sábado, 31 de marzo de 2007

Busco socio/a

Mi nombre es Fernando Mieres y soy propietario-fundador, gerente, mensajero y telefonista de FUM SRL (Fábrica Uruguaya de Mitos – Sociedad de Responsabilidad Limitada).

Mi producción principal apunta a crear verdades a priori, esto es, elaborar hipótesis organizadas de tal forma que puedan insertarse armónicamente en la ideología de mi gremio (psicólogos) o de mis conciudadanos regionales (rioplatenses).

El relatar es una capacidad que tengo desde pequeño y que me ha acarreado muchas satisfacciones y disgustos. La diferencia entre unas y otras pasa fundamentalmente porque los mitos que se alinean con lo que mi auditorio quiere escuchar, produce grandes muestras de amor hacia mí, mientras que los impopulares me acarrean agresiones de todo tipo, sin importar cuán coherentes o fundamentados estén.

En este momento, por ejemplo, me pregunto si no será que todo el idioma está creado a partir de la angustia que provoca el deseo sexual o, más genéricamente, el instinto de conservación de la especie. Si así fuera, cualquier expresión [hablada, escrita, dibujada, bailada, etc.] podría remitir —a la corta o a la larga— a lo sexual.

Seleccionen un fragmento de un texto (la biblia, cualquier himno, una escritura de hipoteca, ¡el que quieran!) y procuren leerlo con «doble intención» y verán que pueden. ¿Saben por qué? Porque la función comunicativa surge directamente del instinto de conservación.

La parte medular de mi hipótesis es que el habla [o más genéricamente, la función simbólica] se desarrolló en nuestra especie porque nuestro período de celo es permanente. Por eso es preciso simbolizar (hablar en lugar de actuar) para que no se produzcan estallidos demográficos que terminarían conspirando contra la conservación de la especie.

La sabiduría popular dice elípticamente: «Perro que ladra no muerde», en vez de decir directamente que «Ser humano que simboliza, no se reproduce».

En el Cerrito de la Victoria, al tipo que es puro bla-bla-blá en los temas del amor le decimos «franela», porque sirve para sacar el polvo pero no para ponerlo.

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sábado, 24 de marzo de 2007

Dejámelo pensar

— Mamá, quiero casarme contigo. ¿Estás muy ocupada ahora que no está papá?

— Bueno, mirá, en realidad estoy un poco ocupada pero creo que no me voy a casar contigo.

— Vos me decís siempre que me querés mucho y yo también te quiero mucho, por eso me quiero casar con vos.

— Ya estoy casada con tu papá y no quiero estar casada con más personas.

— ¿Por qué no querés estar casada con más gente? Yo no te voy a dar el trabajo que te da papá, con eso de la comida, la ropa limpia y de cuidar a la abuela.

— A mi me da mucha alegría que quieras casarte conmigo porque a todas las mujeres nos gusta que un hombrecito tan lindo como vos nos proponga matrimonio, pero también nos gusta poder decidir y que ese hombrecito lindo no se ponga triste si una le dice que no.

— ¡Entonces vos no me querés como me dijiste cuando me fuiste a buscar a la escuela!

— ¡Te quiero muchísimo! Sos el hijo más divino, pero también lo quiero mucho a tu papá y quiero estar casada sólo con él. A vos te adoro como mi hijo, así como a tu abuela la quiero como a la madre de tu papá y a tu tía Julia la quiero como hermana. Por ejemplo, ¿vos no querés mucho a tu perro?

— Si, lo quiero muchísimo. ¡Es mi mejor amigo!

— Viste como esa palabrita «quiero» se usa para varias cosas diferentes. El perro también te quiere mucho a vos y sin embargo ninguno quiere casarse con el otro. ¿Verdad?

— ¡Vos no entendés! No es lo mismo.

— Yo entiendo, pero a veces nos pasan estas cosas: queremos algo pero no podemos tenerlo. Cuando tenía tu edad quise casarme con tu abuelo pero él sólo quería estar casado con tu abuela, después crecí y por suerte me enamoré de tu papá y me pude casar con él y tener un hijo precioso como vos.

— ¿Vos querías casarte con el abuelo y él no quiso?

— Sí, cuando tenía tu edad le propuse ser su esposa para que con mi mamá lo cuidáramos entre las dos. Él me sentó en la falda, me acarició el pelo y me dijo: « ¿Podés esperar a ser grande como tu mamá y hablamos de vuelta?».

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sábado, 17 de marzo de 2007

Cacique «Toro con piercing»



— Señor Funcionario, indio quiere tener nombre más corto.
— ¿Cuál es actualmente señor Indio?
— «Gran nube gris que viaja por el cielo llevando noticias».
— ¿Y ahora cómo quiere llamarse?
— FAX.
Fructuoso Rivera (1)
De su libro inédito Se me fue la mano



En cada uno de nosotros hay un indio. Que tengamos largas sesiones de espejo para peinarnos de tal forma que no se nos vea la pluma, es lo mismo que tratar de ocultarnos esas primeras canas que nos señalan cómo el tiempo también pasa para nosotros. Somos indios envejecibles.

El indio es un tipo que tiene casi todo resuelto porque ya sabe qué tiene que hacer con las dificultades de la vida: todo se resuelve en un plano político-religioso, con abundante tráfico de influencias, recomendaciones, coimas, sobornos, actos multitudinarios, jefes, disfraces, inmolaciones (siempre públicas y ostentosas).

Además todo tiene una rutina-ritual para que no haya equivocaciones y el costo de educar a las nuevas generaciones sea lo más bajo posible. Los indios urbanos cambiamos algunas cosas para que todo siga igual y hacemos economías pagándole bajos salarios a los docentes.

Ni que hablar que le burocracia es absolutamente indígena. Nos diferenciamos en que ellos no utilizan sellos de goma.

Si observamos la edad promedio de nuestros gobernantes, jueces y prelados, podemos constatar la tesis de que acá también tenemos una gerontocracia. Somos una cultura que se maneja con lo empírico. La experiencia es la única fuente confiable de sabiduría. Lo que pasó una vez, volverá a pasar exactamente igual. La compulsión a la repetición es política de estado. Sabemos que matemáticamente

Martes = Lunes + 24 horas

con lo cual no hay nada nuevo ni podrá haberlo. Todos trabajaremos para que así sea. Si la naturaleza se empecinara en que nadie pueda “bañarse dos veces en el mismo río”, construiremos una represa, un embalse, un tanque australiano, pondremos una palangana, no sé, algo tendremos que hacer para que todo siga igual.

La medicina, la química farmacéutica, la moda, los medios de comunicación, todos somos cómplices a la hora de negar que las pérdidas existen, que los cambios son inevitables y constantes, inclusive el último, el definitivo, al que no quiero mencionar porque acá todos nos creemos inmortales. ¡Ay, perdón! Se me escapó.

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(1) Si bien el epígrafe es ficticio, Fructuoso Rivera efectivamente existió y fue el responsable de la extinción total de los indígenas del territorio uruguayo. En reconocimiento a ese genocidio patriótico, llevan su nombre un departamento y varias calles y avenidas. Curiosamente, muchos uruguayos manifiestan —con fervor humanístico— contra otros genocidas y belicistas, quizás transitando alguna de esas calles o avenidas.

reflex1@adinet.com.uy

sábado, 10 de marzo de 2007

El arte de «copiar y pegar»

Soy papá de un niño de nueve años; es un hijo de la vejez porque apareció fuera de programa y —como decimos con mi señora— fue una desgracia con suerte. Él ya lo sabe así que puedo contárselo a ustedes.

Pero lo que me impresionó fue que el otro día comentó que la maestra le había pedido un trabajo sobre algo de las vacas y el pasto, no sé, no le entendí bien porque a lo que sí le presté atención es que él estaba muy alegre con los deberes que le habían mandado de un viernes para el lunes.

«Me salió masoquista» pensé para mí y no lo comenté con la madre para no amargarla.

El asunto pasó, pero cuando estábamos cenando el jueves posterior a la entrega de dicho trabajo, contó muy orondo que la maestra había tomado su trabajo como un ejemplo de cómo había que hacerlo y le puso una calificación muy alta. Nosotros lo felicitamos de todo corazón porque la verdad es que esos triunfos no son de todos los días.

El hecho es que seguimos hablando del asunto en la sobremesa y a mi se me ocurrió preguntarle cómo había encarado la tarea. Parece ser que Encarta 2005 (un producto bastante popular de Microsoft) trae un sub-programa adecuado para hacer monografías, con lo cual sólo tuvo que ingresar algunos datos y ésta se le armó casi sola, luego grabó las cuatro hojas —con imágenes incluidas— en un CD regrabable, y el domingo se fue con un amigo a Montevideo Shopping Center porque ahí está la papelería Mosca Hnos. que tiene una impresora láser a color; pidió que le imprimieran todo, luego que se lo encuadernaran y por $ 175.- (U$S 7.00) se armó un librito que nos dejó helados.

Como el zapping no me estaba dando resultado con su tradicional efecto hipnótico, me puse a pensar en la gesta de Gustavito y fue ahí donde me dije que no puede ser que hoy en día los adultos que escribimos algo para ser publicado, sigamos recortando y pegando citas de uno y otro autor consagrado, sin agregar prácticamente nada como fruto de nuestra creatividad, sin arriesgar nada intelectual y profesionalmente. Esa técnica con la cual se publicaron prácticamente todos los libros que tapizan las paredes de mi consultorio, ahora está al alcance de un niño de nueve años.

Esto explica por qué sólo publico ideas propias y me abstengo de «copiar y pegar» lo que otros pensaron. Para recopilar ya lo tenemos a Gustavito.

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reflex1@adinet.com.uy

sábado, 3 de marzo de 2007

El sentido común es un mal tipo

Atisbo, barrunto, sospecho, que la sentencia popular «No le hagas a los demás lo que no querés que te hagan a vos» y su versión positiva: «Hacele a los demás lo que vos querés que te hagan», llevaría a la conclusión de que el gusto personal de cada uno debería determinar su Código Ético, su Código Procesal, su Manual de Procedimiento, su manera correcta de vincularse con el prójimo.

Lo que sucede es que acá aparece un dato incógnito, velado, misterioso quizá, y es que uno no conoce totalmente su estructura de deseo (léase: su gusto personal más profundo y genuino). Existe una buena parte que es inconciente... siempre suponiendo que Freud, Lacan y otras luminarias del firmamento psicoanalítico estén en lo cierto.

Veamos un caso a modo de ejemplo:

Mi paciente Rosario del Luján Rodríguez Gurméndez (es un nombre tan ficticio como podría ser Dora o Juanito) tiene con su mamá una relación deliciosamente horrible. Está convencida de que dicha señora prefiere por amplio margen a su hermano menor y que ella es despreciada.

El sentido común (un verdadero traidor: acuérdense lo que les digo) indicaría que Rosario del Luján jamás alentaría esos sentimientos hacia sus hijos porque a ella le disgustan, razón por la que nunca le haría a los demás algo que a ella le disgusta. Lo que suele no tenerse en cuenta es que en realidad sí le gusta, pero desde ese tramo inconciente de su estructura de deseo y observando el caso con total prescindencia del sentido común (Mal tipo. Insisto. ¡Cuídense de él!)

Por lo tanto mi querida Rosario tiene unos líos terribles con sus hijos porque, bueno, no viene al caso por qué, el hecho es que ellos le hacen recriminaciones que mi paciente considera absolutamente injustas, irreales y que además la ofenden porque sabe muy bien lo que es sufrir por tener una madre frustradora, algo indiferente, con inestabilidad emocional.

Si nosotros pudiéramos despejar, iluminar, conocer, todos los recovecos de la estructura de deseo de Rosario del Luján podríamos apreciar que ella depende mucho del vínculo que tiene con su mamá pero que no puede entender cómo es porque el sentido común le indica con prepotencia sanguinaria que ella no puede disfrutar (depender) de ese afecto tan contradictorio, irritante, maligno me aventuraría a decir.

La parte más resistente del conflicto responde a que las personas en general:

- perciben lo que quieren percibir,
- no perciben lo que no quieren percibir, (se deduce del anterior, pero «lo que abunda no daña»)
- perciben aquello que ya conocen (y quieren percibir), y
- no perciben aquello que aún no conocen.

(¡No es perder el tiempo releer estos cuatro puntos hasta asumirlos!)

No sé cuanto tiempo tendré que esperar para que Rosarito pueda percibir lo que ahora no quiere percibir, esto es:

- que necesita a su mamá y que —sólo por esto— la quiere;
- que el deseo de todo el mundo está alineado con lo que cada uno necesita y quiere para sí mismo;
- que en su inconciente (el de Rosario), el destrato que recibe de su mamá está asociado a lo bueno (como concepto abstracto que condensa lo necesario, lo conveniente y lo útil);
- que lo que ella sabe (entiende, supone, intuye) que es bueno para ella, no siempre es bueno para los demás y viceversa (o sea que el dicho popular «No le hagas a los demás...» ¡Es falso!).

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reflex1@adinet.com.uy

proverbio refran dicho popular