lunes, 31 de agosto de 2009

La guerra preventiva del buen ciudadano

Casi la totalidad de las personas ve con buenos ojos, aplaude y apoya la medicina preventiva.

La consigna «prevenir es curar» suena en nuestras cabezas como una verdad incuestionable. ¿Quién puede oponerse a que las enfermedades se eviten?

Por lo tanto, estamos primariamente de acuerdo en que la actitud de lucha firme contra lo que pueda comprometer la calidad de vida (y hasta la propia existencia) es bienvenida.

Esta idea instalada en la sociedad genera otros efectos que van más allá de la salud física de cada individuo.

Si estamos de acuerdo en prevenir las enfermedades cuando se presentan indicios de que algo puede complicarse, también podemos pensar que algunos vecinos de nuestra comunidad son peligrosos porque «es sabido» que los jóvenes son revoltosos, que los drogadictos son ladrones, que los sin-techo pueden ser violadores, que los ateos están asociados con el demonio, que la divorciadas quieren robarle el marido a las que siguen casadas, que los indígenas son unos vagos, etc.

Por lo tanto, la medicina preventiva que aplaudimos no queda encerrada en el ámbito de la salud física de cada individuo sino que el criterio preventivo en base a la presunción de que algo puede terminar mal, es llevado a otros terrenos con similar energía, agresividad y actitud combativa.

En suma: La medicina preventiva tiene los costos económicos que solventamos con los impuestos que pagamos más la intolerancia hacia cualquier otra cosa que pueda eventualmente disminuir nuestra calidad de vida futura.

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domingo, 30 de agosto de 2009

Los regalos de Papá Noes

Papá es hermoso y me quiere más que a mi hermana.

Mi hermana dice que no le importa porque para ella sólo es importante su hija Mancha, que se la trajeron cuando era una cachorra de pocos días.

Él es el juguete más grande que una niña podría tener. Es tan grande que cuando juego con él a veces siento que él juega conmigo.

Oigo cómo me late el corazón cuando me dice sonriendo —con esa boca enorme, llena de dientes amarillos y desordenados— «¡mi angelito!» y me levanta como si yo fuera de papel.

El viaje por el aire parece interminable y mi cabeza llega muy cerca del techo.

Es lindo porque tiene bigotes y pelo de color negro. Uno pocos pelitos son blancos.

Cuando vuelve de haber estado al sol sin camisa, le ruego a la virgen para que le vengan ganas de abrazarme porque su piel tiene un olor que cuando me entra por la nariz se va derecho a toda mi piel, siento como un frío que recorre mi cuerpo y mis ojos lloran.

Las veces que me ha abrazado con ese olor, me quedo quieta y sin que él se dé cuenta apoyo mi pera en su hombro porque el mejor perfume lo tiene en el cuello.

Es preciosa como suena su tos. De noche lo oigo desde nuestro dormitorio y siento mucha envidia de mamá.

Creo que ya ha descubierto lo que me pasa con la piel de él porque ella siempre sabe lo que todos estamos pensando.

Si también sabe que paso todo el día esperando el momento en que él me siente en su pierna me daría vergüenza no sé por qué.

Ella me habla muy poco porque casi nunca está. Lo único que hace los fines de semana es decirme que deje de hablar como si mi padre siguiera vivo.

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sábado, 29 de agosto de 2009

El pene mágico

Sobre la fantasía de que el pene tiene poder curativo de la tristeza o depresión femenina ya publiqué dos artículos (1)

Pero un comentario de ustedes (Harry Potter-28/08/09) me sugirió otra idea asociada que puede interesarnos.

Desde que Freud sacó a relucir la idea de esa oculta vida anímica que se procesa en el inconsciente, la inspiración de los imaginativos estalló como una fiesta de fuegos artificiales.

Por ejemplo, recuerdo que un crítico de cine decía que evidentemente el bastón que usaba Charles Chaplin era un símbolo fálico (imagen).

Si bien las estadísticas dicen que la mayoría de las personas que sufren depresión (66%) son mujeres, estimo a ojo de buen cubero que los magos e ilusionistas son prácticamente todos varones.

Pues bien, los varones magos e ilusionistas se valen de una «varita mágica» para maravillarnos con proezas increíbles. Esa «varita mágica» es evidentemente un símbolo (representante, un símil) fálico.

Esta constataciones nos permitiría pensar que habría un cierto consenso en que el pene o algo que se le parezca (varita mágica) producen efectos extraordinarios.

Pero, ¿qué sucede con las mujeres? ¿carecen acaso de ese poder mágico?

Las brujas son las mujeres con poderes mágicos. Ellas elaboran brebajes, pócimas, conjuros, fórmulas ultra-secretas, pero ¿dónde está el símbolo fálico del que vengo hablando?

No podía faltar: las brujas, como todo el mundo sabe, viajan montadas en una escoba. Si ustedes observan atentamente el vuelo de una bruja de perfil, verán que el mango de la escoba que sale de entre sus piernas no es otra cosa que un símbolo fálico.

Con el rigor científico que me caracteriza, creo haber demostrado que en la fantasía humana tenemos asociada la idea de pene con poderes mágicos.


(1) Coitoterapia y Monumento al antidepresivos

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viernes, 28 de agosto de 2009

Monumento al antidepresivo

Hoy continúo con la idea propuesta en el artículo titulado Coitoterapia.

Como he comentado varias veces, la única misión que tenemos los humanos y las demás especies es cumplir la organización que impone la naturaleza (lo cual equivale a decir que nadie posee una misión).

Si un gran número de hombres y mujeres creen en el poder mágico del pene, entonces podemos pensar que muchas mujeres (inconscientemente) se muestran o están deprimidas (desinfladas) para atraer a los varones que se creen fornicadores terapéuticos porque con su penetración podrán restablecer la presión interior que a ellas les falta.

Hasta donde sé, la depresión está provocada por una disfunción cerebral pero es oportuno recordar lo que se denomina resistencia a la cura.

Como primera conclusión de este artículo podría decir que las mujeres que padecen una disfunción cerebral que se manifiesta con depresión, podrían ver demorado su restablecimiento (mediante psicofármacos y/o psicoanálisis) porque inconscientemente observan que su enfermedad atrae a los varones que se imaginan con un pene mágicamente antidepresivo.

La propia naturaleza es la encargada de generar esta resistencia a la cura dado que Ella propicia la fecundación para conservar la vida de cada especie.

Causó sensación cuando a finales del año 2005 decidieron ponerle el preservativo más grande del mundo (67 metros) (imagen) al obelisco de Buenos Aires, como campaña publicitaria de prevención del Sida y (quizá) para reafirmar la hipótesis de que el pene es tan importante como para hacerle un monumento disimulado en forma de obelisco.

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jueves, 27 de agosto de 2009

Coitoterapia

En nuestra especie (como en tantas otras) los machos tenemos un esqueleto muscular más poderoso que las hembras. Tenemos mayor tamaño y fuerza.

Como nuestra supervivencia (alimentación y defensa) depende de la combinación de fuerza y agresividad, terminamos en que los varones tenemos más poder que las mujeres.

Estos datos son bastante objetivos (sin olvidarme de que las mujeres compensan su debilidad física con mayor resistencia al dolor, más intuición, más perspicacia, sutileza, seducción).

La que no es tan objetiva es la creencia de los varones del poder curativo del pene. En nuestras mentes masculinas existe la suposición de que muchas dolencias anímicas femeninas se curan teniendo relaciones heterosexuales.

Aunque esta creencia sea falsa, el dominio por la fuerza (bruta) masculino tiende a imponerse aún entre las propias mujeres.

La depresión es una enfermedad de ambos géneros pero ataca más a las mujeres (33% varones, 67% mujeres).

Además de lo que su nombre connota (sin presión, desinflado), esta alteración genera desgano, apatía, desinterés.

La fantasía masculina incluye que el movimiento que hace el pene erecto en la vagina, inflará a la mujer desinflada.

El origen de la depresión parece ser orgánico, depende en gran medida de una predisposición genética y estaría causado por un mal funcionamiento neuronal.

Sin embargo, la creencia masculina potenciada por una cierta aceptación femenina más el dato objetivo de que las mujeres deprimidas pierden el deseo sexual y que todos los deprimidos tienen fantasías de curación consistentes en escenarios amorosos, románticos, de paz y armonía, terminan formando la opinión de que la enfermedad se curaría si mejoraran los vínculos afectivos.

Hasta donde sé, todas éstas son creencias pero asumo que es muy gratificante suponer que el pene tiene poderes curativos mágicos.

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miércoles, 26 de agosto de 2009

Acusado de inocente

Todos evitamos ser culpables y todos nos esforzamos para ser coherentes.

Evitamos ser culpables para evitar el dolor del castigo y nos esforzamos para ser coherentes porque naturalmente no lo somos. Si lo fuéramos, no tendríamos que esforzarnos para serlo.

En ambos casos estamos ante asuntos de convivencia: la sociedad nos castiga si nos halla culpables de algún daño y la sociedad nos pide que actuemos con cierta lógica para que nuestras reacciones sean previsibles, entendibles, justificadas.

Pero nuestras prioridades están ordenadas no según los intereses de la sociedad sino según nuestro propio interés. Esto no lo hacemos por simple egoísmo sino porque el instinto de conservación nos obliga a cuidarnos en primer lugar a nosotros mismos.

No solamente por este motivo nos amamos sino que necesitamos ser amados por las demás personas. También por el instinto de conservación buscamos estar en el centro de la atención, en el lugar más protegido, queremos ser rodeados, acompañados, cuidados, mimamos, deseados.

Es tan intensa nuestra necesidad de protagonismo que si no logramos ser tenidos en cuenta por nuestras acciones dignas de un premio, igual nos conformamos con llamar la atención por nuestras acciones dignas de reprobación.

Cuando nuestra falta de talento o de buena suerte hace que la atención que recibimos de los demás sea menor a la que necesitamos, es probable que tengamos actitudes condenables que atraigan la atención de los demás.

En suma: en nuestra personal escala de valores, lo más importante es sentir que los demás nos tienen en cuenta. Para lograrlo hacemos nuestro mejor esfuerzo, que tanto puede llamar la atención por lo maravilloso como por lo condenable.


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martes, 25 de agosto de 2009

La burocracia del amor

El humorista argentino Roberto Fontanarrosa (1944-2007) le hace decir a sus personajes, Mendieta (un perro que habla) dialogando con su amo, Inodoro Pereyra (una caricatura del campesino argentino):

Mendieta - Dígame don Inodoro ¿usté está con la Eulogia por alguna promesa?
Inodoro - Mendieta, uno se deslumbra con la mujer linda, se asombra con la inteligente... y se queda con la que le da pelota (1).

Esta reflexión expuesta en un tono irónico, probablemente sea verdadera.

Muchas especies se reproducen porque la hembra en celo seduce a los machos con el perfume que emite su cuerpo apto para ser fecundado.

Seguramente entre los humanos también sea así, pero como también nos caracterizamos por complicar hasta lo más sencillo, hacemos que sean los machos los que teatralizamos una seducción hasta que la mujer (¡que ya nos había seleccionado!) se rinde enamorada por nuestros encantos.

Esto —pensado en un contexto administrativo—, se llama burocracia, es decir, un trámite artificialmente engorroso para resolver una transacción trivial.

Me animo a decir esto porque veo que actualmente existe una marcada tendencia a la desburocratización en el trámite de la formación de la pareja humana que se encarga de la importante tarea de conservar nuestra especie.

Acortemos el camino, simplifiquemos, evitemos rodeos hipócritas: Ellas siempre eligieron al hombre por el que desean ser fecundadas y ese hombre termina aceptando tarde o temprano.

La hembra es la que convierte al macho en padre. Si éste se rehúsa no tiene por qué avergonzarse ya que no es responsabilidad suya no haber sido dotado por la naturaleza para cumplir esta función.

Por su parte la frustración de ella tampoco debe herir su autoestima porque en nuestra especie nadie es adivino.

(1) En la jerga rioplatense, la expresión «dar pelota» significa «corresponder», «prestar atención», «aceptar».

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lunes, 24 de agosto de 2009

Los poderosos son infieles

Esta mujer que hace más de dos años que se analiza tres veces por semana con el mejor profesional del país, creyó haber ganado la gran batalla de su vida cuando logró que el hombre más codiciado de su clase social finalmente se casara con ella.

Aunque Él no le hace faltar nada material, ya todos saben que le es infiel y eso la llena de humillación, vergüenza, furia, odio, impotencia. Tanto es así que se está avejentando a mayor velocidad de lo esperado.

Aquella triunfadora hoy se siente una fracasada.

Poseedor de una fortuna tan grande que le permite olvidarse de que el dinero puede ser un problema para alguien, alto, simpático, seguro de sí mismo, este hermoso ejemplar de la especie humana no hace feliz a su esposa.

El casamiento no le dio una garantía efectiva a la audaz mujer que peleó de forma noble e innoble contra las otras que también lo querían como padre de sus hijos.

En la naturaleza —cuando una hembra está en celo—, los machos se pelean entre ellos y la fecunda el vencedor, es decir, el más fuerte, el más agresivo.

Formamos parte de la naturaleza pero carecemos de ese procedimiento de selección natural para que nuestra descendencia sea la mejor dotada genéticamente.

La monogamia de los humanos logra que todos los machos puedan procrear a una hembra, pero como esta ley no es natural sino social, entonces los mejores machos son infieles porque a la ley natural no se la puede transgredir tan fácilmente.

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domingo, 23 de agosto de 2009

Internet erótica

Soy adicto a la Internet. Me paso horas conectado y mis padres me tienen harto con sus reclamaciones que me llegan como el ruido desorganizado de un auto viejo.

Hace mucho tiempo que ya no sé qué me dicen. Sólo registro el volumen y la entonación: alto e irritada.

Chateo con gente que me miente sobre su edad, sus virtudes, sus audacias, valentías, conquistas, dimensiones del pene o de sus senos, altruismo.

La web-cam la mantengo apagada porque al final prefiero no saber qué cara tienen estos mentirosos compulsivos que usan el anonimato para poder ser quienes nunca podrán ser.

Hace unos días recibí un archivo adjunto con un video.

Mi hermano mayor es otro insoportable. Me tiene aburrido con que no abra archivos adjuntos porque no sé qué tragedia cósmica puede suceder. Se imagina el mundo informático como un lugar lleno de amenazas que solo existen en su cabeza desquiciada.

El video es el de los que más me gustan: porno.

Ella en cuclillas subía y bajaba sobre un pene mucho más oscuro que las piernas del hombre.

Además de lo que se podía ver —siempre igual y siempre excitante para poder masturbarme—, lo mejor era el audio.

Ella sabía quejarse como una buena actriz porno: de forma creíble, diciendo incoherencias como todas, pero en castellano.

Es el primer video porno que recibo hablado en nuestro idioma.

Eso me calentó mucho más y puse la función «Repetir» porque ya me di cuenta que aquello estaba muy bueno y merecía funcionar en forma continua hasta que tuviera mi orgasmo.

Otra particularidad que me llamó la atención es que parecía una filmación muy antigua porque no era en colores y porque el vello púbico de los actores no estaba depilado como se usa hoy.

Todo iba bien con el balanceo y los gemidos de ella que tanto me calientan, cuando sobre el final la cámara enfocó la cara de los actores y quedé petrificado al ver que eran mis padres con cuarenta años menos.

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sábado, 22 de agosto de 2009

Las discusiones de la naturaleza

En varios artículos he argumentado en contra de la creencia de que el libre albedrío (1) existe realmente (estoy convencido de que sólo es una suposición que hemos inventado como forma de controlar nuestras actitudes antisociales).

En esta línea, la hipótesis es que somos parte de un gran sistema (la naturaleza) que tiene sus formas de autorregulación.

Nuestras decisiones no son más que reacciones naturales que responden a esta autorregulación.

Por ejemplo, si mi «reacción» es levantarme e ir a trabajar, no lo hago porque yo lo decido sino porque la naturaleza hace que mi cuerpo (físico más psiquis) actúe así.

En el mismo caso: si mi «reacción» es quedarme sentado y no ir a trabajar, aunque mi percepción mental es de que estoy tomando una libre decisión, en realidad no estoy más que observando lo que la naturaleza hace con mi cuerpo y psiquis.

Acotación al margen: considero que la psiquis es una parte del cuerpo de la cual sabemos un poco menos porque los aparatos inventados hasta ahora no han podido percibirla con alguno de los cinco sentidos.

Dentro de esta concepción de la realidad, le pregunto: ¿Observó cómo a veces estamos a favor de algo (idea, situación, decisión) mientras que una cantidad de personas están en contra?

Según mi idea sobre la autorregulación de la naturaleza (e inexistencia del libre albedrío), estas diferencias de criterio se parecen a otras oposiciones que se verifican en la naturaleza: atracción-repulsión, vida-muerte, ascenso-descenso. Parecería ser que la autorregulación depende de una constante oposición de fuerzas... de la cual formamos parte cuando no nos ponemos de acuerdo.



(1) ¿Qué libertad?, Soy libre de hacer lo que deba, Lexotán con papas fritas, Cállate que estoy hablando

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viernes, 21 de agosto de 2009

Veo+un+árbol+grande

Hay animales con ambos ojos al frente y animales con ambos ojos a los costados.

Los primeros son depredadores mientras que los segundos son depredados y sirven de alimento de los primeros.

El campo visual de los animales que sirve de alimento a los que tenemos los ojos ubicados en un plano frontal es mucho mayor. Ellos pueden ver prácticamente todo lo que sucede a su alrededor. Los atacantes sólo podemos ver hacia adelante.

Dicen además que el ser humano se diferencia del resto de los animales porque es el único que habla. Si bien algunos se comunican por sonidos o señales visuales u olfativas, el lenguaje humano es particularmente complejo.

Cuando pensamos y cuando nos comunicamos usamos palabras: «Voy a levantarme ahora porque de lo contrario llegaré tarde a la cita», tanto puede ser un pensamiento como una comunicación.

Pensar usando palabras equivale a mirar un gran paisaje a través del caño de una escopeta. Sólo podemos ver fragmentos muy pequeños de algo muy grande.

Si mirar un gran paisaje de a pequeños pedacitos nos hace perder toda noción del paisaje completo, pensar hablando nos hace perder toda noción de las ideas generales, de los conceptos importantes, de los contextos.

Solemos criticarnos cuando decimos que «no vemos el bosque por mirar un sólo árbol».

En suma: pensamos juntando pequeños conceptos y es muy difícil saber cómo es el todo. Somos animales hablantes que sólo podemos pensar de a poco y tenemos los ojos al frente así que no podemos ver hacia atrás.

Resumo: tenemos un campo visual restringido y pensamos de forma fragmentaria, por lo tanto nuestra noción de realidad tiene motivos para ser menor que la deseada.

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jueves, 20 de agosto de 2009

¿Gordo o voluminoso?

La palabra cibernética proviene del griego y significa «gobernar una nave». Actualmente se llama así al conjunto de estudios que se hacen para saber cómo la naturaleza resuelve el equilibrio funcional de los organismos.

Estos conocimientos suelen aplicarse a las máquinas que «inventamos» (lo pongo entre comillas porque en realidad copiamos a la naturaleza haciendo algunos cambios).

Habrán observado que cuando accionamos un botón para que la cisterna del baño descargue su contenido de agua dentro del W.C., comienza su recarga hasta que un mecanismo cibernético hace que se corte el ingreso de agua en el momento oportuno.

Una de las tantas funciones cerebrales consiste en la secreción de hormonas que nos producen hambre. Cuando comenzamos a comer, otra hormona hace que en el momento oportuno dejemos de tener hambre y de esa forma interrumpimos la ingesta.

Este equilibrio entre nuestra necesidad de alimento y la sensación de saciedad se logra por el funcionamiento automático de las glándulas que segregan esas hormonas.

Simplificando la idea, nuestro cerebro comanda la recuperación de energías (alimento) de forma similar a como la cisterna del baño recupera la cantidad de agua que tiene prevista.

Hasta aquí estoy comparando fenómenos físicos (cisterna) y orgánicos (alimentación).

El tamaño de nuestro cuerpo está determinado por nuestra herencia genética: somos grandes o pequeños, pesados o livianos. Siguiendo con el ejemplo, somos cisternas naturales con diferentes volúmenes.

¿Es razonable que un médico nos diga que nuestro volumen es excesivamente grande o excesivamente pequeño? Cuando se nos dice que según ciertas tablas deberíamos pesar 20 kilos menos, ¿no se estará cometiendo un atentado contra las leyes naturales que nos condicionan a cada uno?

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miércoles, 19 de agosto de 2009

El señor Alérgico Martínez recargado

En el artículo publicado ayer con el título El señor Alérgico Martínez les comentaba el apego que tenemos y necesitamos hacia nuestra identidad.

Les planteaba como una ficción algo humorística (aunque no totalmente) que el castigo más efectivo, disuasivo y ejemplarizante para un delincuente podría consistir simplemente en cambiarle oficialmente su nombre.

Quienes tienen más tiempo que la mayoría para pensar en nuestra psiquis hacen descubrimientos más asombrosos que los astrónomos, pero llaman menos la atención que un viaje a Marte porque en el fondo todos adherimos (de una u otra forma) a la consigna «ignórate a tí mismo».

Por ejemplo, observe si no es algo curioso lo que han pensado personas como Jacques Lacan:

Él se preguntó: ¿Qué le pide un paciente a su médico (o psicoterapeuta o analista)?

Todos correrían a responderle que un paciente le pide a su médico que lo cure.

Sin embargo, y continuando con lo que les adelantaba en el artículo de ayer que les mencioné al principio, lo que le pide es un diagnóstico.

Como la mayoría han consultado a un médico y sólo una minoría a un psicólogo, pongo el ejemplo más popular:

El paciente visita al médico, le informa qué le duele, lo que le pasa, el médico lo revisa, le hace estudios diversos y al final el paciente le pregunta: ¿Qué tengo doctor?

El Dr. Lacan ha demostrado que este paciente lo que en realidad pide es que el médico lo bautice (imagen) con alguna patología (denominación nosográfica): «usted es un reumático», «usted es un diabético», «usted es un obsesivo».

Luego empezará un tratamiento pero con la tranquilidad de saber quién es realmente.

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martes, 18 de agosto de 2009

El señor Alérgico Martínez

En mi país (Uruguay) hace años que no se hacen filas porque se ha tecnificado lo suficiente como para que este hecho social haya pasado a la historia.

Lo que no se ha tecnificado ha sido la venta de pescado fresco. Efectivamente, siempre que hago esta compra tengo que esperar mi turno pero no es una pérdida de tiempo sino todo lo contrario.

Sin ir más lejos el martes pasado esperaba ser atendido junto a tres ancianos que habían llegado antes que yo.

Ellos hablaban de los ladronzuelos, de los que se aprovechan de un descuido para robar algo, de los que arrebatan una billetera y corren.

En este cónclave improvisado se concluyó que lo mejor era matarlos a todos para que no volvieran a delinquir. Acto seguido, solicitaron su pescado y se retiraron saludando amablemente a los restantes.

Yo también me interesé por el tema pero no me sentí calificado para intervenir aunque pensé para mis adentros.

La peor condena que se le podría aplicar a una persona es cambiarle el nombre.

Si al ladrón llamado Juan José Martínez Pérez se lo condena a llamarse Américo Ricardo González Gómez es probable que nunca más vuelva a robar.

Quizá a usted le parezca algo inefectivo, muy poco disuasivo, pero me temo que se equivoca. Nadie tolera renunciar a su identidad.

Esto se observa más claramente cuando alguien dice que se quiere curar de una enfermedad y los sanadores (médicos, psicólogos) encuentran que el padecimiento es demasiado rebelde.

No es la enfermedad la rebelde, es el paciente que sin saberlo ha convertido a su asma, su alergia, su fobia, su reumatismo en un rasgo que lo identifica.

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lunes, 17 de agosto de 2009

La sexualidad informática

Los varones somos más fetichistas que las mujeres.

«Fetichista» es la persona que se excita sexualmente con una parte del cuerpo o con algún accesorio (ropa interior, calzado).

Los juguetes mecánicos son fascinantes para muchos niños varones, luego es probable que se vuelva loco por una moto (si es Harley Davison, mejor), pero como se vuelve adulto y forma una familia, entonces su locura se desplaza al automóvil.

Pero a partir de la década de los ’90 han habido cambios significativos: cuando ingresaron las computadoras en el campo visual de los varones, nos descompensamos, la locura se recicló, cambiamos de patología psiquiátrica no diagnosticada.

Se trata de un electrodoméstico que parece ubicarse en una categoría intermedia entre objeto y sujeto.

Para todos era relativamente sencillo comprender que un camión con telecomando o que una moto BMW con cardán o que un Porsche (imagen) descapotable son objetos, pero un ordenador ¿es realmente una cosa?

Y acá surge una preocupante incertidumbre, porque lo que podemos hacer con una computadora (trabajar, estudiar y jugar) no se corresponden con un objeto ni con un sujeto (cosa y persona respectivamente).

Este conflicto interior lo estamos manejando con gran disimulo. Tenemos cuidado de no dejarnos llevar por estos pensamientos tan disparatados, pero en el fondo de nuestro corazón, sentimos amor por esta máquina, sabemos que ella nos comprende pero que cuando se encapricha dan ganas de matarla.

Creo que en este tema los varones tendríamos que salir del placar (1). No nos hace bien seguir en esta duplicidad, reprimiendo lo que todos ven que nos pasa: amamos a esta cosa.

(1) La expresión «salir del placar» o «del closet» fue acuñada no hace mucho para significar el acto por el cual una persona homosexual comunica su verdadera preferencia.

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domingo, 16 de agosto de 2009

El dinero va y viene

De ellos se podría decir que eran mitad comerciantes y mitad bandidos aunque los infaltables simplificadores acotarían que con decir comerciantes ya es suficiente.

La tarde era serena pero para perfeccionar el silencio habían arriado las velas para acallar el ruido que ellas hacen al moverse.

El humo de las pipas lo demostraba sin dudas: el aire estaba allí pero no se movía.

El río, hiperactivo por naturaleza, quizá dormía o estaba entretenido con algo.

Sus pensamientos no andaban muy lejos uno del otro. El mayor pensaba que la vida no tenía sentido viviendo con su familia sin que los vinculara algo más que la costumbre y el más joven pensaba qué feliz sería si la maravillosa mujercita a la que amaba finalmente aceptara dejar a sus padres y viniera a vivir con él.

Como les decía, los pensamientos eran muy próximos, tanto como lo están ambas caras de una misma moneda.

Ellos se ganaban la vida cruzando un río que tenía gente en ambas márgenes. Los habitantes de uno y otro lado decían lo mismo: «en la orilla de enfrente se vive mejor que acá».

Los barqueros habían captado la equivocación de unos y otros. Esa ilusión pudieron convertirla en una fuente de ingresos.

Cierta vez el más joven se puso a decir en voz alta que los habitantes de uno y otro lado eran muy tontos imaginando que la felicidad estaba cruzando el río, pero una fulminante mirada del más viejo cerró herméticamente la boca alcoholizada que arriesgaba la continuidad del negocio.

Estos comerciantes decían lo mismo de cada lado: «La mercancía que tu me entregas es muy poco valiosa en comparación con la que yo te traigo de la orilla maravillosa». Con este argumento las ganancias eran enormes.

La vida de ellos era muy simple y ganaban mucho dinero pero no se habían enriquecido porque cuando iban a buscar diversión que los sacara de esta aburrida rutina de cruzar el río cargados de mentiras, ilusiones y esperanzas, se encontraban con que los que le ofrecían ese anhelado regocijo les decían que el dinero no vale tanto porque no hace la felicidad mientras que un momento de verdadero placer es inolvidable.

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sábado, 15 de agosto de 2009

Fea o linda, ¡te amo!

Algunas personas me hacen saber por los diferentes medios que tienen para comunicarse conmigo, que mis propuestas son deprimentes, que las entristecen, que las desilusiona.

En los artículos donde sugiero que el libre albedrío no existe (1), no puedo ocultar que pienso y escribo de esta forma porque mi organismo reacciona así ante los estímulos que recibe.

Pero también digo que las palabras (el lenguaje, el habla, la escritura) forman parte de ese conjunto de fenómenos físicos, anatómicos, químicos y con estos artículos usted puede mejorar su calidad de vida ... si casualmente es lo que estaba precisando para cambiar su forma y filosofía de vida.

Me explico mejor: Imaginemos por un momento que la vida es para mí una mujer que amo. Es normal que a ella le diga por ejemplo, «¡Qué lindos zapatos te has comprado mi vida!».

Si yo siento amor por esta mujer solamente cuando ella está recién bañada, perfumada, peinada, maquillada, producida y no siento el mismo amor cuando está transpirada, maloliente, despeinada, medio dormida y malhumorada, entonces no la amo tanto.

Como habíamos quedado que en este artículo ella representa a mi vida y si a la vida solamente la amo cuando estoy bajo los efectos de una ilusión y no admito los aspectos más impresentables de la vida, entonces no amo tanto a la vida.

Conclusión: Mis artículo buscan que usted pueda amar a la vida tal cual es y no solamente cuando ella (la vida) está vestida para una fiesta.

(1) Soy libre de hacer lo que deba - Lexotán con papas fritas - Cállate que estoy hablando

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viernes, 14 de agosto de 2009

El odio es mejor que la indiferencia

Varias veces he compartido con ustedes la idea de que los seres humanos somos consumidores permanentes de amor. Necesitamos ser amados, reconocidos, recordados.

Sobre este asunto tengo que hacer una precisión que puede resultar interesante tener en cuenta.

Cuando digo que necesitamos ser amados quizá no esté siendo suficientemente claro. Lo que necesitamos es ser tenidos en cuenta. Precisamos que por lo menos una persona reconozca que existimos.

Algo en nuestro funcionamiento mental nos demanda ese requerimiento: alguien tiene que saber de nosotros y para ser más preciso aún, digo: tenemos que tener conciencia de que alguien nos tiene en cuenta.

O sea que nuestro equilibrio mental y emocional depende en gran medida de poseer la certeza de que alguien sabe de nosotros, nos recuerda. Dicho de otro modo: tenemos que estar seguros de que por lo menos una persona siente algo por nosotros.

Lo curioso es que ese sentimiento puede ser amor u odio; atracción o rechazo; valoración o desprecio.

Esta idea permite comprender ciertas actitudes que de otra manera no podrían entenderse:

Las personas que se dedican a ganar fama, prestigio, reconocimiento, respeto, aplausos, amor, tienen una actitud muy fácil de entender por el sentido común.

Lo que más cuesta entender —y este es el punto central del artículo—, es la estrategia de las personas que hacen todo lo contrario generando odio, rechazo, castigos, persecución, insultos.

Observen que ambas formas de actuar consiguen lo mismo: Tener la certeza de que por lo menos alguien los tiene en cuenta.

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jueves, 13 de agosto de 2009

Lexotán con papas fritas

En el artículo titulado Soy libre de hacer lo que deba les comentaba que el libre albedrío es una idea que nos hemos inventado para suponer que controlamos nuestra vida pero sobre todo para que nuestras acciones puedan ser controladas por la sociedad.

Gracias a que partimos del supuesto de que somos responsables es que la justicia puede juzgar y condenar a quienes perjudican al colectivo.

Cada vez estamos más cerca de demostrar que todas nuestras acciones, ideas y sentimientos son causados por fenómenos orgánicos, anatómicos, hormonales, químicos.

Por lo tanto, no somos responsables de lo que hacemos, pensamos o sentimos pero por ahora no tenemos más remedio que amenazar o castigar a nuestros semejantes imaginando que son dueños de sus actos.

Hasta que no se descubrió la existencia de las vitaminas como ingredientes necesarios para nuestra alimentación, hubiera sido disparatado que alguien comiera zanahoria para mejorar su visión con la vitamina A que contiene.

Con idéntico criterio, los psicofármacos son alimentos que pueden ser necesarios para nuestra alimentación porque de lo contrario podemos estar tristes, desganados, agresivos, obsesionados, paranoicos, delirantes, maníacos.

Resumo: Necesitamos creer en la existencia del libre albedrío para organizarnos como sociedad. Eso no quita que en realidad nuestra conducta sea la causa del funcionamiento cerebral, hormonal, molecular, químico.

Este origen netamente orgánico de nuestra forma de ser, sentir y actuar, hace que a veces tengamos que complementar nuestra alimentación con sustancias muy específicas (psicofármacos) para que la salud mental sea la adecuada.

En suma: Si alguien tiene dificultades mentales, emocionales, sexuales, es probable que necesite un complemento alimenticio que le restablezca la salud para lo cual debe consultar a un cocinero que llamamos psiquíatra.

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miércoles, 12 de agosto de 2009

Einstein fue un ser humano

«Locura es pretender que las cosas cambien haciendo lo mismo». Si yo le digo que esta frase la dijo Albert Einstein, probablemente su cerebro no podrá menos que pensar que es una buena idea porque la dijo un personaje que se ha ganado el título de «muy inteligente».

Pues bien, la verdad es que no sé quién la dijo y además, sería razonable considerar que en la humanidad pudo existir alguien que fuera el más inteligente de todos, podríamos aceptar que esa persona fue Einstein o algún otro personaje desconocido que vivió sin trascender en una tribu africana y también podemos pensar que Einstein fue muy inteligente pero que muchas veces cometía errores y que decía frases tontas.

Lo que quiero destacar es que usted posee los recursos necesarios para decir por sí mismo si esta frase es buena o mala, si es acertada o falsa, si usted la evalúa con un puntaje alto o bajo, pero no existen personajes supremos que estén designados para decirnos qué está bien y qué está mal.

Muchas veces esos opinadores que pretenden determinar qué es útil y qué es inútil, son autoproclamados, ellos mismos se designan encargados de esta tarea y por equivocación nos creemos que efectivamente son los que saben la verdad.

¿Sin ir más lejos, qué estoy diciendo ahora? Estoy diciendo que no es obligatorio suponer que los enunciados de los opinadores sean verdaderos.

¿Y qué estoy haciendo yo ahora si no es opinar sobre los opinadores como yo?

Volvemos al punto central: usted y nadie más que usted es quien tiene la última palabra para determinar qué está bien y qué está mal.

Para emitir ese juicio, puede escuchar todas las opiniones que desee y encuentre, pero la última palabra la tiene usted y eso significa que usted es la única persona responsable de la veracidad de sus creencias.

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martes, 11 de agosto de 2009

Intuyo que mañana será otro día

¿Existe un sexto sentido? Ya casi estamos de acuerdo en que a veces tenemos intuiciones, presentimientos, corazonadas, vibraciones, feelings, visiones.

El grado de precisión, detalle y acierto son muy variados. Creo que nadie ha logrado adivinar qué número saldrá a la lotería pero sí que el novio de la hija viene «con otras intenciones», o que en algún momento se producirán despidos y que uno de los afectados podría ser yo.

Otra pregunta muy frecuente es ¿las mujeres son más intuitivas que los hombres? Ya casi estamos de acuerdo en que sí, que ellas son más intuitivas, pero acá es donde quiero compartir algo con ustedes porque quizá les interese.

Lo que hace que alguien sea más perspicaz quizá no sea su género sino su sensación de vulnerabilidad.

A veces se dice que los hombres muy fuertes son brutos, insensibles mientras que otros más débiles, enfermizos, con escasas defensas, son más sensibles, intuitivos, poéticos, románticos, espirituales.

Todos estos factores que se resumirían en fortaleza y perspicacia podrían sintetizarse diciendo que la sensibilidad es una forma compensatoria de la debilidad. Cuanto más vulnerable es alguien, mayor es su estado de alerta, su poder de observación, su minuciosidad para reparar en detalles que en su fuero interno podrían ser amenazantes.

En cuanto al grado de acierto de esas intuiciones, estoy casi convencido que se corresponden con el realismo y la información:

— una persona poco realista (con pensamiento mágico, primitivo, supersticioso) sacará conclusiones propias de su mundo imaginario mientras que

— una persona realista e informada, hará una buena combinación de eso que puede observar mejor que los demás para llegar a conclusiones intuitivas más acertadas.

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lunes, 10 de agosto de 2009

El objeto del sujeto

El niño desea comer un helado de chocolate. En este caso el niño está como sujeto (sujetado, prisionero, obligado) a comer un helado. El helado es el objeto que lo liberaría de ese estado de deseo, es el objeto de su deseo, es el objeto deseado.

Cuando la relación se establece entre el niño y el helado todo funciona muy bien, es sencillo de entender y sobre todo es fácil de aceptar.

El fenómeno se complica cuando el objeto de deseo es una persona.

Si yo amo a Susanita es porque la necesito. Ella tiene cosas que a mí me faltan y por eso ella es una persona necesaria para mí.

Simultáneamente, ella es deseada por mí porque su cuerpo me excita sexualmente, porque nuestros encuentros amorosos me resultan placenteros, estimulantes, aeróbicos, creativos, inolvidables. En este caso la deseo como un objeto sexual (ella, para este rol, equivale al helado para el niño del ejemplo).

Al mismo tiempo, Susanita me ama porque poseo cosas que a ella le faltan y yo le soy necesario.

También ella me desea porque mi cuerpo la excita sexualmente, porque los encuentros amorosos le resultan placenteros, estimulantes, aeróbicos, creativos, inolvidables. En este caso ella me desea como un objeto sexual (yo, para este rol, equivalgo al helado para el niño del ejemplo).

Si alguno de los dos se siente menoscabado en su autoestima porque el otro lo usa para complacerse, para disfrutarlo, para producirse sensaciones placenteras, similares a las que podría recibir de un juguete erótico —pero con un plus irremplazable que proviene de ese otro rol de amado y amante—, entonces la relación podrá continuar sólo si se instala la negación de que eso es así.

Negar que somos usados como un objeto no está ni bien ni mal, sólo que es una actitud muy vulnerable como cualquier mentira por piadosa que sea.

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domingo, 9 de agosto de 2009

Ojos que no ven

Esta pareja de rufianes vivían tan desconformes con su suerte como cualquier empleado de oficina.

Hacía años que cometían dos o tres fechorías por año y la policía no podía capturarlos a pesar de que varias veces habían estado frente a frente, conversando de temas intrascendentes o jugando al billar.

El más pequeño y frágil había estudiado algo pero las reyertas familiares lo obligaron a tomarse venganza haciendo exactamente lo contrario a lo que preferían sus padres.

El más grandote, forajido y despiadado, pertenecía a una estirpe de ladrones y criminales, casi todos presidiarios o ex-convictos. Se diferenciaba de sus pares porque sabía poner una mirada tan dulce y piadosa que cualquiera lo aceptaría como yerno.

La delincuencia es un arte con algo de ciencia. Requiere un gran poder de observación, perspicacia psicológica, buenos reflejos, disciplina. En suma: requiere lo que en cualquier otro ámbito se llamaría «tener conducta».

Hacía poco que volvieron de un país vecino y se encontraban en la casa del más pequeño un domingo de tarde preocupados por la escasez de oportunidades en el país propio y en los limítrofes.

El dinero que les quedaba apenas alcanzaría para seis meses y el más grandote, forajido y despiadado comenzó a pensar que sería oportuno ajusticiar a este socio con quien ya no había trabajos para hacer.

Comenzó a madurar su proyecto de matarlo y las diferentes opciones imaginadas tenían alguna falla.

Pero la situación económica empeoraba y el asesinato del socio era cada vez más urgente.

Un día invitó al más pequeño a su casa decidido a matarlo a sangre fría, lo recibió como si nada le fuera a pasar, se pusieron a conversar y cuando se acercó por detrás para estrangularlo con una cuerda de guitarra, el más pequeño le dijo: «Creo que puede haber una buena oportunidad la semana que viene».

El grandote devolvió la cuerda de guitarra a su lugar, se miró en el espejo que tenía en frente, vio cómo su mirada se dulcificaba y pensó: «Si lo mato me quedo sin él. Mejor lo dejo vivo».

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sábado, 8 de agosto de 2009

Cállate que estoy hablando

No hace mucho publiqué un artículo titulado Palabras que curan donde les comentaba que la ciencia se acerca a confirmar que los fenómenos anímicos (pensamiento, sentimientos, deseos) son también una función orgánica en la que participan neuronas, hormonas, fenómenos eléctricos.

En esa publicación centraba mi atención en comentarles el poder curativo del psicoanálisis suponiendo que la relación afectiva de diálogo entre un analista y un analizante, produce cambios orgánicos permanentes.

Más recientemente, en otro artículo titulado Soy libre de hacer lo que deba continuaba el tema del origen orgánico de nuestras conductas para concluir que esta constatación científica demostraría que el libre albedrío es una construcción social creada para poder encontrar culpables y suponer que las dificultades propias de la convivencia se solucionan mediante un castigo ejemplarizante.

Seguramente usted conoce personas que no la dejan hablar porque la interrumpen alegando por ejemplo que si no lo dicen en ese momento después se olvidan.

Quienes no dejan hablar porque sólo hablan ellos podrían ser ejemplos de cómo el hecho de hablar, no sólo es curativo dentro de un encuadre psicoanalítico sino que también lo usamos para aliviarnos. Quien nos interrumpe padece un dolor que sólo se alivia si habla cuando encuentra alguien que lo escucha.

Otro fenómeno muy frecuente es el de quienes necesitan quedarse con la última palabra. El contexto de este fenómeno siempre es de confrontación, donde se están cotejando el poder de cada uno y donde se sobrentiende que el silencio equivale a claudicar, perder, ceder, reconocer que el otro tiene más poder, mejores argumentos, que es dueño de la verdad.

Entonces hablar y quedarse con la última palabra es algo deseado, beneficioso, quizá calmante. ¡Vaya si son importantes las palabras!

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viernes, 7 de agosto de 2009

La Naturaleza y yo somos amigos

Esas difíciles preguntas sobre el origen del Universo o la razón por la que nací y a dónde van el Universo y yo cuando me muera, han sido una pesadilla para todas las generaciones de todos los territorios.

Me animaría a decir que traemos esas preguntas «de fábrica». Si fuéramos una computadora, ése sería nuestro «programa preinstalado».

Para resolver la molestia que se nos genera por la falta de respuestas confiables, hemos inventados historias, leyendas, mitos, que de una manera razonable, nos permiten creer que las respuestas son tales o cuales.

Muchas respuestas «confiables» se inventaron en la Gracia clásica, que se ubica alrededor de 400 años antes del nacimiento de Jesús de Nazaret.

Les comento una que me convence mucho y que se refiere al Destino.

Según esa leyenda-relato-creencia, existe un orden general, con una cantidad de leyes que regulan todo lo que pasa.

Los movimientos físicos permanentes existen porque la inercia es una ley según la cual «lo que está en movimiento, tiende a seguir en movimiento», o la ley de la gravitación universal por la cual las masas atraen a otras masas, o la ley de la fuerza centrífuga que hace que algo que gira en torno a otro volumen, tienda a alejarse de él y así muchas otras «leyes del movimiento universal».

Y los humanos ¿qué tenemos que ver en todo esto? Pues bien, el Destino determina cómo formamos parte de esos movimientos universales y cómo somos influidos por las formas de reaccionar que tenemos instaladas en nuestra condición humana (atracción, rechazo, curación, defensa, descanso, hambre, y muchas más).

Y agrego lo que justifica toda esta introducción: Tienden a ser más felices los seres humanos que pueden «dejarse llevar» por el Destino, los que no ofrecen resistencia a las leyes naturales, los que con sabiduría y humildad aceptan que «las cosas son como son».

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jueves, 6 de agosto de 2009

Algo clandestino pero legal

El psicoanálisis es un arte científico que funciona como clandestino no porque sea ilegal sino porque la vida de muchas personas depende de que algunas cosas no sean dichas, leídas, conocidas.

Imagino una casa a la que alguna vez le construyeron el techo sosteniendo el concreto blando con muchos palos (encofrado), pero que una vez endurecido, y por alguna razón que cada uno sabrá cuál es, los palos quedaron, sosteniendo un techo aunque sin ellos no se caería, pero que —por la dudas— ahí continúan.

Uno de los «palos» es tener que negar la muerte imaginando vidas futuras o la existencia de una parte nuestra (el espíritu) que es inmaterial e inmortal.

Otro de los «palos» es pensar que la voluntad todo lo puede y que los fracasos, desgracias o cualquier infortunio ocurren porque el desdichado no hizo el esfuerzo suficiente para evitarlo.

Otro «palo» es pensar que los que se mueren son los otros, que «a mí nunca me puede pasar» y que los fallecidos dan lástima (sentimiento que inspira alguien considerado como inferior)

Otro «palo» que también dificulta pensar libremente es el de suponer que los familiares deben amarse y que si no se aman y se llevan bien es porque alguno de los parientes (o todos) está equivocado o tiene una enfermedad mental.

Y es el psicoanálisis uno de los que viene a decir que esas creencias están de más, que sólo están para molestar, que no es cierto que alguien que piense con más libertad necesariamente perderá el juicio, que los «palos» del encofrado pueden quitarse sin que el techo caiga (que las ilusiones pueden abandonarse sin que por eso nuestra vida vaya a derrumbarse).

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miércoles, 5 de agosto de 2009

Soy libre de hacer lo que deba

A medida que avanzan los descubrimientos sobre cómo funciona nuestro sistema nervioso y su interacción con el resto del cuerpo y el entorno, se van confirmando creencias sobre la materialidad del pensamiento y de la psiquis.

Sin poder negar aún que exista algo inmaterial e inmortal —como muchos creen—, se van encontrando pruebas de que nuestra conducta es la consecuencia de fenómenos físicos y químicos.

Aún sin haber confirmado definitivamente que todas nuestras manifestaciones psíquicas (pensamientos, sentimientos, recuerdos) responden a fenómenos anatómicos y fisiológicos, igual podemos posicionarnos en esa probabilidad como hipótesis.

Por lo tanto, asumamos por unos instantes que ya se sabe que todas nuestras conductas son el resultado exclusivo de fenómenos físicos y químicos.

Si esto fuera así, entonces no seríamos responsables de ninguna de nuestras acciones, tendría que desaparecer la creencia en un libre albedrío.

Pero para poder organizar nuestra convivencia, contamos con la premisa de que las personas son responsables de sus actos porque nos basamos en el criterio de castigar a los victimarios: de esta manera creemos resarcir a las víctimas y suponemos que la amenaza de castigo impide que se vuelva a repetir (dicho sea de paso, es muy poco lo que se resarce y se disuade).

Por lo tanto:

1) Nuestra organización para convivir en orden cuenta con la existencia del libre albedrío; y

2) Si para poder convivir necesitamos que exista el libre albedrío, ¿aceptaremos los descubrimientos científicos que demuestren lo contrario?

Apuesto a que haremos todo lo posible para que siga habiendo culpables para castigar sin olvidarme de que la creencia en el libre albedrío me permite suponer que yo controlo mi vida ... lo cual también podría ser falso.

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martes, 4 de agosto de 2009

Un negro zurdo y un blanco diestro

El lenguaje genera sentimientos. No es una herramienta neutra. Contiene ideología, tendencias, predilecciones, prejuicios.

Si me permite decirlo: el lenguaje puede ser condenatorio. No lo perciben quienes no lo padecen o quienes padeciéndolo, no han pensado en ello.

Algunos teólogos piensan que en Jesús de Nazaret había una mezcla de pueblos oscuros, como egipcios, etíopes o babilonios, pero que hace unos siglos —y para que fuera aceptado por los pueblos occidentales—, se lo convirtió en un hombre blanco de ojos azules.

Ese lenguaje condenatorio del que les hablaba al principio sugiere que lo negro tiene directa relación con lo oscuro, lo miserable, lo sucio, la muerte, mientras que lo blanco se lo asocia con lo puro, lo bueno, lo limpio, la vida.

Por ejemplo, el vestido de novia es blanco y el de la viuda es negro.

De modo similar, la izquierda se asocia con lo tramposo, corrupto, delictivo, amoral, mientras que la derecha se vincula con la honestidad, legalidad, sinceridad, ética. Por ejemplo, «ir por derecha» significa ser frontal, tener coraje, decir las cosas como son. Un personaje siniestro (donde la palabra «siniestro» significa «lo que está del lado izquierdo») es un personaje malintencionado.

En suma: El lenguaje no es neutro, contiene una ideología, incluye prejuicios, es parcialmente responsable de los malentendidos.

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lunes, 3 de agosto de 2009

«Soy mamá de un hermano que fecundó su abuelo»

Si usted es fanático/a de Los Simpson debería participar en un foro que estoy coordinando para discutir si será cierto que todos los hijos son de Homero.

La ambivalencia afectiva que circula dentro de la familia es suficiente motivo como para que nos hagamos este planteo.

La literatura dedicada al psicoanálisis llena varias bibliotecas y aunque parezca insólito continúan sin contestar preguntas tan elementales como ¿qué quiere una mujer? y ¿qué es un padre?

En un afán cerrar el caso hay quienes se apresuran a decir que una mujer quiere tener un hijo del hombre que ama ... independientemente de quién sea el padre biológico.

A su vez, de este grupo de ávidos por encontrar una respuesta —y si aún no consumen ansiolíticos—, directamente dicen que «la mujer quiere tener un hijo de su propio padre aunque la prohibición del incesto la obliga a buscar el fecundador menos malo».

Como podrá apreciar, si esto fuera así (siempre estamos hablando de procesos inconscientes), entonces ese hombre que fecundó a una mujer en representación de otro (del suegro), recién se convertirá en verdadero padre cuando su hija sea fecundada por el menos malo de los candidatos que encuentre para representarlo.

Este enredo —que tiene muchas posibilidades de ser verdadero— nos responde aquellas preguntas diciendo que lo quiere una mujer es fecundar un hijo y que un padre es un abuelo.

Nota: Este tema es complejo y le puse un poco de humor para compensar mi incapacidad para ser más claro. Además puede ayudarle otro artículo titulado Amo a no importa quién

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domingo, 2 de agosto de 2009

Los hospitalarios

La casa fue heredada de los abuelos extranjeros quienes la construyeron en la parcela de tierra que el gobierno les cedió como estímulo para que se afincaran y se dedicaran a la huerta.

Cincuenta años después algunos nietos se fueron yendo con sus novios y novias a vivir en la ciudad y otros se quedaron a cuidar a los viejos.

La ciudad se fue expandiendo y ahora estaba a escasos dos kilómetros lo que antes estaba a más de veinte.

A pesar de esta aproximación del bullicio aún conservaban la tranquilidad campesina.

Sin que nadie les adelantara la noticia, la carretera que pasaba a más de doscientos metros se amplió lo suficiente como para que ellos se salvaran milagrosamente de la expropiación.

Efectivamente, las obras viales dejarían a la casa a escasos 15 metros de una súper carretera que seguramente se poblaría de veloces vehículos que circularían alejándose de la gran ciudad.

Cundió el desánimo entre los pobladores de la casa y a los pocos meses huyeron del futuro ruido los dos hermanos mayores a pesar de los ruegos de las cuatro sobrinas y un sobrino de bellas facciones que preferían quedarse.

Como tantas veces sucede, un hecho fortuito ocurrido a los dos años de inaugurada la gran carretera, les cambió la vida.

Un conductor tuvo que detenerse por una avería en su camión y fue a la casa mientras el mecánico de su empresa llegaba para hacer la reparación necesaria.

Fue así como este hombre conoció a las mujeres y al joven, entablando una relación afectiva muy intensa aunque breve.

Al día siguiente llegaron más camioneros que se detuvieron por la recomendación que habían recibido del colega.

El infalible método de la publicidad «boca a boca» convirtió aquella aburrida casa en un sitio donde no era fácil para los habitantes encontrar un momento oportuno para descansar de tanta sociabilidad gratificante.

Los dos tíos que se habían ido insistieron para reintegrarse a la familia pero los jóvenes respondieron con evasivas de inquebrantable firmeza.

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sábado, 1 de agosto de 2009

Amor o respeto (pero no ambos)

La ingenuidad hace que una persona fuerte obtenga resultados de persona débil.

O sea que la ingenuidad debilita. Para salir de esta condición es preciso dejar de ser ingenuos lo cual implica pensar y actuar con malicia.

Tenemos sabidos desde que éramos física y mentalmente débiles (cuando éramos niños) que «a los niños malos nadie los quiere».

Como hasta el más duro de los seres humanos necesita del amor —aunque sea el reconocimiento de otros tan duros y crueles como él—, andamos por la vida cuidándonos de no ser catalogados de personas maliciosas.

Puesto que es necesario «ser y parecer», entonces no tenemos más remedio que actuar como personas ingenuas.

El hecho es que muy pocas personas pueden representar el papel de ingenuos y que sean creíbles. De ahí que la mayoría no tiene más remedio que ser verdaderamente todo lo ingenuos que haga falta para recibir el amor que necesita.

Cuanto más amor necesitamos, más ingenuos tenemos que ser. En casos extremos —cuando alguien necesita dosis muy grandes de amor—, tiene que ser más que ingenuo, un poco tonto tendría que decir.

Las personas tontas no inspiran amor y por eso el tonto tiene que lograr ser tan tonto como para imaginarse que lo aman ... cuando en realidad lo desprecian.

Por lo tanto, no podemos esforzarnos para ser amados sino que la única forma de ser tenidos en cuenta es convertirnos en personas útiles, necesarias, proveedoras.

Cuando logramos ser útiles, no necesitamos ser ingenuos ni mucho menos tontos y nos permitirán ser maliciosos para que nadie abuse de nuestra necesaria generosidad.

Entonces los niños son amados y los adultos útiles respetados.

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