sábado, 27 de octubre de 2007

Cortar por lo sano

Hoy el clima no me ayuda con la tarea. Desde muy temprano ha estado caluroso y especialmente húmedo. Tirar del rodado por las calles empedradas de Jacinto Vera me hace vibrar toda la osamenta.

Veremos que nos depara la suerte en el próximo contenedor porque hasta ahora parece que se me adelantaron los Miguez que son como la langosta. ¡Todo les sirve!

Por suerte este está mejor provisto de elementos utilizables. De ese paraguas se pueden rescatar la tela, el mango, el eje central y algunas varillas. Se ve que al dueño lo agarró la lluvia con viento que tuvimos hace un par de horas. En aquella bolsa de polietileno blanco parece que hay unos trozos de pizza; uno de ellos está mordido. Por el diámetro de la dentellada lo dejó algún niño pequeño que desaprobó su sabor. ¡No está mal! En este barrio siempre usan demasiado ajo, pero es bueno para el aparato circulatorio y hasta hay un laboratorio que lo vende en comprimidos.

Este par de romanitas rosadas está casi nuevo. Parece que eran de una señora con sobrepeso porque la suela está intacta pero el espesor se muestra comprimido como si tuviera mucho uso. ¡Confirmado, los Míguez no pasaron por acá!

En otros barrios le ponen carteles a los trozos de vidrio para que uno no se vaya a lastimar, pero acá omiten esos detalles. ¡Cuántos platos antiguos rotos! Quizá algún viejo aparador finalmente fue carcomido por las polillas. No, debe de haber sido un trinchante porque si hubiera sido un aparador tendrían que estar por acá una cantidad de copas y la jarra de clericó.

Voy a tener que meterme adentro porque allá veo una cajita envuelta en papel de regalo y no es la primera vez que una persona enamorada tiene un gesto destructivo por despecho, sin tener en cuenta el valor extrínseco de lo que desecha.

¡Caramba, que pesadito que es en proporción a su volumen! Debe contener algodón mojado por las lágrimas de una mujer enamorada. ¡Qué loco que soy! Hoy me levanté con la vena romántica a flor de piel. A ver que tenemos acá: ¡Oh cielos! ¡El anular completo de una mujer joven! ¿Se le habrá atorado la alianza?

(Este relato se basa en lo que “soñó despierta” una paciente que se sintió desairada porque “su primer hombre" -de épocas liceales-, ahora recibido de médico, no la saludó al cruzarse con ella en la panadería del barrio. Por supuesto que me autorizó a realizar esta publicación.)

reflex1@adinet.com.uy
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sábado, 20 de octubre de 2007

Líos eran los de antes

Según me enteré dolorosamente cuando tenía trece años —gracias a la verborragia alcoholizada de mi tía predilecta—, mi mamá lloró mucho cuando se enteró que yo nacería.

Usted estará pensando que ella no quería tener un hijo porque era soltera, o porque su fecundador era un rubiecito con seducción perecedera. Error: su problema era que aún no había terminado el ciclo de enseñanza elemental.

Por eso yo creí hasta el día de la revelación que mi tía predilecta era mi mamá y que mi mamá era la tía con quien yo deseaba secretamente tener relaciones sexuales.

También descubrí que estos cruzamientos familiares, llenos de secretos y pesados silencios, son un argumento predilecto de los teleteatros más burdos.

Mi mamá biológica —de quien estuve perdidamente enamorado hasta los trece años— tenía una asombrosa semejanza con la modelo y actriz argentina Araceli González.

Resumiendo, mi mamá quedó embarazada de alguien que la encandiló y su hermana le hizo el favor de criarle al hijo para que no tuviera que cargar con el peso del arrepentimiento.

Pero en esta historia falta el padre. Mi tío-papá era —ya falleció, pobre— una bolsa de plástico expuesta al viento: gordito e incapaz de tomar alguna decisión. El viento que lo agitaba era mi tía-mamá. … ¿O me habrán adoptado porque él era estéril? No sé, ahora no me quiero complicar.

Mi madre biológica sigue soltera y sin hijos porque nunca pudo terminar esos estudios que la habilitaran para merecer el acceso a estos logros.

Yo luzco y me siento normal a pesar de los antecedentes anormales.

Ahora que escribo esto pienso que a mi esposa quizá la quiera porque se apellida González. Pero no, debe ser una coincidencia.


reflex1@adinet.com.uy


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sábado, 13 de octubre de 2007

La vida después de la muerte

Paciente ♀ — … si, muchas viejas preguntan por Miguel (esposo) y yo les contesto con cara de circunstancia, «pobre, empeoró», pero en realidad estoy contenta de que esté enfermo.

Recuerdo que cuando murió mi padre hubo algo que no entendía, y eso que ya tenía veintidós años. Mi madre lloraba mucho, pero cuando quedábamos a solas, ella no lloraba. Caminaba con un paso firme, diría que tenía como un aire de triunfadora. Lucía los senos … que yo —dicho sea de paso—, se los envidiaba porque salí a la familia de mi padre.

………pero eso no lo entendía. Mamá parecía dotada de un motor nuevo. Como si hubiera ido a una curandera para santiguarse. Al principio no cantaba ni silbaba, pero a la semana sí.

También a la semana llamó a una vecina que trabajaba para una organización de beneficencia y le regaló toda la ropa y los zapatos de papá. Sólo se quedó con una billetera de piel de cocodrilo con monograma. Ella se la había regalado cuando eran novios.

Si, con tantos años de psicoanálisis ya sé lo que está pensando, pero no, no pienso que Miguel se vaya a morir. Cuando recién se enfermó, me daba mucha bronca que las viejas babosas preguntaran por él. Y le mandaban saludos que nunca le llegaron, por supuesto.

Lo que pasa es que él es muy piropeador y las clientas del almacén están todas marchitas, con unos maridos terriblemente aburridos de todo. Estoy segura de que las desgraciadas tienen fantasías sexuales con Miguel. Lo que no sé es si Miguel tiene fantasías con alguna de ellas. ¡Sería el colmo!

Analista ♀ — ¿Qué enfermedad tiene su marido?

Paciente ♀ — Gripe. Lo que sucede es que ya hace tres semanas que estoy encargándome de todo porque él está tan agotado que no tiene ganas de levantarse nunca. Como las desgracias no vienen solas, también le subió la diabetes y no quiere ni hablar. Uno le cuenta algo del almacén y él ni contesta. Nunca lo había visto así.

Analista ♀ — ¿No lo nota triste?

Paciente ♀ — ¡Nooo! Está encaprichado. No sé que bicho lo habrá picado. Se la pasa limpiando un revólver que era de mi padre.

reflex1@adinet.com.uy

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sábado, 6 de octubre de 2007

Murió por error

A mi mujer ya no le cuento más los problemas que tengo en mi laburo porque siempre termina tratándome de tarado.

El otro día subió una pasajera de esas que te agarran de psicólogo y empezó a contarme los líos que tiene con la atorranta de la hija que le roba plata para comprar marihuana.

Como corresponde a todo buen taximetrista que trabaja sólo por dinero, empecé a darle toda la razón y hasta le aumenté un poquito la apuesta diciéndole que la hija, no sólo que era una atorranta drogadicta y ladrona sino que además debe ser una desprolija y mugrienta. ¡Para qué! ¡Se puso furiosa conmigo!:

— ¡Usted qué se cree! ¡Cómo se atreve a hablar así de mi hija! ... y se bajó antes de llegar al destino. E hizo lo peor que puede hacer un pasajero: ¡no me dejó propina!

Mi mujer —que se la pasa todo el día entre comedias televisivas, radiales y autogeneradas—, nunca se cansa de escuchar historias y cuando yo llego después de 12, 13 ó 14 horas de manejar (dependiendo de que el irresponsable que me releva esté o no interesado en llegar en hora), me ceba dos o tres mates sentada en el borde de la silla, ansiosa por escuchar mi dosis de anécdotas.

Cuando le conté lo de la madre de la mugrienta, empezó a criticarme igual que la vieja desubicada hasta que al final le dije:

— Pero escuchame un poquito, ¿vos me das consejos a mí de cómo hay que trabajar? ¿No te das cuenta que desde acá adentro es muy fácil manejar un taxi? Estás como esos médicos que te dicen muy paternales y autoritarios que tenés que dejar de fumar porque lo que quieren es imaginarse que ellos pueden hacer algo de lo que predican. Vos también: me criticás para escucharte y creerte que si estuvieras en mi lugar lo harías mejor. Algunos se creen que todos los problemas son evitables y que hasta morirse también es un error.

reflex1@adinet.com.uy

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