trampa» dice el proverbio. Con esta afirmación accedemos a la tranquilidad de que, salvo error u omisión, podemos delinquir sin ser alcanzados por la ley.

Este refrán es una potente estímulo para quienes cuentan como su principal fuente de ingresos en matar, robar, estafar.

El sentimiento de justicia que nos enseñan cuando ingresamos a la vida es mucho más optimista, casto, puro.

Los padres, maestros, libros, cine, no se cansan de decir y «demostrar» que los bandidos siempre son apresados por una policía que está deseosa de salir corriendo de sus autos, sudar, luchar cuerpo a cuerpo arriesgando sus vidas, exponerse a violar los reglamentos, con tal de apresar al supuesto culpable.

Claro que no faltan los pesimistas, negativos o malintencionados que susurran «Quien tiene dinero suficiente, es inocente».

Personas que parecen buenos ciudadanos asesoran ante algún problema legal que todo dependerá de la habilidad del abogado defensor y de quién sea el juez que trate el caso.

¡Caramba! En algo tan delicado como es la cuestión legal ¿hay más de una biblioteca? Ante un mismo delito, alguien puede ser castigado y otro absuelto. ¡A nosotros nos habían informado otra cosa!

Además, si sabemos que todos necesitamos ser amados, reconocidos, mirados, observados, cuando las circunstancias crean una víctima y un victimario, toda la atención recae sobre este último. Quien sufrió el daño es abandonado, sólo se preocupan por él los seres queridos que pueda tener, pero toda la atención, el protagonismo, las cámaras y micrófonos se concentran en el supuesto culpable.

Recordemos que en nuestra cultura, por definición judeo-cristiana, todos somos culpables, pecadores y deudores, por lo tanto, si con alguien nos vamos a identificar es con el delincuente. La víctima, algo habrá hecho.

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domingo, 10 de julio de 2011

Los misterios de mamá

A mi madre nunca le falta compañía masculina.

Por suerte papá se fue de la vida dejándonos una casa grande y un gran recuerdo.

Ella lo quería y quizá lo quiere aún, pero no puede estar sin un hombre.

Ignoro cómo los consigue, lo cierto es que no pasa mucho tiempo sin que me presente algún «amigo» con el que se recluye en alguno de los dormitorios, excepto en el que utilizaban con papá.

También logra que ninguno de ellos se propase conmigo, lo cual es una suerte, aunque como buena histérica desearía que alguno fuera un poco atrevido y me viera forzada a no contárselo para que no tenga que expulsarlo y se quede sola.

La que estoy sola soy yo. Daniel un día no volvió de trabajar y miles de días después (más exactamente, dos meses), me mandó un mensaje de texto diciéndome que vendría un amigo suyo a retirar un DVD que yo le había regalado.

Según parece mi madre estaba un poquito aburrida de mi cara larga, mutismo y mal humor. Fuera de toda fecha tradicional, me regaló un celular con un número de línea nuevo.

Una semana después recibí el primer llamado. Era una voz masculina agradable que me invitó a tomar un café.

Confié, no en él, aunque me agradó de entrada, sino en mamá porque aquel teléfono tenía detrás algún plan inteligente para conseguir un compañero.

Este hombre está fascinado conmigo y temo enamorarme. Me habla de mil cosas suyas triviales aunque interesantes y me mira con un gesto de picardía simpática, como diciendo: «¡Qué ingeniosa fuiste!».

Nota: La imagen pertenece a la actriz norteamericana Meg Ryan, nacida en 1961.

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sábado, 9 de julio de 2011

Determinismo con Plan A y Plan B

Esta es una explicación que procura ejemplificar cómo funcionamos según las leyes naturales más conocidas que inevitablemente nos conducen a pensar que no actuamos voluntariamente sino que «somos actuados» estimulados por múltiples factores también naturales.

Imaginemos que el clima es un ser humano.

Sin que «él» se dé cuenta, el calor del sol aumenta la evaporación de los ríos, lagos y mares.

Esa masa de vapor se acumula en el cielo (siempre sin que «él» tome conciencia, lo verifique, tenga sensaciones que se lo indiquen), hasta que un buen día una corriente de aire frío lo toma por sorpresa, le provoca una alteración por la que «decide» condensar (transformar vapor en líquido) esa cantidad de vapor que había acumulado en las nubes por la evaporación de ríos, lagos y mares, y «toma de decisión» de llover.

El imaginario fenómeno meteorológico, funcionando como un ser humano, es objeto de una cantidad de acontecimientos que «él» desconoce, los cuales incluyen un desenlace, una consecuencia, una reacción (la condensación por la masa de aire frío y la consiguiente lluvia), pero como «él» cree que sus decisiones le pertenecen (cree en el libre albedrío), supone ingenuamente que esa masa de aire frío que condensa el vapor de agua contenido en la nubes, ocurre o no ocurre según «él» lo determine, pero quienes sabemos de meteorología sabemos que inevitablemente el aire frío condensa el vapor de agua (provocando la lluvia).

Si los humanos aceptamos que todo lo que hacemos (acciones y pensamientos) son el resultado inevitable de acontecimientos naturales que están fuera de nuestro control, seguramente nuestro cerebro, diseñado según el determinismo), quedará predispuesto para promover los cambios que le parezcan más favorables (plan A) al mismo tiempo que se aprontará (por si fracasa en mejorar el contexto incómodo), estimulando reacciones adaptativas (plan B).

Artículo vinculado:

La búsqueda de objetivos y el azar

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viernes, 8 de julio de 2011

Los escritores oficiales

La distribución del poder, de los privilegios, de la riqueza incluye oficializar la opinión de algunos escritores, acallando indirectamente cualquier otra diferente.

¿Usted qué es?

— Propietario o inquilino;
— Conductor o pasajero;
— Profesor o alumno;
— Dueño o empleado;
— Gobernante o gobernado;
— Amo o esclavo;

En este planteo he deslizado un grave error: he separado con una «o» dos roles aparentemente opuestos, como si alguien no pudiera ser ambos simultáneamente.

Por ejemplo:

— Es dueño de la casa donde vive pero alquila un hotel en las vacaciones;
— Es conductor cuando maneja su automóvil pero pasajero cuando toma un taxi;
— Es profesor con sus hijos pero alumno en la facultad donde estudia; etc.

Sin embargo, también podemos utilizar esos roles opuestos para pensar en otra cosa:

Un adulto, es decir alguien que ya puede autosustentarse, vivir solo, gestar un hijo, pueden acumular en su descripción sólo los roles de una columna, es decir, casualmente siempre es inquilino, pasajero, alumno, empleado, o por el contrario, predominan en su perfil la otra columna (propietario, conductor, etc.).

Le agrego otra alternativa. Usted puede ser:

— Escritor o lector.

Estas dos posibilidades sí que son complejas.

Nuestra cultura está liderada por personas con poder de mando. En su mayoría tuvieron o tendrán mucho dinero, son influyentes dentro y fuera de las tareas de gobierno.

También en su mayoría tienen más anécdotas interesantes para contar que sus lectores, quienes llevan una existencia común, como todo el mundo, sencilla.

Además hay un círculo vicioso: Las empresas editoriales suelen pertenecer a personas influyentes que editarán libros de quienes colaboren a consolidar y aumentar su patrimonio y harán lo posible para enmudecer a quienes lo pongan en peligro.

Toda esta cultura verticalista, organizada como un ejército, suele imponer este orden social para que el pueblo piense obligatoriamente como a ellos más les conviene.

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jueves, 7 de julio de 2011

Los alcances de una herejía

El vocablo «herejía» tanto se aplica a una discrepancia en materia de religión, ciencia o arte como a un grave daño provocado injustamente.

Todos funcionamos armónicamente aunque nuestras armonías no sean idénticas de una persona a la otra.

Desde un niño recién nacido a un comatoso (que está en estado de coma), todos estamos organizados como para conservar el fenómeno vida, aunque bajo ciertas circunstancias disponemos de más funciones que en otras.

En otras palabras, podría sintetizar la idea diciendo que el sólo hecho de tener signos vitales es suficiente para decir que estamos armonizados, organizados, funcionales. Estar vivos podría considerarse un estado de perfección básico.

Para algunas personas la perfección existe solamente cuando es posible establecer una igualdad con algún modelo preconcebido, imaginario, ideológico, acordado por consenso, impuesto por alguna autoridad reconocida.

Por ejemplo, la psiquiatría supone que su libro maestro (DSM IV) describe exhaustivamente qué es estar mentalmente sano. Por lo tanto, todo lo que difiera de la especificaciones incluidas en ese manual está enfermo.

Algo parecido ocurre con las religiones. En todas existe por lo menos un libro sagrado donde figura qué está bien y qué está mal para toda la humanidad, aclarando luego que aquellos que no cumplan esos preceptos, no solamente están fuera de la mencionada religión sino que transgreden la única verdad que ellos aceptan.

A quienes no opinan según las ideas, creencias, costumbres de una determinada ciencia, filosofía, religión, se los denomina herejes.

La palabra herejía no sólo significa estar en desacuerdo sino que va más allá y califica de desacierto disparatado a la opinión diferente. Más aún, esa discrepancia es insultante (injuriosa) y hasta se reconoce que discrepar es causar grave daño injustamente.

En suma: los intolerantes que reaccionan muy agresivamente con las opiniones diferentes, en algún momento las interpretan como herejía.

Nota: las imágenes de Stalin y Hitler representan sus ideologías (comunismo y nazismo respectivamente). Los seguidores de una y otra aún se persiguen mutuamente interpretando la discrepancia como herejía.

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miércoles, 6 de julio de 2011

Las curaciones indirectas

La medicina mejora indirectamente la calidad de vida de muchos pacientes. El acto médico de diagnosticarlos focaliza su atención lejos de otras preocupaciones.

En 2008 se estrenó en Uruguay un película nacional titulada “El círculo” (1).

Ella cuenta con un estilo documental la historia del científico uruguayo Henry Engler, nacido en el departamento de Paysandú en 1946 (2).

El eje temático del film narra el encarcelamiento que padeció por su intento —junto con otros revolucionarios autodenominados Tupamaros— de tomar el poder por las armas.

La descompensación psíquica provocada por el encierro lo puso muchas veces al borde de la desesperación con síntomas de locura diagnosticada por los médicos militares.

Para reequilibrarse apeló a su pensamiento religioso pero fundamentalmente descubrió que concentrando su atención en un círculo dibujado en la pared del calabozo podía volver a la realidad.

Cuando los Tupamaros fueron liberados, tomaron distintos rumbos. Él se fue a Suecia donde recomenzó sus estudios de medicina, con tal empeño y talento que hoy dirige en Uruguay un centro de imagenología molecular único en América (3).

Muchas veces la medicina nos diagnostica un padecimiento y a partir de ahí nuestra vida se concentra en él (prediabetes, retinopatía, diverticulosis) aunque si lo hubiéramos ignorado, poco habría cambiado en nuestra salud y sobrevivencia, pero nos habríamos perdido esa concentración que —como el círculo de Engler—, nos mantiene mentalmente menos angustiados por los problemas cotidianos que todos tenemos.

En suma: un diagnóstico médico puede mejorar nuestro equilibrio mental al bajo precio de una preocupación que se alivia consultándolo regularmente.

Nota: Como si fuera un paradójico cuento de hadas, aquellos jóvenes ciudadanos que intentaron acceder al poder «a sangre y fuego» para corregir lo que ellos consideraban equivocado, desde 2005 accedieron al poder por la vía democrática y el voto popular.

(1) El círculo

(2) Henry Engler

(3) Cudim

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martes, 5 de julio de 2011

Prohibido tocar

Los eufemismos son asombrosos inventos lingüísticos que nos permiten darle solución psicológica a ciertos problemas psicológicos. Nos ayudan y mejoran nuestra calidad de vida.

Hace más de tres años hice un comentario respecto a unas piezas maravillosas que tienen los lenguajes. Me refiero a los «eufemismos» (1).

Fíjense que significado tan dulce, mullido y hasta perfumado le dieron los integrantes de la Real Academia:

«Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante».

Podrían haber definido el «eufemismo» como expresión que sustituye a otra que el uso volvió desagradable.

Acá está la explicación de por qué no fui convocado para integrar tan digna Academia.

El lenguaje está al servicio de nuestra psiquis e insisto además que probablemente también ocurra lo contrario, es decir, que nuestra psiquis está diseñada según nos llega el lenguaje materno (2).

Observemos este interesante, ilustrativo y divertido ejemplo.

En la mayoría de los países hispanoparlantes, es normal que los adultos le digan muchas veces al niño inquieto, curioso, inteligente: «¡No toques!» (el florero, la cocina, el cuchillo).

Nuestro lenguaje vino fuertemente impregnado de la filosofía judeo-cristiana (especialmente con el catolicismo), que se caracteriza por un fuerte horror al placer, la riqueza, los goces mundanos.

Su metodología disuasiva consiste en infundirnos miedo al deseo.

Cuando ingresamos en la preadolescencia (10 años de edad aproximadamente), las hormonas comienzan a estimular sensaciones muy atractivas a nivel genital y los humanos, sin que nadie nos enseñe, por puro instinto, aprendemos a masturbarnos, lo cual vuelve locos a los adultos hispanos, judeo-cristianos y horrorizados con el deseo.

Ahí aparece nuestro amigo el «eufemismo». Muchas personas denominan «tocarse» como eufemismo por «masturbarse», con lo cual inconscientemente evocan aquella reiterada orden recibida desde las alturas (los adultos son más altos), que nos decía con tono autoritario «¡No toques!».

(1) «Me arrastré pero siempre con dignidad»

(2) Ver blog del mismo autor Lenguaje y psiquis

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