jueves, 30 de junio de 2011

Los animales no se autodestruyen

El afán de someternos demoniza a nuestro deseo como si éste fuera un peligroso enemigo.

Nuestro razonamiento, individual y colectivo, a veces se hace planteos que estimulan un debate, alguna reflexión, eventualmente un estudio serio.

Por ejemplo:

— «La educación», ¿es un derecho o una obligación?;

— «Votar en las elecciones nacionales», ¿es un derecho o una obligación?;

— «Vengarse», ¿es un derecho o una obligación?

Apuesto a que el último ítem no lo ha oído tantas veces como los dos anteriores.

Supongo que es escasamente comentado porque por otro lado siempre procuramos con responsabilidad —pero también con mucho temor— evitar toda incitación a la violencia.

Los humanos de cualquier edad gozamos tremendamente con la agresividad, con la cancelación definitiva de todo lo que cataloguemos como «malo», nos apasiona el exterminio radical y definitivo de lo que nuestra mente señale como enemigo, riesgoso, perjudicial.

Es tan grande el placer por estas soluciones radicales, que una cantidad muy importante de personas lucha denodadamente por la paz, la comprensión, la tolerancia.

¡No perdí la razón! ¡No estoy loco!

El instinto de conservación es furioso como un terremoto, extremista, totalmente necio pero lo que nos lleva a buscar la paz es el temor al demoníaco deseo.

Fuimos adiestrados, disciplinados, educados para moderar nuestros deseos: nos adoctrinan contra el deseo de robar, de golpear, matar, incendiar, romper y cuando ingresamos en la edad reproductiva (adolescencia y adultez), la sociedad busca la manera de que no practiquemos sexo por temor a una gestación indeseada.

Hasta ahora, los pensadores con más poder de convicción se han esforzado en reprimir nuestro placer, nuestro deseo de gozar porque ellos creen que nuestra especie es capaz de autodestruirse haciendo un mal uso del libre albedrío que posee ... lo cual no es cierto.

Sabemos cuidarnos porque felizmente somos animales.

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miércoles, 29 de junio de 2011

La política de ayudar a los más capaces

Lo más adecuado es ayudar, apoyar y defender a aquellos ciudadanos que sean tan capaces, productivos y generosos como la buena tierra.

En otro artículo (1) les comento que los humanos con deseos de progreso, especialmente material, tendrían que tener en cuenta que nuestro mayor esfuerzo debería estar destinado a favorecer el enriquecimiento de personas productivas o muy productivas.

A los efectos de explicar esta idea imagino que las personas estamos dotadas de diferentes niveles de productividad de manera similar (comparable) a lo que ocurre con la potencialidad agroeconómica de los distintos terrenos según su espesor, consistencia, porosidad y composición química.

Un agricultor que trabaje sobre un suelo fértil y generoso tendrá mayor rendimiento de su esfuerzo mientras que otro, con similar esfuerzo pero en un terreno de baja productividad, podrá cosechar menos frutos.

Es posible afirmar que las personas son generosas o mezquinas según cuánto esfuerzo tengan que realizar para obtener lo que necesitan para vivir dignamente. Quienes tienen la habilidad o la suerte de ganar dinero cómodamente, padecen menos resistencias para compartirlo.

Los avaros son un caso aparte y felizmente son los menos.

Usted y yo también podemos ser comparados con el suelo cultivable:

— algunos aman el trabajo, les encanta participar, colaborar, no están obsesionados con las ganancias, confían en los demás y disfrutan dando lo mejor de sí;

— otros —por el contrario—, no disfrutan trabajando, han tenido malas experiencias asociándose o cooperando y desconfían de la honestidad ajena, temen ser robados, abusados, explotados, burlados, estafados.

Así como es apasionante luchar por una ideología, una creencia, una convicción, también es posible hacer eso mismo procurando el enriquecimiento de quien demuestre capacidad productiva, generadora de riqueza y se complazca en repartir sus utilidades con los colaboradores que sean tan dadivosos como la tierra fértil.

(1) La fertilidad humana y agrícola

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lunes, 27 de junio de 2011

El razonamiento irracional

El pensamiento lógico es confiable pero lento. El pensamiento ilógico (irracional) es menos confiable pero es más creativo y llega a soluciones que por el camino lógico serían inaccesibles.

Cuenta una historia que cuando ya había terminado la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un buque cargado de pasajeros amaneció rodeado de bombas flotantes que, tan solo tocar la carcasa metálica del barco, lo harían volar en mil pedazos.

Cundió rápidamente la alarma, con la angustia reinante sólo pensaron en pedir socorro por radio aunque sabían que la ayuda demoraría tanto tiempo en llegar que seguramente sería inútil.

Resignados a morir congelados en el agua donde años atrás se había hundido el Titanic, no faltó el gracioso que propuso soplar todos juntos para alejar las bombas flotantes.

Este sentido del humor tan poco oportuno permitió que otro sugiriera utilizar las mangueras contra incendio del que disponía la nave para alejar los artefactos sin que estallaran.

Y efectivamente esa terminó siendo la solución.

En resumidas cuentas, una idea disparatada fue la inspiración para una idea salvadora.

Tenemos la clara sensación de que la vida está llena de problemas de difícil solución pero no tenemos una clara sensación de cómo nuestro pensamiento está atado de pies y manos innecesariamente.

Los aviones son un medio de locomoción muy rápido, no solamente porque su desplazamiento es veloz sino porque se desplaza en línea recta (el camino más corto entre dos puntos).

Fuimos adiestrados para pensar haciendo un recorrido lógico y el recorrido lógico es formal, estructurado, terrenal, lleno de obstáculos. No fuimos adiestrados para pensar en forma ilógica con un recorrido irracional, desestructurado, aéreo, sin los obstáculos y la lentitud del avanzar paso a paso.

Más aún: no sólo no fuimos adiestrados sino que nos han inculcado la prohibición de pensar creativamente, sin ataduras, indisciplinadamente.

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domingo, 26 de junio de 2011

Lo que se aprende en un congreso

Con Mauricio fuimos compañeros de facultad. Aunque él era un año mayor que yo, estaba dos años atrasado en la carrera porque había tenido que trabajar para ayudar a sus padres.

Cuando él hablaba en las asambleas estudiantiles me hacía volar al Medioevo, imaginándome a los juglares que provocaban suspiros a las mujeres-niñas que habían nacido con matrimonios concertados pero a quienes sus espíritus libres permitían disfrutar de amores clandestinos.

Por presión de sus padres nos casamos cuando el embarazo de Camila cursaba el segundo mes.

Nos fuimos a vivir a un apartamento precioso que ellos habían comprado con mil sacrificios para vivir de su renta.

Un par de semanas posteriores a nuestro regreso de la brevísima luna de miel, a mí me surgió la posibilidad de ir a un congreso que no me lo podía perder para iniciar la colección de certificados que enriquecieran mi currículum.

La despedida por una semana fue con lágrimas y abundante sexo. Casi una segunda luna de miel.

Cuando llegamos con una amiga al mismo hotel donde se realizaba el evento (Quito - Ecuador) comenzaron mis problemas al tomar el ascensor que nos llevaba a la habitación.

Cuando miré al señor que cargaba las valijas, literalmente se me aflojaron las rodillas, tragué saliva y sentí una insólita contracción en el ano.

Ni me animé a hablarlo con mi amiga pero el hecho es que este señor supo hacer las cosas, abrió una habitación vacía para que hiciéramos el amor, fue la primera y última vez que sentí todo lo que sentí, ni me acordé del embarazo, apenas visualicé a Mauricio y eso fue todo.

El hombre, un verdadero caballero, seguramente experto en pasajeras impulsivas, siguió tratándome los cinco días restantes como si nada hubiera ocurrido.

Esta conducta inesperada de mi cuerpo se explica por un sinsentido. Cuando yo no sabía si era heterosexual o lesbiana, prometí que si algún día encontraba un varón con los mismos ojos de mi profesora de música me acostaría con él pasara lo que pasara.

Cuento todo esto porque recién esta mañana entendí por qué me puse tan furiosa con Mauricio cuando me comentó que quizá fuera a un congreso.

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sábado, 25 de junio de 2011

La difícil tarea de enseñar

Los docentes nunca encuestan directamente sobre quién entendió su discurso (clase, exposición). Siempre lo hacen indirectamente. ¿Por qué?

Como gran consumidor de centros educativos me interesan particularmente los fenómenos relacionados con la pedagogía (ciencia de la educación).

Por supuesto que esta ciencia obtiene sus mayores recursos de las distintas corrientes psicológicas conocidas.

La tarea de educar, de trasmitir conocimientos, de enseñar, suele parecer tan imposible como gobernar.

Sólo podemos permitir (ayudar, alentar) su existencia (de la educación y del gobierno) si asumimos previamente que «lo perfecto es enemigo de lo bueno», que las imposiciones de excelencia no son otra cosa que deseos ocultos de impedirlos y que tenemos que disponer de grandes dosis de paciencia.

Algo que ocurre y que me llama la atención como para compartirlo con ustedes es una modalidad de interacción docente-alumnos.

Efectivamente conozco dos prácticas habituales e imagino una tercera que no sé bien por qué nunca se utiliza.

1º) El docente termina su explicación y le pregunta al grupo: «¿entendieron?».

En este caso el profesor está dando por sentado que él explicó bien y consulta sobre si los alumnos entendieron esa comprensible disertación. Esa modalidad traslada a los estudiantes toda la responsabilidad del entendimiento. Parece que el profesor desconoce la posibilidad de que no se haya expresado claramente.

2º) El docente termina su explicación y le pregunta al grupo: «¿fui claro?».

En este caso el profesor está repartiendo la responsabilidad de la comunicación eficaz porque pregunta admitiendo implícitamente que pudo haber fallado en la forma de expresarse. Parece ser más humilde que el anterior.

3º) El docente termina su explicación y le pregunta al grupo: «¿quiénes entendieron?»

Esto lo imagino pero nunca un profesor hizo esta pregunta delante de mí. Quizá sea muy arriesgada para él o muy exigente para sus alumnos. No lo sé.

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viernes, 24 de junio de 2011

La gestación de hijos ideales

El sexo meramente placentero incluye la fantasía de que se gestarán hijos ideales.

Decía hace poco tiempo (1) que las mujeres cuando no están en plan reproductivo pueden disfrutar del «sexo recreativo», entendiendo por tal el que se practica por placer, diversión, amistad.

Ocurre que la cultura funciona como una especie de segunda naturaleza porque la educación recibida, los hábitos desarrollados a través de los años y las creencias sobre lo que está bien y está mal, a veces entran en competencia gananciosa con los instintos propios de nuestra especie.

Este instinto sugiere que el deseo sexual tenga por único objetivo la conservación de la especie.

Hace meses también les decía que en esta actividad, los animales recibimos un pago estímulo por ejecutar esa misión consistente en las sensaciones voluptuosas del orgasmo o de al menos un gratificante bienestar (2).

Desde que se descubrieron formas de evitar el embarazo la actividad sexual ganó terreno, especialmente para las mujeres que pueden administrar (controlar) con más seguridad el inmenso tesoro que tienen en su anatomía

Hacer el amor implica, en mayor o menor grado, fantasear con que habrá un embarazo y se cumplirán imaginariamente todas las emociones de dar a luz un hijo que, en este caso, no llorará, no ensuciará ni esclavizará a sus padres.

Lo comparo con el juego El Banquero (El Financista o Monopoly), en el que los participantes hacen transacciones audaces, millonarias, ambiciosas, con la tranquilidad de que el dinero no es verdadero sino que terminada la diversión, todos los elementos se guardarán en una caja hasta que nuevamente surja la oportunidad de divertirse.

El «sexo recreativo» nos permite soñar con la creación de una nueva estirpe, con repoblar un continente o fundar un reino de descendientes, disfrutando además de las placenteras sensaciones corporales.

(1) La sexualidad recreativa femenina

(2) Menos orgasmos y menos salario

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jueves, 23 de junio de 2011

La sexualidad recreativa femenina

Las mujeres son monógamas cuando procuran ser fecundadas pero polígamas para practicar sexo recreativo (no reproductivo).

Hace poco les comentaba que hombres y mujeres somos tan distintos como si perteneciéramos a especies diferentes pero a varios lectores les llamó la atención que yo propusiera, como una de las tantas características que nos diferencian, que ellas son monógamas y ellos polígamos (1).

El argumento esgrimido para cuestionar mi aseveración es que tanto varones como mujeres disfrutamos por igual del cambio de pareja sexual.

Reconozco que a nadie se le va a ocurrir leerse los 1.273 artículos del blog para ver si en algún otro lado está aclarada esta presunta equivocación.

La explicación de porqué las mujeres son monógamas y los varones polígamos surge de lo siguiente:

Efectivamente en otros artículos (2) he comentado que la hembra de nuestra especie, al igual que las hembras de otros mamíferos, es la que provoca la atracción sexual de uno o más varones que según su instinto femenino poseen la mejor dotación genética para generar los mejores nuevos ejemplares.

En este sentido ella es monógama porque quiere para ella sola a uno de esos varones que si la fecunda, le gestará los hijos más lindos, sanos y robustos que ella desea poseer.

Por el contrario, el varón que es usado por la naturaleza de una forma mucho más pasiva, responde a esta condición fecundando a cuanta mujer se lo pida, insinúe o simplemente se lo tolere.

Fuera de la intención reproductiva, cuando las mujeres disfrutan practicando sexo recreativo, con actitud deportiva, hedónica, lúdica, social, estratégica, comercial, manipuladora, como entretenimiento, por curiosidad, entonces ellas usarán cualquier barrera anticonceptiva y nos disfrutarán indiscriminadamente, sin sentirse atadas al condicionamiento instintivo de tener que seleccionar al varón que posea cierta dotación genética, porque su intención reproductiva estará bloqueada.

(1) Las molestias vitales

(2) El aprecio de los proveedores

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miércoles, 22 de junio de 2011

La coherencia personal

Los consejos recibidos son útiles cuando sólo reafirman características propias de quien los recibe y son tóxicos cuando pretenden imponer características ajenas.

El regalo más valioso que un niño puede recibir de sus seres queridos es la coherencia en la forma de tratarlos.

La coherencia número uno es la que existe entre los dichos y las actitudes. Si mamá me dice que sería mejor que tolerara las frustraciones con mayor paciencia, sería un buen regalo de ella que no reaccionara de la misma forma ante un incendio en la cocina que ante la rotura de una media.

Este planteo (regalar coherencia) es poco frecuente porque nuestra cultura impone definiciones distintas a las que estoy sugiriendo.

Nuestra cultura define como regalo una acción que en términos más estrictos debería llamarse «soborno» o «remuneración en especies».

Efectivamente, las atormentadoras dudas sobre cómo tratar a un niño nos llevan a tomar como válidas las recomendaciones que recibimos nada menos que de los proveedores de objetos regalables.

Estos consejeros sugieren machaconamente que:

— una costosa bicicleta representa más amor que leer un cuento para llamar al sueño;

— un video-juego demuestra más amor que apagar el televisor cuando al pequeño se le ocurre contarnos que se piensa casar con una niña de su misma clase;

— … ni qué hablar que un viaje a Disney World trasmite mejor los afectos que pedirle colaboración para amasar bizcochos para la merienda.

La coherencia necesita de padres naturales, escasamente neuróticos, que estén bastante conformes consigo mismos, que no dramaticen sus errores ni se sientan condenados al infierno porque alguna equivocación genere conflictos irreversibles en sus hijos.

La coherencia siempre es consigo mismo. Los consejos (este artículo inclusive) son enfermantes si su efecto consistiera en alterar algo de lo que pertenece a la naturaleza más personal de quien los recibe.

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martes, 21 de junio de 2011

El uso de las manos en mujeres y varones

Medio en serio-medio en broma, es probable que las mujeres siempre hayan sido más activas que los varones.

Conozco dos historias que explican porque inventaron el reloj pulsera.

Ambas se ubican a principios del siglo 20. No me extrañaría que existan otras anécdotas, que todas sean falsas aunque entretenidas y que nunca terminemos de saber quién y por qué lo inventaron, así como nunca terminaremos de saber si el maravilloso cantante Carlos Gardel (1890-1935), fue francés, uruguayo o argentino.

Así somos los humanos: hasta la historia es discutible.

Según una versión, el asunto tuvo que ver con los inicios de la aviación.

En este tema tampoco hay acuerdo sobre si sus pioneros fueron los hermanos Orville y Wilbur Wright (norteamericanos) o el brasileño Santos Dumont, pero la historia del reloj pulsera refiere a este último.

Los primeros vuelos que hizo en Francia dependían de un globo enorme, portador de un gas muy inflamable al que este inventor logró agregarle un motor suficientemente aislado como para que no provocara un incendio.

Se jugó una carrera contra-reloj que consistía en hacer un cierto recorrido en un plazo inferior a media hora.

Santos Dumont se enteró varias horas después de que había ganado porque la manipulación de la maquinaria destinada a gobernar al enorme aparato volador le impedía consultar su reloj de bolsillo.

Enterado de este inconveniente, la aún famosa joyería francesa Cartier creó un reloj pulsera con diseño masculino, porque ya existían otros de uso y formato exclusivamente femeninos.

La otra historia cuenta que durante la primera guerra mundial alguien creó un reloj que pudiera consultarse sin tener que interrumpir las manipulaciones requeridas por las armas de artillería.

Estas leyendas me hacen pensar que las mujeres ya disponían de relojes pulsera porque históricamente pusieron «manos a la obra» antes que los varones.

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lunes, 20 de junio de 2011

Las molestias vitales

La monogamia deseada por las mujeres y la poligamia (poliginia) deseada por los varones están al servicio de estimular la continuidad de la vida.

A los humanos nos molestan muchas cosas (el hambre, el trabajo, la infidelidad, la frustración, devolver los libros), pero es posible preguntarse si esta situación es algo que nos impone la mala suerte o por el contrario nuestra necesidad de sentir molestias para estimular el fenómeno vida ha logrado que inventemos molestias sólo para asegurarnos de que nunca nos faltarán estímulos para existir.

En la relaciones con nuestro sexo opuesto son notorias las discrepancias y motivos de enfrentamiento justamente con el sector de la humanidad que más nos interesa vincularnos.

Ya he mencionado algunas veces que hombres y mujeres somos tan distintos que hasta podríamos pertenecer a especies tan diferentes como son las nutrias y los camellos (1).

El deseo desesperante que tenemos los varones por tocar, abrazar y penetrar a las mujeres coindice felizmente con el deseo desesperante que tienen las mujeres de ser acariciadas, besadas y llenadas de semen.

Pero como esto sólo conduce al agotamiento del deseo cada vez que nos hacemos el amor y todo funciona bien, hemos encontrado la forma de recuperar el deseo apropiándonos de expectativas opuestas: ellas quieren a un solo hombre y nosotros queremos muchas mujeres.

De esta forma nos aseguramos adquirir una frustración casi segura en las relaciones de pareja, ya sea porque los varones efectivamente somos infieles o porque ellas, soñando con la virilidad de su hombre le imagina infidelidades que el muy cobarde o apático no se anima ni a soñar siquiera.

En suma: como el fenómeno vida depende del estímulo placer-dolor, existen o fabricamos situaciones con las que no nos falten motivos para desear desesperadamente y para irritarnos hasta la exasperación. ¡Eso es vida!

(1) La desventaja de ser mujer

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domingo, 19 de junio de 2011

El secreto está en la mezcla

Es casi seguro que la ciudad de Las Vegas sea un invento de gente que deseaba ganar mucho dinero.

Así como la mayoría de los pacientes de los psicólogos son otros psicólogos, en este caso supongo que los que se abocaron a tan exitoso emprendimiento también fueron jugadores que deseaban apostar a lo grande, en el gran casino que es el mercado de riesgos, en el que la especulación y la suerte forman un torbellino que absorbe dinero, parte del cual vuelve a los apostadores y envía el resto al bolsillo de los organizadores del torbellino.

En algún momento personas similares a los creadores de Las Vegas, con el mismo gusto por la inseguridad, quisieron imitar la idea pero sin copiarla.

Todos los días se sentaban tres inversionistas ambiciosos jugadores y amantes del placer, a pensar, fumar, tomar café y coñac. Practicaban todos los días una especie de tormenta de ideas de baja intensidad pero de larga duración.

Finalmente apareció la idea que andaban buscando.

Para ponerla en práctica buscaron un territorio libre de hipocondríacos por el tabaco y fundaron una segunda Las Vegas.

Esta nueva ciudad sólo tendría dos fuentes de placer para sus habitantes y visitantes: la prostitución y la religiosidad.

Todos los servicios estarían funcionando sin detenerse día y noche, de lunes a domingos.

El negocio fue pensado para que ambos rubros se potenciaran mutuamente sin descuidar utilidades.

Habría templos tolerantes para quienes disfrutan del liberalismo, templos islámicos para quienes se excitan con este tipo de vínculo entre hombres y mujeres, otros impartirían una moral implacable, imponiendo penitencias crueles, mortificantes, inflexibles.

Por su parte, los prostíbulos provocarían el placer suficiente para generar una culpa que reclamara urgente expiación.

Pensaron en bautizar la ciudad como Sodoma y Gomorra, pero como la falta de originalidad también es rentable, optaron por bautizarla más explícitamente Las Vergas.

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sábado, 18 de junio de 2011

La mediocridad universitaria

El sistema educativo es el área totalitaria de las democracias, donde se fabrican ciudadanos desmotivados para la creatividad.

El último párrafo de un artículo publicado hace un tiempo (1), dice:

« La rigidez mental es afín a los regímenes totalitarios y la creatividad es afín a los regímenes liberales.»

El sistema educativo y la familia tratan de formar al niño cuyos conocimientos, criterios y cultura arrancan prácticamente en cero.

En el mencionado artículo decía que la creatividad surge cuando las conexiones asociativas entre las neuronas (sinapsis) se apartan de la educación, adiestramiento o disciplinamiento que se nos impone en esas instituciones (sistema educativo y familia).

Culturizarnos significa «cortarnos a todos con la misma tijera», es decir, igualar nuestras conductas, puntos de vista, creencias, prejuicios, conocimientos.

Este fenómeno es universal y tiene un aspecto favorable junto a otro desfavorable.

Parece inevitable que los ciudadanos de una misma nación compartan algunas características para poder entenderse, comunicarse, socializarse entre sí (idioma, historia, símbolos patrios).

Esta primera educación convierte a los niños en verdaderos hijos de un régimen totalitario. Los niños casi no tienen ni voz ni voto, sus propuestas son automáticamente descalificadas y su poder es muy restringido.

Ocurre sin embargo que ese niño que aún tiene la inmadurez neurológica normal que lo inhibe para asumir responsabilidad, luego crece y adquiere las condiciones anatómicas suficientes para tomar decisiones, opinar, cuestionar, proponer ideas alternativas, pero resulta ser que el sistema educativo secundario y universitario suele continuar con aquel criterio absolutista, de pensamiento único (con bibliografía obligatoria), totalitario.

Tenemos entonces a personas que si son creativas, deberán conservar sus ideas en la clandestinidad hasta que den por terminada la educación institucionalizada (universitaria, por ejemplo).

Cuando logren salir del totalitarismo educativo ya serán adultos de 25-30 años con escasa energía para alterar el statu quo.

(1) Apuntes sobre la creatividad

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viernes, 17 de junio de 2011

Apuntes sobre la creatividad

La creatividad es una función neuronal que nos caracteriza como el color de la piel o la estatura.

Nuestras neuronas establecen ciertas conexiones entre sí a medida que va desarrollándose el sistema nervioso, especialmente el cerebro.

La educación influye fuertemente en el establecimiento de esas conexiones (sinapsis).

Es similar a la configuración que los usuarios pueden hacer de su computadora, personalizando con qué pantalla de inicio arranca la PC, cómo se mostrarán los archivos, en qué idioma quedarán redactados los mensajes automáticos, etc.

Desde pequeños nos enseñan a controlar los esfínteres, a comer utilizando cubiertos, a usar un pijama para dormir.

La configuración de nuestro cerebro nos instala los usos y costumbres de nuestra cultura y a partir de ahí podremos hacer lo que hacen otros de nuestra familia, ciudad o país.

Algunas personas tienen la característica de formar conexiones por sí solos. Pueden pensar y actuar con estilos que no le fueron enseñados. Pueden apartarse de la educación recibida a la vez que pueden respetarla.

Asimismo, algunas personas tienen la característica de no poder apartarse de la educación recibida porque su cerebro no tiene autonomía para establecer nuevas conexiones. Hacen sólo lo que alguna vez aprendieron a hacer.

A la autonomía para realizar nuevas conexiones neuronales le llamamos creatividad cuando el fenómeno no altera y eventualmente beneficia la convivencia social.

Por el contrario cuando alguna patología neurológica impide el establecimiento de conexiones estables, armónicas, equilibradas, lo primero que se resiente es la aptitud para integrarse socialmente.

Existe un punto intermedio en el cual los creativos entran en conflicto con los no creativos porque estos reaccionan con temor (agresividad defensiva) ante las ideas nuevas que sus neuronas no pueden empatizar, igualar, simpatizar.

La rigidez mental es afín a los regímenes totalitarios y la creatividad es afín a los regímenes liberales.

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jueves, 16 de junio de 2011

El anonimato y los seudónimos en Internet

El ocultamiento de la identidad en Internet está provocado (o al menos favorecido) por la creencia en Dios. El Anónimo goza sintiendo que muestra su creación ocultándose... igual que Él.

La intercomunicación que tenemos los humanos ha llegado al máximo histórico. Internet y la telefonía celular nos permiten tener muchos contactos con muchas personas.

Lacan decía que «la relación sexual no existe», tratando de llamar la atención, tratando de hacernos una broma y tratando de hacernos dudar sobre si tantos diálogos, miradas y fornicaciones eran o no una comunicación verdadera.

Y sobre este punto es interesante observar que no existen pruebas concluyentes sobre la confiabilidad de nuestras percepciones.

El fenómeno religioso me llama poderosamente la atención sobre todo porque no logro entender cómo funciona la fe.

Para mí se presenta como una convicción autista, una idea que los creyentes traen de fábrica y que los obliga a suponer que existe un dios con todas las particularidades que desearían tener para sí.

En otras palabra, siento que la fe es una ilusión que permite imaginar que existe alguien invisible, silencioso, imperceptible, que tiene lo que a todos nos falta y que desearíamos tener: omnipotencia, inmortalidad, el amor o miedo de todos los humanos y que todo lo sabe.

Es en este contexto que puedo asociar esa fe con el abundante uso del anonimato en las comunicaciones de Internet.

Si bien es casi obvio que aquel que no se identifica lo hace por miedo a las represalias o a que alguien trate de raptarlo para disfrutar el infinito glamur que trasmiten sus disortográficos aportes, también el anónimo supone que se oculta como lo hace Dios.

En suma: Quien usa seudónimos y anónimo sueña con que es Dios porque se oculta igual que Él y está por todos lados igual que Él.

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miércoles, 15 de junio de 2011

Viaje a la vejez con boleto de retorno

Leer una historia es como jugar a ser un anciano que ya está imaginando su final.

El anciano al que me refiero está muy deteriorado, todo él está tan escaso que tiene poco para describir. Es más: ni el más imaginativo de los mortales puede suponer que alguna vez fue un niño.

Sin embargo, como dice una de las leyes de Murphy: «Nada está tan mal que no pueda empeorar» y en este caso el señor todavía está vivo, camina, duerme, contesta cuando se lo saluda.

Ya se quitó una preocupación de su cabeza: ahora no teme envejecer. También adquirió mucha práctica en un asunto muy espinoso como es enterarse de la muerte de seres queridos.

Mientras se quita la ropa que tiene para asistir a los velorios, dice para sus adentros: «Vayan no más que enseguida los alcanzo». La mayoría de sus conocidos ya cruzaron la franja amarilla que nos separa del más allá.

Algo que también le ocurre al anciano es que nuestra cabeza confunde los tiempos y cuando ya han ocurrido las cosas, piensa que antes de que ocurrieran eran totalmente previsibles.

Por eso cuando recuerda la sucesión de hechos que perlaron su existencia siente que todo fue previsible, que casi no hubo sorpresas. Desde la vejez, la vida adquiere una coherencia mayor que la del mejor relato.

Aunque todos deseamos postergar la vejez, cuando leemos una buena novela estamos tratando de vivir como ese anciano que ya sabe cómo es todo, como se concatenan los hechos de una manera coherente y si logramos ponernos en la piel del personaje, también sabemos sobre nuestro propio epílogo aunque con la garantía de zafar de lo más angustiante de la realidad reconociendo a último momento que aquello no fue más que un libro (o una película).

Artículo vinculado:

La terapéutica literaria

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martes, 14 de junio de 2011

La terapéutica literaria

Usamos las novelas escritas o filmadas para procesar, resolver, aliviar las pasiones que nos angustian. Por esto los escritores y directores también son profesionales de la salud mental.

Es posible afirmar que las poderosas pasiones humanas (amor, odio, ambición, codicia, celos, envidia) siempre fueron estudiadas, tratadas, definidas por los grandes dramaturgos y novelistas, hasta que apareció Sigmund Freud (1856-1939), inventor del psicoanálisis, quien según he propuesto en otros artículos (1), es probable que también haya sido un novelista pero que por error su obra terminó siendo mejor reconocida como ciencia que como arte, aunque insisto en que era un gran escritor.

En realidad Freud lo que hizo fue aplicar un estilo tan particular a su creación, que a partir de él se formó una nueva rama del árbol descriptivo de las pasiones humanas.

El gran tronco literario no se detuvo, continúa creciendo con el agregado de nuevos autores que, justo es reconocerlo, prácticamente no agregan nada novedoso.

Me atrevería a decir que las novedades se terminaron con William Shakespeare (1564-1616) (imagen). A partir de él, casi todo lo escrito gira en torno a los mismo temas con alteraciones en la forma de redactar, con la inclusión de algunas anécdotas interesantes para el lector, ... pero las pasiones humanas siguen siendo material privilegiado de la literatura, con o sin los aportes freudianos.

Y al hablar de creación literaria estamos reconociendo el predominio de la ficción, de lo fantaseado, del «como sí».

También es posible proponer a esta altura que los imparables motores, móviles, resortes del acontecer humano son tratados, entendidos, pensados poniéndolos en el lugar de personajes, de semejantes inventados cuyas vicisitudes, peripecias, éxitos y fracasos vivimos como propias.

En suma: los humanos procesamos (intentamos solucionar) la mayoría de nuestras emociones personales poniéndonos en el lugar de personajes imaginarios, inventados, inexistentes.

(1) Todo tiempo pasado tenía un futuro

Freud y Drácula

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lunes, 13 de junio de 2011

Los inteligentes eligen

Es inteligente lograr que a una mayoría se nos atrofie la inteligencia. En eso están.

Una tontería dicha por alguien prestigioso se convierte en genialidad, creatividad o extravagancia. Esa gloriosa tontería corre con ventaja para convertirse en noticia, avance filosófico y tonificante del sentido común.

Una tontería dicha por una persona desconocida se convierte en una tontería dicha por una persona desconocida, es decir, no cambia de estado. Conserva sus cualidades originales.

Como pertenezco a esta segunda categoría les propondré una tontería que tiene vinculación con lo que el lenguaje dice sin decir.

La inteligencia es esa habilidad adaptativa que tenemos los seres vivos de prácticamente todas las especie.

El fototropismo es una forma de inteligencia. Consiste en el movimiento que hacen las flores para mirar el sol procurando la máxima exposición. Giran sobre su tallo como nosotros giramos la cabeza para ver quién viene.

La palabra inteligencia tiene incrustada otra palabra que enriquece el significado más visible.

Efectivamente (y aquí va la tontería) inteligencia incluye algo que siempre intentamos hacer: elegir lo mejor, quedarnos con lo más conveniente, optar por lo más beneficioso, ya sea una butaca en el teatro, una manzana en el frutería o un cargo interesante, bien remunerado, ideal para nuestra vocación.

La vida de las plantas es bastante más sencilla que la de los humanos. Las flores que buscan el sol no se pelean, ni se engañan, ni se hacen trampa.

Los humanos usamos como una de las estrategias para que otros no elijan lo que deseamos elegir para nosotros, empobrecer, embrutecer, atontar la inteligencia de nuestros competidores, criticando a los estudiosos, despreciando a los más hábiles, aplaudiendo a los groseros, malhablados, prepotentes.

De todos modos es mejor esto que terminar como adorno en un florero.

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domingo, 12 de junio de 2011

Amor y casamiento ya

Me enamoré en serio. Mis tías y mi madre habían apostado en contra de esta posibilidad y hasta cierto punto me tenían convencido: yo era alguien incapaz de «sentar cabeza», incapaz de entregar mi corazón.

Por mi lado, era seguro que sólo les daría nietos clandestinos, que ellos tendrían que hacerse cargo de ayudar económicamente a las madres y darle a las criaturas todo el cariño que pudieran pero nunca el que los niños realmente necesitan.

Mi tío solterón, experto en carreras de caballo, cliente amado por los empleados de los casinos por sus generosas propinas, tanto en efectivo como en chistes, tanto cuando ganaba como cuando perdía, aún es mi ídolo.

Fue baleado en la puerta de un casino. Tengo la foto donde yace boca abajo, en una posición ligeramente elegante, con los ojos abiertos y mirada serena, rodeado por un charco de sangre de bordes reticulados por el relieve de las baldosas.

Una apostadora de ruleta comenzó a mostrarse amable conmigo y antes que yo, todos supieron que se acostaría conmigo.

Luego de hacer el amor como con cualquier otra, es decir, bien, de forma agradable, divertida, placentera, comenzó a fumar y a contarme cómo eran sus relaciones sexuales con el esposo, con el subgerente del casino y con una amiga.

Nunca fui celoso pero tampoco nunca me había enamorado.

Con esta mujer me ocurre todo al revés: la extraño, sueño con ella, continúa contándome con lujo de detalles lo que hace con otros y perdí tanto el control que sólo la quiero para fundar una familia.

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sábado, 11 de junio de 2011

El amor sólo vale cuando es libre

Si un afecto es obligatorio por tradición o por ley (amar a la madre o a un sólo cónyuge), no podremos distinguir el amor sincero del hipócrita.

En otro artículo (1) comenté que el matrimonio monogámico se explica cuando se lo interpreta como la reedición del amor hacia la madre, que también es único porque «madre hay una sola».

Pensemos en la moral de dos personas:

— Una tiene tan alto respeto por la propiedad privada que no robaría aunque estuviera permitido;

— Otra tiene tan escaso respeto por la propiedad privada que no roba por temor a ser castigado.

Externamente estas dos personas funcionan de la misma forma, es decir, ninguna de las dos roba, pero internamente son bien distintas.

Ahora bien, esas dos personas que usted y yo sabemos que son esencialmente distintas, están viviendo en un país donde el robo está penado por la ley. ¿Qué ocurre con ellas?

Pues bien, las diferencias esenciales que los caracterizan pasan desapercibidas y nunca podremos decir que el honesto de corazón realmente lo sea porque está permitido suponer que ninguno de los dos roba por temor al castigo.

Tampoco será importante saber el verdadero motivo pues lo único relevante será que la propiedad privada sea respetada sin excepción.

Ahora volvamos al principio del artículo para pensar los afectos, la monogamia y la ley.

— Si la cultura prácticamente nos obliga a querer a nuestra madre, de nada vale que el amor sea sincero o hipócrita.

— Si la ley prohíbe la poligamia y si la cultura sanciona a quienes aman a más de una persona, de nada vale que dos personas se amen profundamente porque ante la sociedad solamente estarán cumpliendo con la ley o con la costumbre.

En suma: La imposición en los vínculos afectivos, siempre envilece a los más nobles y sinceros.

(1) Cónyuge hay una sola

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viernes, 10 de junio de 2011

La cuestionada propiedad de sí mismo

Los criterios de conveniencia personal pueden estar sometidos al criterio de los «seres queridos» al punto de recibir presiones para obedecerles.

Tengo una pregunta para hacerle: ¿Usted es suyo o ajeno?

Para ser suyo usted debería ser capaz de tomar las decisiones personales que se le ocurran siempre y cuando eso no causara perjuicio a otros.

Por ejemplo:

— debería tener el derecho a consumir los alimentos de su preferencia;

— si condujera una motocicleta debería tener la opción de tomar las medida de seguridad que considerara más oportunas y no quedar expuesto a que la policía lo obligue a usar un casco protector del cráneo;

— si usted padeciera una enfermedad no contagiosa, debería tener el derecho a buscar la solución que considere más conveniente (incluyendo la autocuración) en vez de verse compulsivamente obligado a utilizar los recursos de la medicina clásica.

Estas obligaciones no siempre provienen del Estado. Muchas veces vienen de los seres queridos que se sienten con el derecho a evaluar con espíritu crítico si usted está tomando o no las medidas que ellos consideran las mejores para su bien.

Observe este fenómeno lingüístico curioso: cuando escribo con letras rojas «las medidas que ellos consideran las mejores para su bien», son posibles dos interpretaciones:

1º) «su bien» se refiere a usted mismo, a quien está tratando de cuidarse como le parece mejor, pero también

2º) «su bien» se refiere a ellos, a quienes deciden por usted, como si usted no fuera propio sino que fuera una propiedad compartida e inclusive, solamente de los demás.

En suma: Los humanos necesitamos profundas horas de estudio, meditación, reflexión y análisis para darnos cuenta de algo aparentemente tan sencillo como es determinar quién debe decidir sobre la propia conveniencia aún cuando esa decisión no perjudica ni beneficia más que a uno mismo.

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jueves, 9 de junio de 2011

Creemos y escribimos con libertad

Sin que aún podamos hablar de «anarquía», los humanos estamos comenzando a independizarnos religiosa y ortográficamente de las instituciones que tradicionalmente han dictado qué debe creerse y cómo debe escribirse.

Decir que «todo tiene que ver con todo» constituye una afirmación tan genérica que al decirla no estamos aportando nada al conocimiento de quien nos escucha.

Sin embargo parece bastante lógico pensar que si nos concentramos en la grandeza, armonía y funcionamiento del universo, no sería extraño concluir en que los fenómenos más dispares de alguna manera se influyen.

En un intento de afinar algo esa afirmación aportando datos más concretos, les comentaré una posible relación entre el fenómeno religioso y la ortografía.

Por causas que no conocemos exactamente, es posible afirmar que la religiosidad tiene manifestaciones más individualistas, personales, independientes.

Venimos de una época en la que los creyentes tenían que cumplir ciertas órdenes eclesiásticas.

El caso más visible por su antigüedad y poder de convocatoria lo tenemos en la Iglesia Católica regida por sus autoridades radicadas en el Estado de la Ciudad del Vaticano, ubicado dentro de la Ciudad de Roma (Italia).

Los representantes de esa autoridad son los curas y las monjas quienes se vinculan con los ciudadanos comunes para dirigir sus creencias.

Sin embargo, hoy tenemos un fenómeno nuevo y es que los creyentes forman su propio credo que en definitiva consiste en contar con la ayuda de Cristo, de La Virgen María, de uno o más santos canonizados por la Iglesia más algún otro santo canonizado popularmente, sin la confirmación papal.

Al conjunto de estos últimos alguien lo denominó con acierto el Santoral Profano.

Este código de vinculación religiosa personal y autodeterminada, parece corresponderse con que el pueblo también decide cómo se escriben las palabras (ortografía), sin acatar la confirmación de la Real Academia Española.

Nota: La imagen corresponde al Gauchito Gil, santo profano del que existen múltiples lugares de culto en todo el territorio argentino.

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miércoles, 8 de junio de 2011

La lógica capitalista tiene excepciones

La mentalidad competitiva dificulta entender que algunas personas ganan cuando dan, donan, regalan. Eso es ganar para ellas.

Les cuento una interpretación de mi analista que podría ser cierta o totalmente falsa (esto último me lo sugirió en confianza un amigo psicoanalista).

Conocí a una mujer que no es Miss Universo pero que a mí me llamó la atención cuando viajaba en un ómnibus casi vacío y al subir vino a sentarse al lado mío.

Viajamos un buen trecho y mi cabeza volaba llena de conjeturas, la mayoría de las cuales eran optimistas porque era obvio que ella gustaba de mi apariencia o por lo menos no le resultaba desagradable.

Aunque no acostumbro entablar conversación con desconocidos, esta vez hice la excepción y al mirarla para decirle qué orgulloso me sentía de que hubiera elegido mi asiento en lugar de cualquier otro, me di cuenta, me pareció o creí que era hermosa.

Les ahorro los pormenores. Dos días después ella se quedó a dormir una noche, otra, otra... un día hizo lo que nadie: cuando llegué de trabajar me esperó radiante, muy excitada sexualmente, casi me rogó para hacerme una fellatio, tragó el semen y continuó siendo infinitamente agradable.

Como al mes, comencé a razonar: «Esta mujer me está dando demasiado. ¿Qué estoy perdiendo? ¿Con qué pedido me va a salir? ¿Qué deuda estoy contrayendo?»

Empecé a sentirme cada vez peor con sus halagos hasta que le propuse y creo que le exigí interrumpir la relación.

Devastado, lloré amargamente en el diván y la analista me dijo: «Tu eres muy competitivo. Tu vida es el fútbol. No puedes imaginar otra cosa que cuando uno gana otro pierde y —peor aún— el que pierde busca la revancha. No puedes imaginar que ella gana tan sólo dando».

Ahora no sé qué hacer.

Artículos vinculados:

Los ricos son campeones

¡Tranquilos! Hay para todos

La poligamia comercial

¿Quién tiene lo que me falta?

Un trozo de PBI con Coca-Cola

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martes, 7 de junio de 2011

La apatía que inspira amor

Confundidos por una cierta lógica del capitalismo, algunas personas retacean su trabajo, colaboración, participación social, tratando de volverse escasos para aumentar su valoración e inspirar más amor.

Vivimos en una sociedad que se rige por las normas capitalistas.

Según este criterio de convivencia, casi todo se puede comerciar y sus valores de intercambio están regidos por un mercado en el cual se negocian la oferta y la demanda.

Por ejemplo, vemos que el precio del kilo de manzanas está muy elevado y cuando preguntamos por qué esa suba tan brusca e inesperada, nos enteramos de que en la zona de nuestro país donde se cultivan tuvieron un clima dramáticamente adverso, que la producción bajó casi a cero y que el gobierno tuvo que importarlas de un país vecino.

En otras palabras, la misma fruta, un año nos cuesta 10 y al año siguiente nos cuesta 15.

Dicho de otra manera: un año tenemos que trabajar durante treinta minutos para ganar lo que cuesta un kilo y al año siguiente tenemos que trabajar durante 45 minutos para comprar la misma cantidad.

Quienes nacimos y nos criamos dentro de esta lógica, tenemos incorporada una idea de valor que se refiere a que lo escaso, si es necesario, es más costoso que lo abundante.

Retomo una idea que seguramente compartimos: necesitamos ser amados, queridos, reconocidos, mirados, mimados.

Para todos es muy importante ser valiosos para quienes nos rodean porque entendemos que son amadas las personas más valoradas, deseadas, re-queridas.

Paradójicamente, algunos optan por retacear su presencia, por ser poco demostrativos, provocar una escasez de su participación social, ocultarse, colaborar lo mínimo posible con su colectivo, en la creencia de que si escasean, serán más valorados, más amados, más re-queridos ... como el ejemplo de las manzanas que acrecentaron su valoración porque escasearon.

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lunes, 6 de junio de 2011

Los varones desechables

Mujeres y suegras procuran inconscientemente traer niños a su familia, utilizando a un varón que ni se imagina cómo lo usaron.

Aunque la mujer padece una sobrecarga por tener que gestar y luego alimentar con su cuerpo a los nuevos ejemplares de la especie, algún beneficio suficiente recibe a cambio porque, entre quejas y lamentaciones, siguen embarazándose. (1)

Los varones por nuestra parte, si bien parecemos más aliviados, igualmente tenemos actitudes que denuncian un deseo creativo muy fuerte.

Que históricamente (los varones) nos hayamos encargado de grandes obras, empeños muy esforzados y de pelear hasta morir, son hechos que pueden interpretarse como el afán de ser útiles, creativos, gestores de contribuciones tan importantes como las que hacen las mujeres con su útero y sus senos ... (2) pero perdemos el tiempo: jamás las alcanzaremos en grandeza porque nada es más valioso que otro ser humano.

Por ahora la tecnología no ha resuelto definitivamente que las mujeres puedan prescindir de los varones.

Llegará un día que, así como un test de embarazo (imagen) puede hacerse en la casa comprando un producto de precio accesible, también podrán fecundarse en su casa del varón que elijan en un catálogo.

La aproximación a ese trágico (para los varones) final, hace que ellas, inconscientemente, se «enamoren» de un hombre, se casen con él, tengan uno, dos o tres hijos, y luego les pidan el divorcio «por riñas y disputas» exigiéndoles una pensión alimenticia que alimente los hijos que tuvieron con ellas.

A esta novela puedo agregar a la madre de ella, que inconscientemente ayude a traer esos nietos que alegren su menopausia.

En suma: sin culpa ni pecado, algunas mujeres sólo quieren ser fecundadas por el varón que les parezca genéticamente mejor dotado (3) y luego lo abandonan para disfrutar de esos hijos (y nietos) tan deseados.

(1) La naturaleza sobrecarga a las mujeres

(2) El embarazo de ambos sexos

(3) «A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

El celoso cuida su vida

Artículo vinculado:

Las jefas de hogar crían hijos pobres

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domingo, 5 de junio de 2011

Los años pasan

Cuando terminamos la escuela teníamos la edad normal en nuestro país: 11 ó 12 años.

Éramos un grupo de cinco varones que siempre andábamos juntos de un lado para otro.

Nuestras madres se parecían entre sí porque las cinco padecían una curiosidad enfermiza por conocer las andanzas de sus pequeñuelos.

Teníamos preocupaciones propias de la edad y de los varones: qué era esto de las niñas y qué era esto de que algunos ya habían tenido poluciones nocturnas (eyaculación espontánea durante el dormir).

Isaac tenía un hermano mayor muy tímido, de esos que consiguen y coleccionan una increíble cantidad de material pornográfico.

Las pocas veces que este hombre salía de su dormitorio, procurábamos acceder a esos contenidos para realizar consultas con avidez.

La excitación nos mantenía en permanente estado de nerviosismo y a pesar del sigilo con que estudiábamos las revistas, siempre alguien soltaba una risita que ponía en estado de alerta a la madre anfitriona, la que en pocos minutos encontraba algún pretexto para disolver el cónclave.

La religión era un obstáculo tremendo para nuestras mentes, aunque ahora comprendo que en realidad lo que lograba con tantas restricciones era aumentar poderosamente el caudal libidinal.

Cierta vez que quedamos solos Isaac y yo le propuse que jugáramos a que éramos hombre y mujer para ver qué se sentía y fue así como, torpemente al principio pero desenfrenadamente después, practicamos casi todo lo que mostraba el material didáctico que manejábamos.

Luego terminamos convirtiéndonos en un matrimonio ultra secreto porque ninguno de los dos quería que el grupo grande se disolviera. Cada vez que podíamos nos reuníamos para tener sexo de todas las maneras que nuestra anatomía habilitara.

Los años pasaron, las reuniones fueron cambiando de tema, aparecieron las novias, los casamientos, los hijos, formamos un gran grupo de familias, toda aquella historia casi cayó en el olvido.

Hace un rato me encontré con Isaac. Se nos ocurrió reeditar el matrimonio juvenil, pero tuvimos que reconocer, apenados, que los años no pasan en vano.

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sábado, 4 de junio de 2011

La justicia y el egoísmo

Denunciar las injusticias recibe aprobación cuando el acusador cuenta con motivos suficientemente egoístas.

¿Qué motivo podemos tener para denunciar una mala acción cometida por otra persona?

En términos generales el más común y justificado es el haber sido la víctima directa de esa mala acción.

Por ejemplo: «Señor policía, esta persona se apoderó de mi bicicleta y no quiere devolvérmela. Por favor, intervenga.»

Otro motivo frecuente es el haber sido testigo de un ilícito de tal importancia cuyo ocultamiento nos convierta automáticamente en cómplices.

Por ejemplo: «Señor policía, en esa casa venden cocaína a menores de edad. Lo he comprobado con mis propios ojos».

Otro motivo frecuente es la envidia. Está menos justificado pero ocurre.

Por ejemplo: «Señor policía, mi vecino cambia de auto todos los años y es un simple empleado de la Oficina de Correos. Puede estar teniendo un enriquecimiento ilícito.»

Otro motivo frecuente es la defensa incondicional de los valores morales. Para quienes comparten esa filosofía de vida la denuncia es una actitud encomiable y para el resto no es más que un idealismo combinado con una incitación a la violencia.

Efectivamente, en nuestra cultura parece conveniente no ser comedido, complaciente, servicial, oficioso.

Parecería ser que estamos obligados a denunciar un ilícito sólo en el caso de que la ley considere que la omisión equivale a una complicidad (no denunciar un crimen, por ejemplo).

Excepto esos delitos muy graves, los ciudadanos podemos hacer la vista gorda, hacernos los desentendidos, mirar para otro lado, no involucrarnos, y nada nos ocurrirá.

El propio sistema policial y judicial tienen la fama de no ser amables con los testigos, denunciantes, colaboradores (excepto en la ficción: cine, teatro, novelas).

En suma: el afán justiciero no se valida por la moral en forma abstracta, sino cuando el demandante tiene razones egoístas suficientes.

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viernes, 3 de junio de 2011

La naturaleza sobrecarga a las mujeres

Las mujeres han ganado muchos derechos, especialmente en cuanto a gozar más y mejor de sus cuerpos, pero la palabra «embarazoso» aún significa «molesto, incómodo».

En muchos lugares se habla y se escribe sobre lo que genéricamente se define como «el post-modernismo» en las relaciones de pareja.

El centro de esta definición está fundamentalmente en el cambio de roles, de actitudes y de derechos que tienen las mujeres así como el inevitable ajuste que tenemos que hacer los varones para continuar ocupando algún lugar en la vida de ellas.

Lo que no cambia es que varones y niñas eternamente necesitamos ser reconocidos, mirados, atendidos, y si fuera posible, amados por ellas.

Ahora hay más mujeres que poseen patrimonio, se asocian a un varón para formar una familia pero no necesariamente aspiran a formar un matrimonio, sino que aceptan y hasta exigen uniones más libres, menos condicionadas por las instituciones estatales, eclesiásticas o sociales.

Ellas ahora demandan con más convicción gozar sexualmente de sus cuerpos y del poder.

Le informo a los lectores más jóvenes que hasta no hace mucho, esto no era tan así.

Quizá por influencia de los medios de comunicación (especialmente el cine, la televisión e Internet), más mujeres buscan la paridad de derechos con los hombres y aquel Don Juan que se toleraba con bastante paciencia, hoy tiene que competir con las Doñas Juanas que encontraron en su propio cuerpo recursos hedónicos (proveedores de placer) que valen la pena explotar.

Sin embargo, algo no está funcionando: ellas no pueden librarse del compromiso biológico que les impone el embarazo y —hasta cierto punto también— la lactancia.

En suma: Las mujeres han aumentado sus derechos pero también su esfuerzo, por lo cual el saldo continúa siendo desventajoso.

Sigue habiendo un sexo rico (ventajoso) y un sexo pobre (sobrecargado).

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jueves, 2 de junio de 2011

Lo bueno y lo malo de la agresividad

La agresividad es una condición esencial para la vida aunque bajo ciertas condiciones puede ser letal. Lo comparo con el agua, que es imprescindible aunque puede ahogarnos.

Continúo haciendo comentarios sobre las características indeseables de nuestro lenguaje, convencido de que si no las tenemos en cuenta nuestro pensamiento perderá el rumbo, quedará errático, incapacitado para guiar nuestros pasos como es su función principal.

Hoy me preocupa el vocablo «agresión».

No tengo más remedio que comenzar por el Diccionario de la Real Academia porque es una referencia obligatoria.

— Matar, herir o dañar a otro;
— Desconocer el derecho ajeno;
— Invadir otro país sin avisarle;
— Violación sexual.

A su vez se define la «agresividad» como la tendencia a responder violentamente.

En suma 1: Para nuestro Diccionario oficial, la agresión como hecho y la agresividad como actitud no tienen nada de bueno.

Si nos apartamos de este código que legisla sobre nuestra principal herramienta de comunicación, podemos pensar algo más variado.

— Cuando el ser humano se defiende a sí mismo o a un semejante, tiene que aplicar la agresividad;

— El acercamiento sexual del varón a la hembra requiere un cierto grado de acometividad, impetuosidad, energía, descontrol, fuerza, impulsividad, en beneficio del placer que ella siente luego de haber otorgado su consentimiento;

— Los deportes competitivos aportan placer, diversión, salud, distensión del estrés, sublimación de otros conflictos, fuentes de trabajo, sentimientos de identificación y requieren de mucha agresividad, aunque esta circule bajo el control de reglamentos;

— La adaptación al medio que necesitan hacer todos los animales (incluyéndonos), depende en gran medida de la fuerza agresiva aplicada sobre la tierra, las montañas, los mares (extraer minerales, construir caminos, cazar, arar la tierra).

En suma 2: demonizar genéricamente la «agresividad», tiene un efecto similar a privarnos caprichosa y neciamente del uso de uno de nuestros brazos.

La riqueza y la longevidad

La delincuencia y sus atenuantes

Los autómatas irresponsables

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miércoles, 1 de junio de 2011

Preferimos las corruptocracias

Decimos que nuestros gobernantes son corruptos y mentirosos, sin captar que lingüísticamente elegimos a personas que tuvieran por condición no ser los mejores ya que aristocracia significa gobierno de los mejores.

En otro artículo (1) les comentaba que nuestro idioma nos traiciona a la hora de hacer coincidir lo que queremos decir con lo que efectivamente decimos.

Allí decía que el vocablo aristocracia significa realmente «gobierno de los mejores», sin embargo en algún momento, a alguien se le ocurrió acusarlos de superficiales, egoístas, enemigos del pueblo y fue entonces que una mayoría empezó a connotar «el gobierno de los mejores» como «gobierno de los peores».

También agregamos a esta misma subversión (puesta patas arriba) diciendo que los nobles son igualmente superficiales, egoístas y enemigos del pueblo, a pesar de que una persona noble es indiscutiblemente alguien sincero, que dice lo que piensa, que prioriza los intereses colectivos a los particulares, que se esfuerza por cumplir las normas morales con tanta convicción como si fueran normas legales y otras cualidades que serían ideales para ser popularizadas pero que a alguien, alguna vez, le pareció mejor idea volverlas negativas.

En este orden de cosas, aparentemente por un fenómeno prioritariamente lingüístico pero que está dinamizado por intereses políticos, partidarios, mezquinos, manipuladores, desconsiderados, inescrupulosos, nos terminó haciendo creer que en definitivas cuentas deberíamos ser gobernados por todo lo contrario, esto es por los peores mentirosos (es decir, el reverso de lo que significa aristocracia y nobleza).

Algunos afirman que el objetivo que estoy extrayendo por simple deducción de cómo fueron invertidos los significados originales de los vocablos aristocracia y nobleza, el objetivo (repito) fue alcanzado, es todo un éxito y hoy (¿felizmente?) podemos decir que nuestros gobernantes son mayoritariamente corruptos y no tienen nada de aristócratas ni de nobles.

Nota: La imagen corresponde al Primer Ministro Italiano (2011) Silvio Berlusconi, cuya conducta lidera las encuestas en cuanto a inescrupulosidad.

(1) El lenguaje nos confunde

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